No miente Andrés Pastrana Arango –aquel que supo ser el último dirigente conservador en el poder– al decir vehementemente que Ernesto Samper sí recibió el apoyo económico del Cartel de Cali. Como tampoco nos miente Aura Rocío Restrepo, exreina de belleza y exesposa de Miguel Rodríguez Orejuela, al decir que su exmarido aportó varios millones de dólares para que el político liberal alcanzara su cometido: llegar a la Casa de Nariño. Esta es una verdad que, aunque algunos busquen negarla, nadie la podrá ocultar. Así de simple es la cosa.
¿Por qué? Por qué después de viejos los Rodríguez tratan de negar algo que salió de sus caletas –recuerden la última misiva que escribieron defendiendo a Samper–, con tal de difamar y maltratar a todo aquel que supo del trato que quiso librarlos de la extradición. Sin embargo, Aura Rocío Restrepo, siendo realista con lo que pasó, sí tiene la templanza para afirmar que la campaña samperista conocía a la gente que financió su llegada a la presidencia.
Nadie comprende por qué ahora los Rodríguez tratan de limpiar la honra de Samper, ni mucho menos qué buscan engañando al pueblo colombiano. Se hace difícil digerir que ellos quieran sacar del fango a un tipo que hoy posa de moralmente maltratado, cuando demostró ser un corrupto que supo gobernar, y que hoy se alinea con la izquierda comunista creyéndose amigo de las renovaciones sociales.
Se equivoca Samper –y mucho– al creer que nos vamos a olvidar de su escándalo, sabiendo que pruebas sobran para condenarlo socialmente. Que no piense que se va a limpiar apoyando la candidatura de Petro –que, dicho sea de paso, les ha hecho guiños a todos los delincuentes de este país con su “perdón social”–, porque la sombra del árbol que lo cubre tiene los mismos pecados que hoy nos hacen condenarlo.
Decía Cicerón “servirse de un cargo público para enriquecimiento personal resulta no ya inmoral, sino criminal y abominable”. Yo le hubiese acotado, según mi humilde opinión, que igualmente es inmoral aprovecharse de los recursos mal habidos para llegar a ese cargo público. Pero este pueblo ingrato y mal agradecido hoy se hermana con los bandidos, a sabiendas de sus delitos y sin importarle el futuro de una nación que corre el riesgo de ser gobernada por persona despreciables.
Solamente me queda por decir, en medio de toda la debacle social y política en la que vive el país, que los hombres y mujeres que se consideran de derecha y totalmente demócratas, en el ejercicio de hacer respetar sus derechos, no pueden amilanarse ante esta nueva sociedad degenerada: esa que apoya el aborto, sabiendo que es un crimen; que se escuda en los encapuchados llamados la primera línea, bastión de la izquierda para promover la insatisfacción social; y que cree que tipos como Petro o Samper tienen de verdad conciencia social, cuando la corrupción los une y los hacen creer que pueden gobernar.