Esta columna será corta. Muy corta.
La agencia noticiosa AP transmitió al mundo el pasado viernes 19 de febrero, las palabras que pronunció el Papa Francisco a bordo del avión que lo transportaba hacia Roma luego de su visita a México.
En medio de su acostumbrada reunión a bordo con los periodistas, Bergoglio dijo que admitía la posibilidad de que las mujeres utilizaran anticonceptivos para evitar embarazos ante el virus del zika y reforzó la idea afirmando, incluso, que “evitar el embarazo no es un mal absoluto”.
Muchas de las declaraciones papales se convierten en caldo para la discusión profunda y en germen para extensos debates. Este no es el caso. Y no lo es porque el grado de memez del mensaje es tal, que dos párrafos bastan para despacharlo.
Me resulta casi imposible creer que Su Santidad, entre el extenso equipo que lo acompaña, no cuente con alguien medianamente sensato, capaz de notificarle que la sintaxis adecuada para su frase “evitar el embarazo no es un mal absoluto” es “evitar el embarazo no es un mal, en absoluto”.
El pontífice sigue convencido de que las mujeres latinoamericanas
están pendientes de saber qué opina
sobre sexualidad y concepción un hombre célibe para decidir sobre sus cuerpos
Se me hace patético el delirante ejercicio narcisista que se esconde tras la idea central de su primera afirmación: el pontífice sigue convencido de que las mujeres latinoamericanas (incluso las mujeres que se autodenominan católicas), están pendientes de saber qué opina sobre sexualidad y concepción un hombre célibe y sin hijos, para entonces decidir qué hacer con sus cuerpos.
Patético, delirante, narcisista, insensato. Inventario (y reiteración) de adjetivos.
A su regreso de África, el año pasado, alguien preguntaba a Francisco sobre si la Iglesia reconsideraría su postura de prohibir el uso del condón. Una postura que ha costado miles de vidas por sida en un continente donde miles de mujeres (allí sí) siguen las indicaciones de sus pastores.
El papa evadió la respuesta y afirmó que había problemas más urgentes que ese, y que solo cuando esos problemas urgentes se solucionaran, se podría hablar de temas como el uso del condón.
Imagino que ahora piensa que el uso o la prohibición de una pastilla por parte de una mujer adulta, consciente y autónoma, es un tema mucho más importante que la desigualdad, el hambre, la violencia o la exclusión.
Por eso esta nota es corta. Porque las necedades, en especial cuando son conscientes y repetidas, no merecen que se invierta párrafos en ellas.
