La tristeza de don Antonio

La tristeza de don Antonio

Un vendedor de pasteles de a pie

Por: renson said
febrero 02, 2015
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La tristeza de don Antonio

Don Antonio Villamizar Moreno es un hombre de 65 años, vive en una zona de invasión al pie de la carretera del anillo vial, lleva media vida como vendedor ambulante y tiene un carrito de pasteles al pie de la catedral. Con ese carrito sostiene a su mujer y a sus dos hijas, una de 13 años (que está en el colegio), y otra de 21, que cursa segundo semestre de enfermería en la universidad pública. El miércoles pasado, en la madrugada, miembros de la policía metropolitana y funcionarios de la alcaldía del lobo, allanaron de forma ilegal los parqueaderos donde don Antonio y la mayoría de vendedores ambulantes guardan sus vehículos (carretas, zorras, triciclos), y en una operación relámpago que no dio tiempo para reaccionar, hicieron decomiso: se llevaron las carretas (para luego destruirlas) y amenazaron con cerrar parqueaderos que se presten para alojar este tipo de vehículo de tracción humana. Fueron más de cien los vehículos que se llevaron en defensa de la Constitución y las leyes, para convertirlos luego en leña. ¿En leña? Conociendo al alcalde es probable que a esos carros les pase un brochazo de pintura y luego los venda como nuevos a los mismos vendedores ambulantes.

Debe darle vergüenza al comandante de la policía, coronel Jaime Barrera, darse cuenta que sus hombres, en ese allanamiento, también se llevaron las pimpinas de gas. No levantaron acta de decomiso. ¿Están las pimpinas en su casa, coronel? ¿Las van a vender en San Cristóbal? La autoridad no se puede ejercer pisoteando a los más débiles. Debe darle vergüenza al secretario de gobierno, Óscar Gerardino, y al de seguridad ciudadana, Tubalcail Contreras (quienes dirigieron el operativo), poner su juventud y talento al servicio del alcalde más tramposo, mitómano y megalómano que ha dado la historia de la ciudad.

Me encontré con don Antonio deshecho. Me dijo que no entiende por qué le pasaba esto si él, como todos los vendedores ambulantes, votaron por Donamaris. “yo voté por el alcalde porque nos prometió 20 mil casitas para lo más pobres, y mire, doctor, no sólo no nos dio la casita sino que nos quita el único empleo que tenemos”. Don Antonio se seca las lágrimas y remata: “con la crisis que hay, con tanto desempleo que hay, y el alcalde quitándonos el trabajo que hacemos honradamente”.

Dice el alcalde que en el operativo encontraron ratas, pero no dice si se las llevaron detenidas en cumplimiento de la ley, o andan por ahí, escarbando en Hacienda. De todos modos, si hay ratas, la culpa es suya, señor alcalde. ¿Dónde están los 75 millones de pesos que, según usted, invirtió para comprar un cargamento de cebo rodenticida para acabar con todas las ratas de la ciudad? No solo no acabó con las ratas sino que ahora proliferan al punto de que arrasan hasta con las pimpinas de gas.

Dice el alcalde, en su lenguaje de alcalde, con su alta investidura de alcalde, que “la gente compra mierda en la calle”. De acuerdo, le doy la razón. Pero si la compran es porque se la venden. Y recuerdo que usted les vendió a los vendedores ambulantes la promesa de las 20 mil casas, y ellos se la compraron a ciegas, asaltados en su buena fe. Ahora, el tema de los vendedores ambulantes es muy complejo y ahí nadie tiene la última palabra. Es fácil desde una oficina sentar cátedra, pero otra cosa es estar en los zapatos de don Antonio. Entiendo que hay que recuperar el espacio público, ¿pero, a cualquier precio? Hay quienes se indignan por el abuso de autoridad del gobierno de Venezuela, y hasta se rasgan las vestiduras señalando arbitrariedades, pero acá, en cambio, se hace un allanamiento ilegal y nadie dice nada. Le aconsejo a don Antonio que no se ponga triste, que se indigne, y contagie de indignación a todos los suyos. Un vendedor ambulante es superior a un alcalde: el vendedor ofrece productos a sus clientes. El alcalde, en cambio, ofrece su alma al mejor postor.

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