El presidente Gustavo Petro despacha esta semana desde el departamento de La Guajira, donde la crisis humanitaria que vive la etnia wayuu sigue siendo la problemática humanitaria que ningún gobierno de los anteriores ha logrado atajar.
Decenas de niños mueren allí al año en paupérrimas condiciones de alimentación, agua y salubridad, a causa de enfermedades perfectamente prevenibles: la única voluntad política que allí llega es la de conseguir votos cada cuatrienio.
Desde luego, no faltaron los anuncios grandilocuentes. El primero es la escisión del corregimiento de Nazareth del municipio de Uribia, con lo que los nueve corregimientos del extremo norte del país recibirían directamente los recursos de transferencias y regalías. La noticia le cayó muy bien a los nazarenos, pero muy mal al alcalde de Uribia que no ocultó su disgusto.
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Los habitantes de la península, habituados a oír promesas usualmente incumplidas, también oyeron al mandatario decir que se hará un aeropuerto en la Alta Guajira, una zona tan crítica que las autoridades antidrogas estadounidenses la controlan fuertemente por aire y agua.
También se habló de una universidad wayuu y la inclusión de esta etnia en las sociedades que manejarán los multimillonarios proyectos de parques de energía eólica que se levantan en la región. Precisamente ya hay brotes de conflictos entre las empresas y los wayuu.
Más allá de la justicia social que estas propuestas puedan representar, lo cierto es que los guajiros las oyeron con algún escepticismo, conocedores de las condiciones y de las limitaciones del territorio que han ocupado ancestralmente.
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En medio de su discurso en tono elevado, Petro no se dio cuenta de que se dirigía a personas que ni celular tienen y que viven en las mismas condiciones que lo hacían sus antepasados siglos atrás. Allí nada cambia ni ha pasado.
Antes de pensar en proyectos utópicos, valdría más resolver antes necesidades ciertamente apremiantes como agua, sanidad, electricidad y vías.
La sensación es que nuevamente la crítica situación humanitaria que vive La Guajira sirvió como telón para cubrir los escándalos y cuestionamientos que se tejen sobre el Gobierno, tal y como sucedió con Iván Duque y la Ñeñepolítica. El tiempo juzgará si ha sido así.
