El tranquilo barrio londinense de Knightsbridge se ha visto perturbado desde hace más de un año por un huésped que alberga la embajada ecuatoriana. La mayoría de los vecinos se acostumbró a la nube de fotógrafos que suelen posarse cada mañana frente al enorme edificio victoriano. Para aliviar el estrés de convivir con una persona no grata ingresan al famoso almacen Harrods que queda justo a unos metros de la embajada. Las ventanas tapiadas le impiden a Julian Assange ver desde su habitación ese templo al consumo y la frivolidad, esos dos males de nuestros días, males que el creador de Wikileaks aborrece profundamente.
Desde esa estrecha habitación que se ha convertido en su oficina, su gimnasio, su sala de visitas y su dormitorio, se entera, a través de su anticuado computador portátil de lo que sucede en el mundo. Allí, en ese escritorio leyó completo el guión escrito por Josh Singer, basado en el libro Dentro de Wikileaks: mi tiempo junto a Julián Assange en la web más peligrosa del mundo, escrito por su antiguo colaborador y ahora enemigo Daniel Domscheit-Berg, donde muestra a un Assange autoritario, paranoico, vanidoso y algo enamorado de sí mismo.
Una vez leyó el guión intentó por todos los medios impedir que la película se filmara. Asesorado por el batallón de abogados que ahora lo acompañan a todas partes decidió demandar pero poco pudieron hacer para que la poderosa compañía Dreamworks, creada por Steven Spielberg, desestimara rodar el filme. Lejos de resignarse, Assange insistió en boicotear el rodaje. Se reunió con el actor Benedict Cumberbatch y trató de convencerlo de que no lo interpretara en la pantalla grande. Habló de la conspiración mundial fraguada desde internet para convertirnos a todos en esclavos del capitalismo, del lavado de cerebro grupal que se destila desde los medios de comunicación, apeló a su lucha por divulgar la verdad, algo por lo que ha sido perseguido y satanizado, esgrimió dos mil razones pero mientras hablaba el actor le iba copiando los gestos, las manías, la manera de hablar de Assange para después plasmarlo en la película que irá seguramente a colocarlo entre los actores más cotizados de Hollywood.
Benedict Cumberbatch interpretando a Julián Assange durante el rodaje de “The Fifth Estate”
Assange cree que The Fifth Estate forma parte de la campaña de desprestigio que se ha fraguado desde que el decidió divulgar los secretos más escabrosos del país más poderoso del mundo. La indignación creció desde que hace unos días se lanzara el tráiler oficial de la película “No se dejen engañar, el tráiler hace creer que le dimos a Irán armas nucleares y que matamos a dos mil personas” dijo Wikileaks desde su cuenta de Twitter.
En el tráiler de la película podemos ver los millones que se ha gastado DreamWorks. Sin duda que esta compañía está convencida de que The Fifth Estate podría ser una carta ganadora en los próximos premios de la Academia, sino que el escándalo alimentado desde antes de su estreno, garantizará una jugosa taquilla. El filme, según se puede ver en el avance, va mostrando la transformación sufrida por el personaje principal. De adalid de la libertad de prensa se va convirtiendo en un megalómano obsesionado por ganar la guerra de la información.
Los miles de seguidores de Assange han mostrado su descontento desde las redes sociales. La mayoría señala que se trata de una campaña de desprestigio mundial contra Wilkileaks y consideran un insulto que Bill Condon, quien estuvo a cargo de las dos últimas entregas de Crepúsculo sea justamente el director de la película.
Pero creemos que la indignación despertada por el tráiler es absolutamente exagerada. En las pocas imágenes que han mostrado hemos visto como un helicóptero del ejército de los Estados Unidos dispara contra una tropa de periodistas desarmados y la filtración de los noventa mil documentos militares. Lo que le habrá molestado a Assange es que en el guion que escribió Josh Singer él no sea el todopoderoso justiciero que cree ser.
Por lo pronto espera desde su habitación en la embajada ecuatoriana el estreno de The Fifth Estate. Sus abogados ya están listos para demandar. Mientras deambula de un lado para el otro de la pieza se detiene un momento para observar por un resquicio de la ventana tapiada como las gordas salen de Harrods llenas de bolsas de plástico. No murmura una maldición contra el capitalismo, al contrario, piensa en lo agradable que sería caminar a esa hora por la siempre nublada Londres.
Foto Portada: rt.com
