En el mes de enero escribí una nota titulada El renacer de Tamalameque, donde expresaba el júbilo, euforia y satisfacción que me embargaba por la designación de varios paisanos en cargos de altas dignidades a nivel departamental, lo cual, además, despertaba la esperanza de un pueblo sumido en el abandono y atraso (que requiere de inversión para garantizar el bienestar de su gente).
Pasados seis meses de escrito dicho texto, la ilusión se convirtió en incertidumbre, toda vez que con la llegada del COVID-19 hemos evidenciado cómo las gestiones, obras e inversiones que requiere el municipio están en un punto muerto, y que las necesidades insatisfechas de la comunidad apremian y no contamos con los recursos necesarios para hacer frente desde el ámbito local, ya que nos encontramos en la ley de intervención económica (550), que tiene el propósito de sanear las finanzas del municipio.
Los recursos del presupuesto municipal han sido afectados ostensiblemente por dicha ley. De ahí que el 20% de libre destinación, el 50% de libre inversión y el 10% del Fonpet del Sistema General de Participación sean apropiados. Así mismo, el 100% del impuesto a los hidrocarburos y el 100% de los reintegros de los títulos judiciales. Con ello se han maltrechado los ingresos del municipio, puesto que el recaudo de recursos propios no son considerables, lo que no permite la viabilidad financiera del ente territorial para ejecutar y adelantar obras de gran impacto.
Con la llegada de nuestros paisanos a las altas esferas del gobierno departamental, muchos pensábamos que podríamos ser unos privilegiados, pero con el transcurrir del tiempo nos hemos podido dar cuenta de que la situación es diferente, muestra de ello se refleja en las ayudas (mercados) y los elementos de bioseguridad enviados por el gobierno nacional, los cuales han llegado a municipios con mejores condiciones que las nuestras, ya que sus recursos propios son superiores y reciben regalías por la explotación carbonífera.
Así mismo, hemos recibido los avatares de la naturaleza, sufriendo las consecuencias de un sismo y fuertes vientos que dejaron como consecuencia daños materiales en cientos de viviendas y desprotegidas a familias vulnerables que requieren la atención del Estado. Infortunadamente, al gobierno local le ha tocado bailar con la más fea, hacer frente a estas situaciones y raspar la olla del irrisorio presupuesto para tratar de suplir las necesidades de esta familias, dejando con ello a otras tantas sin la posibilidad de recibir ayudas.
Tamalameque requiere del concurso de todos y también necesita de las relaciones y gestiones de sus hijos. Por eso es necesario que olvidemos la contienda y diferencias políticas, y rememos hacia un mismo lado, uno donde podamos garantizar las inversiones y obras que garanticen el bienestar social y el mejoramiento de la calidad de vida de todos los habitantes. No podemos ser inferiores al compromiso histórico que tenemos con nuestro terruño, debemos unir fuerzas, demostrar el amor por la tierra y construir un Tamalameque mejor.
Somos conscientes de que solos no podemos y de que la crisis que nos agobia requiere del concurso del gobierno departamental y nacional, del apoyo y acompañamiento de los congresistas del Cesar, quienes de la mano del burgomaestre pueden adelantar gestiones que redunden en el progreso y desarrollo del municipio. Es vital que los dirigentes nuestros hagan un gran pacto por Tamalameque y trabajen de la mano, solo así podemos edificar un futuro mejor para todos.