Se ha cerrado un capítulo importante en la historia de las luchas populares en Colombia. El pasado 25 de julio ha sido despedida una imprescindible, una persona incansable que dedicó su vida a la lucha por la transformación de este país, una mujer que enfrentó todas las adversidades por cuenta de su compromiso político y salió siempre avante, triunfadora e indoblegable. Una invencible. Ha sido despedida Celmira Cruz Oviedo.
Celmira fue de esas personas que, en palabras de Silvio Rodríguez, actuó siempre “sin excusa, sin ruego y sin ultraje”. Fue una mujer coherente. Decía lo que pensaba y hacía lo que decía. Siempre. Incluso a riesgo de ganarse problemas con quien fuera, aún con las autoridades de Colombia o de Cuba, por ejemplo, por denunciar en voz alta las cosas con las que no estaba de acuerdo. En tiempos como los que vivimos cuando ser “neutral” u “objetivo” es un valor cívico, el compromiso es una palabra que estorba y tomar partido es visto como algo anticuado, la figura de Celmira se erige como un referente de responsabilidad y de respeto a sí misma y a sus ideas.
Fue miembro del Comité Central del Partido Comunista Colombiano y a pesar de que en los últimos años se encontraba retirada de la actividad política, su casa siempre fue un lugar de acogida para sus amigos, quienes al calor de un café, aprendían de su experiencia y su conocimiento. Dictó línea hasta el final. Celmira podía mantener a sus interlocutores hipnotizados durante horas con su charla fluida, punzante y mordaz. Transitaba frenéticamente por los distintos temas que la apasionaban: La historia de los movimientos revolucionarios alrededor del mundo, las críticas implacables a la incoherencia de ciertos personajes de la vida nacional o sus anécdotas vividas con protagonistas del siglo XX. Como Estanislao Zuleta, hablaba siempre con intensidad, con una profunda convicción y con un cigarrillo en la mano. La lucidez la acompañó hasta su muerte. A sus 91 años se mantenía al tanto de la actualidad y se mostraba muy preocupada por el futuro del proceso de paz con las Farc.
Fue dirigente revolucionaria desde muy joven. En su Chaparral natal, en Cali o en Bogotá, siempre estuvo al frente de las luchas de los trabajadores, en el trabajo de solidaridad con los presos políticos y en las movilizaciones reivindicativas de las mujeres, lo que la llevó varias veces a la cárcel y al exilio. Lectora infatigable, poseía una extensa biblioteca con títulos sobre filosofía, historia, economía política, literatura y, por supuesto, las obras del marxismo leninismo, donde figuraban en especial lugar las obras completas de Stalin. Celmira nunca temió definirse como estalinista, al contrario, en el centro de su sala exhibía con orgullo un retrato del líder soviético. Cuando se le indagaba por ello, no vacilaba en defender su convicción con argumentos que resultaban difíciles de rebatir. No obstante, a pesar de su contundencia en el debate, Celmira era capaz de tener conmovedores gestos de ternura, como cuando recibía incondicionalmente en su casa a compañeros de las regiones que llegaban necesitados de ayuda y cobijo.
Celmira Cruz deja un ejemplo de firmeza, coherencia y solidaridad. Fue una luchadora infatigable que vivió los acontecimientos más importantes del siglo XX en Colombia siempre al lado de los trabajadores y los perseguidos. Perseguida, ella misma, logró sacar adelante a su familia y sobreponerse a las dificultades. Llegó al final de sus días orgullosa, digna y con su conciencia tranquila. Fue despedida con palabras de reconocimiento por sus compañeros, familiares y amigos y al calor de las notas de La Internacional. Se ha ido una mujer sin ambigüedades. Una mujer auténtica. Una genuina comunista.
Hasta siempre Celmira. Hoy estás celebrando con Fidel.