La utopización del pensamiento libertador en la educación del bicentenario

La utopización del pensamiento libertador en la educación del bicentenario

Los planteamientos de Bolívar son la constatación de que la construcción social que los hombres hacen la llevan a cabo con su cultura, lenguaje, acciones y deseos

Por: Dilan Jose Arteta Cardenas
agosto 09, 2019
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La utopización del pensamiento libertador en la educación del bicentenario
Foto: Pixabay

En palabras del Libertador: "el gobierno forma la moral de los pueblos, los encamina a la grandeza, a la prosperidad y al poder. Porque teniendo a su cargo los elementos de la sociedad, establece la educación pública y la dirige. Las naciones marchan hacia el término de su grandeza, con el mismo paso con que camina la educación”.

Como es habitual en el curso de Legislación, Gestión y Gerencia Educativa, del programa de Licenciatura en Ciencias Sociales de la Facultad de Educación de la Universidad del Atlántico, dirigido por el docente y abogado Reynaldo Mora Mora, hemos debatido y analizado en las diferentes clases y los diversos escritos sobre la materialización del pensamiento libertador, de recuperar el legado de Bolívar como algo sustantivo para Latinoamérica y el Caribe en torno a la educación entendido como un bien público y de infinita importancia para el desarrollo de una sociedad en las dimensiones morales y socioculturales; en donde hay elementos históricos que nos obligan a pensar en la identidad cultural como un proyecto más humano, al que quizá convenga analizar desde lo educativo-formativo como una tarea a construir, como una manera de autodefinirnos y autocomprendernos a través de una serie estructuras morales y culturales que nos den sentido y sean el norte de la educación.

El Manifiesto de Cartagena (1812), Carta de Jamaica (1815), Discursos ante el Congreso de Angostura (1819) y la Constitución de Bolivia (1826) en torno a la relación de crear un nuevo sujeto emancipado del colonialismo, como el pegamento social, entendido como una obligación moral y jurídica de quienes asumen la res publica (Mora, R. Prácticas Curriculares, Cultura y Procesos de Formación. Segunda Edición. Ediciones Universidad Simón Bolívar, Barranquilla, 2012).

Además, sobre las características e ideales de formación que se requieren para instruir educandos para esta nueva etapa de la historia de Colombia llamada elbicentenario, tomando como punto de partida y de referencia a Simón Bolívar quien se preocupó fundamentalmente por la educación de los pueblos. Por otro lado acerca de la labor pedagógica del docente en cuanto a no sólo como se debe formar, sino también las competencias que deben tener estos que se están preparando académicamente para ser ese relevo generacional en el campo educativo y cuáles retos enfrentan los que se preparan como futuros formadores y transformadores de una sociedad en la realización de una nueva pedagogía que responda a los estímulos y planteamientos dejados por Simón Bolívar.

Según Mora (2015), el pensamiento de Bolívar es marco de referencia en la actualidad ética y política de la agenda de nuestros pueblos porque involucra la necesidad de autocomprensión y de cuestionamiento de lo que se quiere hacer y de cómo hacerlo. Por tanto, el problema de su legado en la perspectiva de la construcción de esa gran nación, se vincula inmediatamente al problema de repensar una nueva educación, un nuevo currículo, un nuevo sistema educativo, un nuevo maestro, una nueva práctica pedagógica, unos nuevos fines de la educación.

El pensamiento de Bolívar es la constatación de que la construcción social que los hombres hacen la llevan a cabo con su cultura, lenguaje,  acciones y deseos. Su legado histórico, revestido de necesidades sentidas y queridas en el presente, cobra fuerza prometeica cuando se advierte que las consideraciones sobre este gran proyecto está sustentado en valores plurales y en diversas opciones de vidas, que se constituyen en temas a problematizar en los momentos actuales pensando en el 2019 y más allá de esta fecha cabalística (Mora, 2019).

En cuanto a la materialización del pensamiento del libertador en la formación de los pueblos y la consolidación de una identidad nacional, en palabras de Reynaldo Mora Mora (2015): Recuperar el legado del Libertador Simón Bolívar, como algo más que un simple legado histórico, conviene entenderlo como la mejor alternativa y no solo como un trazado utópico. Hoy volvemos a pensar en la importancia de sus derroteros en muchos aspectos, así como en la necesidad de reflexionar sobre la mejor manera de echar a andar procesos de búsqueda de huellas identitarias que nos permita que nuestras vidas sean menos dramática y más humanas.

En el ideal de Bolívar, se encuentra la educación como eje central que configura el sentido de una sociedad, anota Mora (2015) En sus mensajes en lo educativo, Bolívar siempre escribió que ello era posible gracias a un proceso de autoaprendizaje y, en tanto que tal; de configuración de una identidad panlatina, que se tornara necesariamente reflexiva, por ello “el primer deber de todo gobierno era darle educación al pueblo”, porque esta se constituye en la herramienta imprescindible para el nuevo hombre y mujer, como ese espacio de identidad en el que todos puedan reconocerse para ejercer el sentido deliberativo que permita constituir una ética democrática como soporte de esa identidad.

Es por ello pertinente preguntarnos: ¿qué tipo de docentes se necesitan para suplir los retos de la educación en este contexto?, ¿qué tipo de cultura generar, crear y estimular en las nuevas generaciones?, ¿cómo articular el pensamiento libertador con la educación actual? Es fundamental ya que a través de resolver estos interrogantes podemos proyectar a futuro lo que se quiera alcanzar en materia educativa y como preparar docentes que estén en toda la capacidad de estar a la altura para la educación y el educando del bicentenario. Como dice Néstor Kohan en su texto Simón Bolívar y nuestra independencia Una lectura latinoamericana:

Sin memoria histórica no hay identidad, ni personal ni colectiva. Sin identidad, sin investigar de dónde venimos (la historia y la memoria colectiva de nuestros pueblos) y sin recordar quiénes somos (nuestra memoria personal), se torna imposible cualquier tipo de resistencia. Si nadie resiste no hay dignidad ni decoro. Sin dignidad la vida no merece llamarse tal. Sin memoria histórica no hay esperanza de un futuro digno.

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