En Colombia, en estos tiempos de la pandemia ha emergido una violencia de la desesperanza, expresada en las desigualdades y exclusiones en las que están nuestros estudiantes de la Universidad Pedagógica Nacional y de las 31 universidades públicas del país. Muchas de sus familias están en los sectores populares de las ciudades. Es desgarrador el espejo que nos entrega esta pandemia, la crueldad de la sobrevivencia en la que sus cuerpos no importan para las entidades de salud, de protección social y de educación. Son asumidos como corporeidades insignificantes, marginales, indeseables, indigentes, disfuncionales, sobrantes, y en alto riesgo. De ahí la instalación en nuestra sociedad de un renovado darwinismo social con el slogan “sálvese el que pueda”, el que sea el más apto, el más competitivo, el más fuerte, el más valiente, el que tiene más estatus social, el que tiene garantizado la prescripción “quédate en casa”.
La vulnerabilidad es una condición estructural que atraviesa a centenares de poblaciones que llevan como equipaje existencial vidas precarias agudizadas por las situaciones de encierro en las que se encuentran y que a su vez son trabajadores de calle, trabajadores itinerantes, informales, que no cuentan con posibilidades de vida digna y de vida justa.
Esta pandemia ha develado, en palabras de Giroux (2020), la subsistencia tóxica del capitalismo neoliberal con su asalto al estado de bienestar, su socavación de la salud pública, su ataque a los derechos de los trabajadores y su afirmación de la economía y la acumulación de capital sobre las necesidades humanas y la vida misma. La pandemia coronavirus ha dejado claro la falsa y peligrosa noción neoliberal de que todos los problemas son cuestión de responsabilidad individual [1].
Esta referencia de Henry Giroux nos permite alertar sobre la instalación de un estado de excepción en nuestro país como adquisición de poderes excesivos con el pretexto de gestionar la crisis sanitaria, porque ella no es solamente un asunto de salud, es también una problemática social de gran envergadura. La tendencia del gobierno nacional en la gestión de esta pandemia es la materialización de políticas que aumentan el gasto militar y protegen el sistema financiero, expandiendo el manual neoliberal que opera desde un catecismo filantrópico con la intención de borrar la exigencia en la materialización del derecho a la educación.
Es una situación dolorosa la que están viviendo nuestros estudiantes, de ahí su clamor por encontrar condiciones que les permita estar en un tiempo-espacio universitario, que les posibilite seguir construyendo sus proyectos formativos. Sus urgencias están presentes por no quedarse por fuera de sus estudios. Por no ser expulsados de sus comunidades universitarias.
Por ello exigimos que los planificadores de políticas educativas salgan de sus propios monólogos y tomen decisiones con compromiso social y ético en la consolidación de un proyecto de largo aliento que permita materializar el derecho a una educación pública en condiciones de equidad para todos y todas. Instamos al gobierno nacional desde el Ministerio de Educación Nacional (María Victoria Angulo), gobernación de Cundinamarca (Nicolás García), alcaldía del distrito capital (Claudia López), Sistema Universitario Estatal (Jairo Miguel Torres), Universidad Pedagógica Nacional (Leonardo Martínez) y Consejo Superior, a buscar y definir alternativas para que protejan el derecho a la educación de todos los estudiantes de pregrado y posgrado de tal modo que se les garanticen la matricula cero para el próximo periódico académico 2020-II.
En medio de este contexto, respaldamos los repertorios de movilización estudiantil y profesoral en torno a sus múltiples acciones políticas hacia la defensa de la educación pública. Necesitamos colocar en la agenda de las universidades los debates acerca de la justicia social, curricular, cognitiva, anamnetica y económica como uno de los principales desafíos que les imprimen una materialidad a los sentidos de la universidad pública. ¡Sin estudiantes no hay vida universitaria!
[1] En conversatorio en tiempos de cuarentena. Programa en YouTube.
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¿A qué sabe la indignación en estos tiempos?
Sabe
A derechos urgentes,
pendientes e impostergables.
Sabe
a este grito en la garganta que atraviesa tu piel y mi piel,
se pega
al lomo del viento para poder respirar y tomar aliento.
Un aliento compartido.
Un aliento colectivo.
