En 2016 la crisis económica colombiana seguirá profundizándose. Las proyecciones ubican el crecimiento del producto interno bruto por debajo del 3 %, la inflación sigue disparada, el Banco de la República detendrá cualquier conato de reactivación con sus elevadas tasas de interés y el Congreso debatirá una reforma tributaria que confiscará el escaso ingreso de los hogares. Como agravante, el déficit fiscal del Gobierno es angustiante y las relaciones económicas internacionales del país son bochornosas.
A pesar del fracaso en la coordinación económica, no se avizora una sola insinuación por parte del Gobierno para corregir su política. En cambio, las medidas para enfrentar esta situación profundizarán los problemas económicos y sociales.
La única solución, como se muestra en mi libro: La industria (ediciones Aurora, 2016), es reactivar la producción de mercancías. La causa de la riqueza de las naciones fue probada por Adam Smith hace 240 años y no ha logrado ser refutada. La industria, hasta el día de hoy, es el proceso de transformación de materiales y energía más importante y la actividad que más prosperidad ha generado a la humanidad. Es la producción y no el comercio, la fuente de riqueza de un país.
La explicación más sensata de la pobreza, el desempleo y el atraso que sufren las mayorías, está en que Colombia no es capaz de producir internamente una gran parte de los bienes que utiliza y consume a diario, como sí lo hacen las principales potencias económicas del planeta. A partir de los pésimos negocios de la década de 1990 se inició la pérdida de la soberanía alimentaria y por eso a diario mueren niños en La Guajira y otras regiones, aun cuando hay más de 20 millones de hectáreas de territorio nacional que no producen alimentos. También una buena parte del déficit comercial y de la deuda externa se explica por la importación de USD 40.000 millones al año —o el equivalente al salario promedio anual de 10 millones de colombianos— en mercancías que pueden fabricarse localmente. Si fuera así, se generarían cientos de miles de empleos formales que reemplazarían el rebusque en los semáforos, hoy convertidos en los mayores empleadores del país.
Para producir en Colombia
primero hay que denunciar los TLC
Aparentemente la solución a la crisis sería fácil, de no ser porque quienes han mal gobernado a la nación amarraron los malos negocios externos firmando tratados de libre comercio, dándole estatus constitucional al dogma de que es el mercado y no el Estado el que resuelve los desequilibrios. Por eso para producir en Colombia primero hay que denunciar los TLC.
Los problemas de la mayoría de la población nacional se explican por dos grandes asuntos económicos: uno, la ausencia de fuentes reales de creación de riqueza nacional y dos, la distribución de la misma, en ausencia de una tributación justa y equitativa. Para resolver el segundo, que ubica a Colombia entre las naciones más desiguales del planeta, hay ocuparse del primero: producir y generar empleos en el agro y en la industria. La forma de lograrlo se prueba en el libro.
Twitter: @mariovalencia01