La noticia sonó como un bombazo: Violeta Arango Ramírez, la mujer señalada de haber dejado una cartera llena de explosivos en el baño de mujeres del segundo piso del Centro Comercial Andino en Bogotá y que dejó a tres mujeres muertas el 17 de junio de 2017, en plena víspera del Día del Padre, había sido elegida como uno de los miembros del ELN que se sentaría a dialogar con el gobierno de Gustavo Petro.
Una vez la Fiscalía expidió la orden de captura e informó que Violeta era la principal responsable del atentado, ella, que pertenecía al Congreso de los Pueblos, asociación juvenil de clara tendencia camilista, se refugió en la zona rural de Morales (Cauca) en donde estuvo hasta que la capturaron en abril de 2022. Un año después fue dejada en libertad y viajó a La Habana.
Aunque los medios se indignaron porque el ELN la nombró negociadora, Violeta Arango, egresada de la Universidad Nacional, ha sostenido su inocencia después de que su vida cambió el 24 de junio de 2017 cuando la SIJIN ordenó allanar su casa en Chapinero, en el oriente de Bogotá.
Allí, vivía con sus padres quienes no podían creer las acusaciones de terrorismo, homicidio y concierto para delinquir que pesaban sobre su hija. Una de las pruebas que tenía el Ejército era que Violeta había ido al barrio Country Sur de Bogotá y desde ahí, había imprimido los planos del Centro Comercial Andino.
Su mamá, escandalizada por lo que pasaba, escribió una carta en donde afirmaba: “Mi hija, eres una amante de la vida, una persona así, que creció en medio del amor, no podría ser lo que quieren mostrar falsamente a todo el país”, decía el documento y agregaba: “Eres una mujer valiente, firme, eres una guerrera, pero no de las que empuñan armas, sino uno de esos espíritus valerosos que, pese a la desigualdad, aún es capaz de creer en la vida”.
Violeta no estaba en su casa. El viernes 30 de junio su rostro estaba en todos los noticieros. Era la mujer más buscada del país, la más odiada. Con el tiempo, Violeta se indignaría e incluso pensó en demandar a los noticieros que la señalaban directamente como terrorista y hasta le dieron un alias. En una carta, difundida en su momento, afirmó: “Esto no es otra cosa que un montaje de la Policía Nacional y Fiscalía General de la Nación, que para mantener su buena imagen (que a nadie convence) han decidido emprenderla contra un buen grupo de personas”.
Desapareció, se esfumó hasta que el Ejército la encontró en abril de 2022 en el campamento de un hombre conocido con el alias de Pirry, comandante del ELN. A pesar de haber negado su vinculación con ese grupo guerrillero, no cabía duda que Violeta pertenecía a esa organización armada.
En 2018, el Ejército descubrió que Violeta, quien entonces se llamaba Julieta, estaba bajo protección de Wilfredo Velásquez, un comandante del ELN y tras su muerte, la guerrillera pasó a ser la protegida del Comandante Pirry. Sin embargo, en abril de 2023 quedó libre y fue enviada a La Habana. Ella es una de los ocho delegados, comandados por Antonio García con los que el ELN piensa llegar a un histórico acuerdo de paz.