Pocos días antes de terminar el año, la JEP y la UBPD anunciaron el hallazgo de los primeros restos óseos de personas desaparecidas en La Escombrera, Comuna 13 de Medellín.
Ha sido denominada la fosa común a cielo abierto más grande del país. Según registros de la Unidad de Búsqueda, 502 personas fueron dadas por desaparecidas en la comuna. En la ciudad el número asciende a 5.912.
Las cifras se incrementan en varios territorios de Colombia. Por eso, desde 2019, la JEP ha impuesto más de 23 medidas cautelares para proteger más de 80 cementerios y sitios de interés forense, donde podrían encontrarse cuerpos de víctimas del conflicto armado.
Los avances logrados en La Escombrera son el resultado del trabajo conjunto de estas instituciones, establecidas por el Acuerdo de paz con las Farc. Pero sobretodo, del valor y persistencia de las madres, abuelas, esposas, hermanas, hermanos, hijas y familias buscadoras. “No estábamos locas”, claman ellas, agrupadas en el Colectivo de Mujeres Caminando por la verdad.
La responsabilidad del Estado colombiano en el delito de desaparición forzada ha sido incontrovertible. La situación se agravó considerablemente con el gobierno de Álvaro Uribe. En octubre 2002, cuando este apenas iniciaba, emprendió la Operación Orión en la Comuna 13.
Señala el Centro Nacional de Memoria Histórica en uno de sus informes al respecto que participaron 1.500 hombres y mujeres, armados y encapuchados, del Ejército, Policía, CTI, el antiguo DAS.
El operativo se hizo en connivencia con el bloque paramilitar Cacique Nutibara, comandado por Diego Fernando Murillo, alias don Berna. Como en muchas otras ocasiones, la población civil, las personas más pobres y marginadas, quedaron atrapadas en medio del fuego cruzado.
La Operación Orión, que se extendió hasta diciembre de 2002, ha sido calificada como la intervención militar urbana más grande del país. Se cometieron de manera sistemática todo tipo de atrocidades y violaciones: desapariciones forzadas, ejecuciones extrajudiciales, allanamientos, redadas, retenes, detenciones arbitrarias, torturas, búsqueda de armamentos.
Fue la más clara expresión de lo que representó para el país la política de la seguridad democrática de Uribe. Poco después vendría su mayor escándalo, el de los llamados falsos positivos, otro de los macrocasos investigados por la JEP.
Desconociendo las denuncias frente a La Escombrera, varios alcaldes de Medellín negaron que allí hubiera restos de personas desaparecidas e incluso obstaculizaron su búsqueda. En 2016, Federico Gutiérrez, entonces alcalde, contrató un estudio con la empresa española Falcon High Tech, que concluyó con rapidez que en el basurero no había restos humanos.
Pero las denuncias venían acumulándose. En el tribunal deJusticia y Paz exparamilitares admitieron la participación del bloque en Orión y declararon que varios cuerpos habían sido arrojados allí.
La Escombrera se convirtió en un centro de denuncia y de construcción de memoria colectiva, por parte de familiares y allegados a las personas desaparecidas. Ha inspirado informes, documentales, relatos, artículos, actividades culturales y políticas diversas, que documentan sus horrores. Pero faltaba que la justicia hiciera lo propio.
En su extraordinaria novela La sombra de Orión, el escritor Pablo Montoya, tras un riguroso trabajo de investigación histórica y de campo entre los sectores populares, recrea con toda su maestría y recursos literarios la historia de la Comuna 13, la conformación de los barrios iniciales y de los barrios de invasión por desplazados y desplazadas de todos los conflictos rurales y urbanos del último siglo.
Se centra en captar y transmitir los múltiples impactos de Orión sobre la gente. Llama la atención su recuento de la enfermedad de la violencia. Afecta a todos y todas, pero en especial a niños y niñas, que vieron asesinar a sus padres y sufren de problemas del corazón, insomnio, angustia, pesadillas.
Los sonidos de las personas sepultadas en La Escombrera, registrados en la novela, perturban. El reguetón de la juventud de la Comuna 13 rememora los horrores vividos
Los sonidos de las personas sepultadas en La Escombrera, registrados en la novela, perturban. El reguetón de la juventud de la Comuna 13 rememora los horrores vividos.
Pero volvamos un poco atrás. Desde los años ochenta, esta comuna estuvo marcada por la violencia en todas sus expresiones. La mayoría de sus combos, pandillas y milicias urbanas se articulaban con el narcotráfico, en especial con la figura de Pablo Escobar. Sin duda, una de las barriadas más pobres y emblemáticas de Medellín, abandonada por el Estado, a merced del crimen.
Toda esta situación fue definitiva para que el Bloque Metro de las Autodefensas Campesinas de Córdoba y Urabá –ACCU- comandado por “Doble Cero”, ingresara a la Comuna13 y comenzara a perseguir a quienes consideraba aliados de la guerrilla. La llegada de Álvaro Uribe Vélez a la Presidencia, en medio de un contexto de aguda polarización política, les facilitó el trabajo.
La Operación Orión estuvo al mando del General Mario Montoya. Su ministra de Defensa era Martha Lucía Ramírez, quien después fuera la vicepresidenta del gobierno de Iván Duque. Luis Pérez era alcalde de Medellín.
El anuncio de la JEP de diciembre pasado puso a Uribe a la defensiva, pero sobre todo a la ofensiva. En el momento se defiende de otros procesos judiciales graves y se esfuerza por recuperar en las próximas elecciones el poder perdido.
Desde San Javier, en el corazón de la Comuna 13, atacó a lo que llamó el gobierno Petro-santista y a la JEP, culpó al terrorismo y denunció la politización del proceso de búsqueda de las víctimas.
Hace una semana, hizo un alarde todavía mayor de cinismo con un pronunciamiento dirigido a las numerosas personas foráneas que llegan a diario allí: “Turistas del mundo: el arte que aquí los recibe estuvo anulado por la mordaza terrorista. Por eso la operación Orión. Honor a los soldados y policías”. Así, defendió la incursión militar y los supuestos beneficios que trajo a la Comuna 13 su “pacificación”.
Días después, acusó también a la JEP de mentir en el proceso de los “Doce apóstoles”, otro crimen paramilitar que involucra a su hermano Santiago.
Pero el proceso de búsqueda en la Escombrera y en otros lugares del país apenas comienza. La agresividad y el temor de Uribe y la ultraderecha seguirán en aumento.
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