En la historia de la humanidad jamás un títere había tenido tantos titiriteros. Es increíble, pero cosas así solo ocurren en un país mágico, de ficción como el nuestro. La verdad es que el “presidente” de los colombianos nunca ha tenido la categoría suficiente para gobernar nuestro país. De hecho parece una entelequia absurda, incluso más irreal que la nulidad más nula; es decir, la nada misma. En la noche del sábado pasado intentaba poner voz bravucona como pretendiendo intimidar al pueblo colombiano. Y en la tarde del domingo comunicaba con voz de niño tierno que retiraba la reforma. Bueno no él, porque él habla, pero no es Duque quien habla, sino que una legión de tiranos usan su boca. Les juro que yo pensaba que solo el innombrable le hablaba al oído. Estoy por creer que hasta el más bruto y agresivo de los policías le podría dar órdenes al títere. A estas alturas de la debacle política del uribismo una persona coherente, lúcida y con un mínimo de dignidad renunciaría. Es más, un ser humano con principios morales y éticos antepone el bien común a sus propios intereses. El capitán de cualquier nave está en la obligación de entregarle el timón a otro si su incapacidad pone en riesgo la vida de muchos.
A propósito, no nos crean tan pendejos: al actual gobierno ya no le creemos ni la millonésima parte de cualquiera de sus mentiras. Algo están tramando bajo cuerda los titiriteros del títere. Por ejemplo, tener un respiro para calcular la forma de seguir matando a cuenta cuentas al eternamente sufrido pueblo colombiano. Pero esa eternidad se acabó, porque el soberano, el constituyente primario es el pueblo. Las fuerzas armadas deberían escuchar el clamor de la inmensa mayoría de los ciudadanos y no seguir amparando a una recua de sinvergüenzas que solo saben exprimir, explotar y subyugar a los pobres y sencillos, y a la clase obrera, y a la clase media y a los estudiantes y a nuestras mujeres y nuestros niños. Y no expongo aquí mi memorial de agravios pues es de conocimiento público el genocidio, la violación de los mínimos derechos humanos… En especial, el mundo conoce el terrorismo de Estado que es de vieja data, pero que saca las garras cada vez que nuestro pueblo se manifiesta. Que a Duque le quede claro: la dignidad, la humanidad y la fortaleza que a él le faltan, le sobra, nos sobra a todos los colombianos, exceptuando a los pocos uribistas que aún se traguen la infamia de esta marioneta tironeada por Uribe, los magnates, los corruptos, los mentirosos, y sabrá Dios qué fuerzas oscuras.
