Gobiernos y personalidades políticas de América Latina llevan al menos una década exigiendo una revisión de la política internacional antidrogas. Sus razones son evidentes. La región es la más violenta del mundo. Los desplazamientos forzosos provocan más emigrantes per cápita que en cualquier otra región del planeta. De las diez ciudades más peligrosas del mundo, nueve están en América Latina. Como era de esperarse, las zonas donde el tráfico de cocaína es intenso elevan el promedio de la región.
Una forma rápida de ayudar a América Latina a poner fin a esta espiral mortal y a desarrollarse más rápidamente sería actualizar la política internacional en materia de drogas. Si el comercio de cocaína fuera legal, no sólo disminuirían los niveles de violencia, sino que se desarrollaría una nueva industria de exportación que crearía empleos formales y aumentaría los ingresos fiscales de los gobiernos.
Algunas de las revistas internacionales más prestigiosas, como The Economist y The New York Times, han abogado recientemente por poner fin a la guerra contra las drogas.
A pesar de los miles de millones que se gastan cada año en la guerra contra las drogas, las muertes relacionadas con ellas y su consumo siguen aumentando. La rentabilidad que genera su condición ilegal proporciona el combustible que mantiene encendido el fuego.
Aunque América Latina sería la mayor beneficiaria del fin de la guerra contra las drogas, el Norte Global también saldría ganando. Para empezar, menos violencia y más prosperidad empujarían a menos latinoamericanos a emigrar ilegalmente a los Estados Unidos.
El caso de la Unión Europea
El tráfico de drogas y el desarrollo de poderosas mafias se está convirtiendo en un problema más grave de lo que se pensaba en la propia Europa. La UE va camino de convertirse en el principal mercado mundial de cocaína.
El tráfico de cocaína en el puerto de Amberes equivale al diez por ciento del PIB belga. Las cantidades de dinero que ganan las mafias de la droga son tentadoras incluso para altos funcionarios de países ricos de Europa Occidental.
La delincuencia relacionada con las drogas es un problema creciente en países como Holanda y Bélgica. El Primer Ministro de los Países Bajos, el Ministro de Justicia de Bélgica y el Alcalde de Amberes, así como personalidades públicas y periodistas, están bajo protección policial por amenazas de muerte proferidas por los narcotraficantes.
Una de las zonas más deprimidas de Europa occidental, el sur de Italia, está plagada de mafias cuya principal fuente de ingresos es el tráfico de drogas. La despenalización liberaría recursos que podrían invertirse mejor en servicios públicos como la educación, especialmente rezagados en esta región.
Portugal, donde la adicción se trata como un problema de salud pública y no como un delito, tiene una de las tasas de mortalidad inducida por drogas más bajas de la UE.
La legalización también aumentaría los ingresos fiscales, como ha ocurrido en Colorado, el primer estado de EE.UU. en legalizar el cannabis para uso recreativo. Los impuestos sobre la marihuana aportaron a las arcas del estado más de 420 millones de dólares en 2021 y han generado una recaudación total superior a los 2.000 millones de dólares desde 2012.
Por último, Europa también se beneficiaría de la despenalización de la cocaína, ya que estimularía el crecimiento en América Latina, aumentando su atractivo como mercado para las numerosas empresas que necesitan reducir su dependencia de China.
Implicaciones geopolíticas
El epítome de la pérdida de peso de Occidente en el orden mundial internacional es la reticencia de la mayoría de los países del Sur Global a unirse plenamente a Europa y Estados Unidos en la sanción a Rusia por la invasión de Ucrania.
No cabe esperar que Estados Unidos apoye las actuales iniciativas latinoamericanas para revisar la política internacional sobre drogas mientras el Partido Republicano siga en manos de los ultraconservadores. Corresponde a la Unión Europea intervenir y ayudar a remodelar una política obsoleta desde hace mucho tiempo.
Promover la despenalización de la cocaína sería un gran paso para recuperar el corazón de los gobiernos latinoamericanos y de sus pueblos.
La experiencia de la legalización del cannabis recreativo en Estados Unidos puede servir de modelo para la despenalización de la cocaína. Este cambio de política puede ser adoptado por tantas democracias liberales avanzadas como sea posible, y por toda América Latina y el Caribe.
Hay una larga lista de razones por las que América Latina aboga por revisar la política internacional antidrogas. Europa tiene mucho que ganar si la apoya.