Esta es mi última crónica del 2021.Volveré a mi punto de enlace el 12 de enero. A esta edad provecta, habiendo soportado a garrotazo limpio las tres dosis pateadoras de la vacuna y de alistarnos para la cuarta que inevitablemente nos decretarán a los ancianos, creo que lo más prudente es hacer una pausa, rumiar todos los buenos momentos y borrar de la memoria los equivocados o dañinos. Ha sido un año que a los colombianos nos ha zarandeado más que otras calendas. El ímpetu con el que pretendió arrancar la dizque recuperación nacional se estrelló con el estallido social de abril y mayo en donde hasta el Palacio de Justicia de mi pueblo fue consumido por las llamas de la venganza. Por esos meses perdimos todo y todos y como apenas estábamos saliendo de las consecuencias del encierro preventivo por la peste, el trauma se nos ha hecho inolvidable.
Ahora terminamos otra vez el año agobiados por el recrudecimiento del covid en la vecindad hasta volvernos a hacer dudar de si la enfermedad esa es un negocio de las farmacéuticas o el comienzo acelerado del tantas veces postergado fin de la humanidad. Millones seguimos creyendo en la vacuna, pero hasta hoy ha sido imposible confiar en un medicamento que combata la peste de frente, no previniéndola. Millones más de personas de todo el mundo, no creen en las vacunas, pero tampoco creen en nada. Menos en las cifras elevadísimas de recuperación que un país como Colombia ha tenido.Pero aquí seguimos, atesorando los gratos recuerdos del 2021 donde los 50 años de mi novela Cóndores me permitieron pegarle un mordizco a la gloria y recibir, creo que con exageración, honores y reconocimientos. No sabemos sin embargo que tendremos en el 2022.
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Aquí seguimos, atesorando los gratos recuerdos del 2021 donde los 50 años de mi novela Cóndores me permitieron pegarle un mordizco a la gloria
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Ni siquiera los atropelladores algoritmos canjeándonos la libertad por la comodidad están en condiciones de insinuarnos lo que va a pasar. Elegiremos nuevo presidente y cualquiera que sea terminará por desacomodarnos. Maldeciremos o nos ilusionaremos con el mundial de Fútbol en Arabia. Pero como no sabemos hasta donde llegará esta nueva oleada de la peste que azota al viejo continente europeo, no tenemos certeza si podremos guardar esperanzas en Egan Bernal o en los ciclistas porque nadie garantiza que los dejen correr. Empero, zarandeados o no por este 2021, tendremos fuerza para hacer una pausa y valorar lo que tal vez hemos perdido y lo mucho que hemos ganado con sobrevivir. Fueron demasiados y muy cercanos los amigos muertos para olvidarse de que nos puede pasar lo mismo. Por ellos, empero, levantaré la copa el 31 y espero que ustedes, mis gratos oyentes y lectores, hagan lo propio por quienes ya no nos acompañan. Se lo merecen en su recuerdo.
¡¡Felices Fiestas!!