La última prueba de Jossimar Calvo: sobrevivir al atentado de Estambul

La última prueba de Jossimar Calvo: sobrevivir al atentado de Estambul

El campeón hacía escala en el aeropuerto cuando explotaron las bombas. Trinos desde Turquía dieron el parte de tranquilidad: había superado una nueva adversidad

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junio 29, 2016
La última prueba de Jossimar Calvo: sobrevivir al atentado de Estambul

Venía de ganar una medalla de oro y otra de plata en la Copa Mundo que se celebra en Turquía. Con su entrenador Jairo Ruiz, a quien Jossimar conoce desde que era un no que practicaba, casi por juego, en el gimnasio del colegio INEM de Cúcuta, y el resto de deportistas colombianos, hicieron escala en Estambul en su peregrinaje hasta la localidad de Adana-Mersin, al sur del país a donde buscaría seguir con la racha de victorias que lo ha puesto como uno de los cinco favoritos para llevarse el oro Olímpico en Río. Allí, en el restaurante del aeropuerto Ataturk, mientras cenaban, escucharon las explosiones. Los atletas y sus entrenadores ignoraban que tres hombres suicidas habían accionado las bombas que cubrían su cuerpo matando a 48 personas.  Jairo Ruiz respiró aliviado cuando comprobó que ninguno de sus pupilos había recibido un solo rasguño.

Todos los vuelos se cancelaron. El viaje quedaba en veremos. Acostumbrado a una disciplina impuesta a veces a la brava por su madre, Doña Nora, Jossimar temía por no llegar a tiempo a su cita mundialista. Por sus venas recorre la sangre del ganador. La primera batalla que ganó fue contra su propio peso y estatura. A los 8 años pesaba 16 kilos y no llegaba al metro de estatura. Era tan pequeño que le decían Lentejita. Muchos mediodías su madre, una modista que se ganaba el sustento a punta de vestidos y pantalones, lo recogía al colegio y lo encontraba estropeado: los niños de su misma clase lo robaban y lo golpeaban. Era menudito y no comía. Jairo Ruiz fue el hombre que lo convenció que era un campeón.

Pero el camino no era nada fácil. Además de preocuparse por engordar a su hijo, Nora tenía que esquivar los golpes que no paraba de tirarle el destino. Su máquina de coser se dañaba cada tanto y había días en que tenía que lavar ropa ajena para no pasar hambre. A veces ni siquiera le alcanzaba lo que ganaba para mandar en bus a Jossimar y éste tenía que recorrer los 8 kilómetros que lo separaban hasta el gimnasio del Inem, su lugar de entrenamiento. Allá, cuando veía las barras paralelas y el caballete se transformaba en algo parecido al hombre araña. Lentejita empezaba a transformarse en Jossimar Calvo.

A sus 21 años es un joven entregado a su disciplina: en su régimen están prohibidas las novias, las fiestas y el trago. Su único placer es escaparse de vez en cuando al cine, a ver a Walverine y todos esos X-Men que tanto disfruta. Le obsesionan los olímpicos de Río para la cual va a llegar transformado en todo un campeón del mundo. Sin embargo, lo que vivió el martes en la mañana lo toma como una buena señal: la onda explosiva no lo tocó, como si una fuerza misteriosa no lo dejara alejar del camino que lo llevará, ojalá, a la medalla de oro olímpica.

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