Las imágenes de las Farc viajando en canoas, lanchas, escaleras, buses y busetas a las zonas veredales de concentración temporal para la dejación de las armas, es, desde lejos, la noticia más importante de los últimos cincuenta años en este país, no sólo por su profundo significado histórico, sino porque, además, constituye nada más ni nada menos que el comienzo de la construcción de la democracia para una paz estable y duradera.
Sin embargo la noticia fue opacada por él escándalo de los sobornos de la constructora brasileña Odebrecht, a las campañas presidenciales del uribismo y del santismo, según lo manifestó el Fiscal Néstor Humberto Martínez, en investigación que fue trasladada al Consejo Nacional Electoral para lo que se relaciona con la violación de los topes electorales para la financiación de las campañas y el presunto recibimiento de dineros de parte de compañías extranjeras, pero que el ente acusador seguirá adelante en lo que tiene ver con los delitos de su competencia.
Esa es su obligación constitucional, si es que tiene la suficiente independencia, el valor civil, y la estatura moral, para continuar destapando las ollas podridas en las altas esferas del poder, evitando que se queden en un círculo vicioso, tirándose la pelota como en juego de pin-pon, como casi siempre ha ocurrido en este país donde la corrupción de las élites dominantes no pasa de “Exhaustivas Investigaciones”, para evitar que a los responsables les caiga “todo el peso de la ley”.
Nada raro que los sobornos de Odebrecht, pasen sin pena ni gloria por encima a los “altos dignatarios” del bloque dominante, sin romperlos ni mancharlos, y sin producir las consecuencias políticas y jurídicas para las próximas elecciones del 2018, quedando todo el escándalo como bien lo decía el Trio La Rosa: “Buche y pluma no más”.
Pero volvamos a la última marcha de las Farc, que debería de haber sido la noticia del momento por su significado histórico para el futuro de este país, incluido, claro está, el tema de la corrupción, pero bien determinadas las articulaciones y relaciones entre la corrupción y la guerra de 60 años que empieza a ver el final del túnel, y que está dando sus últimos coletazos desesperados con los sobornos de Odebrect y, afortunadamente, con las negociaciones públicas entre Gobierno y el Eln que arrancaron por fin el 7 de Febrero.
La foto de una guerrillera con un niño recién nacido en sus brazos y con su fusil en bandolera, saliendo de una canoa con motor fuera de borda a tierra firme, es de una elocuencia proverbial que, no obstante, ni siquiera mereció el despliegue a profundidad en los grandes medios de comunicación.
Todo lo contrario: los guerrilleros encontraron el terreno desierto: sin agua, sin luz, sin servicios sanitarios. Si éste es el desayuno ¿qué diremos cunado dejen las armas y tengan que enfrentar a los paramilitares? Y el grueso de la opinión pública ausente del debate, como queriendo meter a los guerrilleros en el gueto de Varsovia del holocausto nazi.
“Aunque no hay consenso sobre un número exacto, informes de organizaciones como Indepaz señalan que sólo en 2016 la cifra de integrantes de organizaciones sociales, ambientales y movimientos políticos de izquierda que fueron asesinados ascendió a 116. Eso sin contar los más de 300 amenazados y las casi 50 víctimas de atentados. En lo que va del 2017 han sido asesinados 13 líderes sociales, dos de ellos integrantes de Marcha Patriótica, tres líderes comunitarios, dos reclamantes de tierras, dos representantes de juntas de acción comunal, una de comunidades indígenas y el resto de asociaciones campesinas. ¿Qué más evidencias se necesitan para aceptar que estamos ante una emergencia?” (El Espectador-14-02-2017).
La ley de amnistía e indulto hay que implementarla ya, sin tanto “santanderismo” barato, ni tanta carreta leguleya. Lo mismo la Justicia Especial para la Paz; el desminado; la erradicación de los cultivos de uso ilícito; la reforma política-electoral; los planes productivos alternativos rentables para los guerrilleros y comunidades marginadas en las zonas de guerra; el desmonte del paramilitarismo; parar el asesinato de líderes sociales.
Por eso última marcha de las Farc se constituye en todo un manifiesto político para una revolución democrática en este país del medio-evo que no ha tenido todavía su renacimiento. Está diciendo que las Farc dejan la lucha armada para asumir la lucha política en campos y ciudades. Esto es lo que verdaderamente les preocupa a los sectores dominantes reaccionarios. Muertos del miedo asumen su desesperanza con la bandera del terrorismo, del odio y de la mentira, acudiendo ahora a su famosa “Posverdad”.
No hay última marcha de las Farc. El pueblo seguirá marchando sin fusiles, pero seguirá marchando, porque la forma de la jornada no la define ningún titular de la prensa burguesa, ni los titulares que se inventan periodistas que simulan estar más allá del bien y del mal, pero que a la hora de nona resultan los mejores novelistas de la hipocresía. No señores de la caverna: No se hagan ilusiones inútiles. La marcha del pueblo seguirá aquí y en Constantinopla.
Por eso es pertinente, urgente e indispensable, la conformación de una Gran Convergencia Democrática para la implementación y realización de los acuerdos de paz. Una gran coalición democrática que gane en la primera vuelta, pero que en todo caso tiene que pasar a la segunda con posibilidades de victoria para poder asegurar el desarrollo de la paz, construir la democracia y decirle adiós a las armas para siempre.
Guerra avisada no mata soldado, dice el refrán popular.