La universidad más pública de las públicas

La universidad más pública de las públicas

Por: Jaime Andrei Puentes Castañeda
abril 02, 2015
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Hace un poco más de cinco años me planteé la posibilidad de asistir a una institución de educación superior para iniciar mies estudios profesionales. Era – y sigo siendo- un muchacho pobre, de provincia, con algunos méritos académicos pero con grandes vacíos de conocimiento con los que me encontraría al ingresar a la Universidad, sin embargo poseía unos deseos inmensos de estudiar, de ser alguien, de poder superarme, comprarle una casa a mi abuela, viajar, en fin mejorar mi calidad de vida, y esta meta solo la podría alcanzar con educación, no había otra salida, no era un hijo de empresario, no tenía un talento innato para dedicarme a algún arte y las fuerzas armadas me parecían algo sin sentido al menos para darle sentido a mi vida. Así que opte por la educación, pero, ¿cuál?, como un muchacho humilde puede aspirar siquiera a pagar una matrícula de más de un millón de pesos en una institución de sospechosa calidad, como pagar más de cinco millones en una institución acreditada, ¿cómo? , todas estas preguntas rondaban en mi cabeza, y entonces aspire a ganar una beca sacando un buen ICFES, pero con un “mediocre” puesto 32 no fui merecedor de aquello, me sentí así, como se deben sentir cada año cientos de miles de jóvenes bachilleres que no cumplen con ninguno de los dos requisitos, no son superdotados para ser becados y no tienen el dinero suficiente para pagar su educación aun cuando sea educación mediocre. Era un callejón sin salida, el mundo me iba cerrando las puertas poco a poco. El ICETEX fue también excluyente conmigo y con mi familia, la mayoría de la cual estaba reportada en Datacredito y no poseía bienes raíces, en suma no tenía un codeudor. Ni endeudándome podría estudiar.
Ante tanta puerta cerrada algo se abrió, y no fue una ventanita, fueron las puertas de la educación superior pública en cabeza de la Universidad Nacional de Colombia. No tengo que mencionar la odisea que fue conseguir el dinero para la inscripción, o los pasajes para viajar a Bogotá, o la estadía, o la alimentación, no, esos son gajes del oficio que yo estaba dispuesto a asumir, la universidad más importante del país me había abierto sus puertas y yo le correspondí pasando su examen de admisión, no una sino dos veces (perdí el primer cupo por no poder pagar el recibo de matrícula), le correspondí en el pregrado en ciencia política en el cual no perdí una sola asignatura y le seguiré correspondiendo en lo que me respecta sea donde este y sea donde ejerza. Y estaré eternamente agradecido con dicha institución porque a estas alturas soy Politólogo sin deber peso alguno, sin ninguna deuda más que la que tengo con mi alma mater en gratitud y admiración. Y esto no lo digo con ninguna intención de vanagloriarme, para nada, la intención es reflejar la situación de miles de jóvenes que como yo presenciamos como se iban cerrando las puertas de la educación superior de calidad una por una, el sistema educativo colombiano ha terminado por convertirse en un simple servicio. El derecho a la educación superior simplemente no existe y el Estado se toma esto muy en serio, bastante en serio, basta ver cómo ha reducido a la Universidad Nacional de Colombia y en general a las universidades públicas del país en meros resquicios de lo que algún día fueron, un bienestar que no existe, una planta profesoral congelada, un aumento presupuestal atado al IPC, unas instalaciones deterioradas, y una elección de rectores bajo el argumento simplista de “tener mejores relaciones con el gobierno nacional”. No, la Universidad Nacional no pasa por un buen momento, lamento contradecirlo señor Wasserman, y aunque suena muy bonito que seamos los primeros en investigación, el resto no es un buen momento y creo que usted lo sabe mejor que yo.
Y en general la educación pública no pasa por una buena época, desde el mismo momento en que nos la convirtieron en servicio público. Y no sorprende escuchar al excelentísimo doctor Pedro Navas afirmar que la Universidad de los Andes es la más publica de las públicas, no doctor Navas, no me sorprende y seguramente en la mente de los tecnócratas que piensan como usted así debe ser, una educación como un servicio en el que se paga por un producto, de buena calidad eso sí, pero que no deja de ser un producto, servicio comprado, oferta y demanda, neoliberalismo puro y ramplón. Que a la educación superior de calidad se llega por méritos, claro doctor pero y entonces que hacemos con los otros miles de jóvenes que no están en Ser Pilo Paga y en su programa estrella Quiero Estudiar, que hacemos con los jóvenes de provincia cuya mediocre educación secundaria y media les impide tener buenos resultados en los exámenes de Estado, y que hacemos con aquellos que tampoco se pueden endeudar con Icetex, las alternativas son pocas y las posibilidades que brinda la universidad más publica de las públicas no son muchas, tan solo 736 becados, le cuento doctor que los bachilleres graduados al año en Colombia son muchos más que esos. Mientras tanto la Universidad Nacional, que tiene en sus aulas a más de cincuenta mil estudiantes (becados) sigue relegada al mercado, a la competencia, y no falta el que diga que si quieren atraer más becados pues que se esfuercen más.
Con esto no quiero zanjar una odiosa línea entre lo privado y lo público, menos entre la Universidad de los Andes y la Nacional, sin embargo si dejar ver cuál es la concepción de lo público que se está instalando en el sistema de educación superior y como este le sigue y le seguirá cerrando las puertas en la cara a muchos jóvenes con capacidades meritorias.

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