El otrora poderoso e influyente partido político comandado por el expresidente Álvaro Uribe, mejor conocido como Centro Democrático (a secas, uribismo), atraviesa hoy por hoy una de sus más grandes crisis de liderazgo y representatividad: es un movimiento venido a menos, que no es ni sombra de lo que fue durante sus más de 20 años ostentando el poder y la burocracia.
Al parecer, el expresidente y su partido venían muy acostumbrados a que por estas fechas de festividades navideñas mientras los colombianos departían con natilla y buñuelos, ellos gozaban de las mieles de la politiquería repartiendo mermelada, untando a los congresistas para que apoyaran sus proyectos y cambiando la ley. Así mismo, pasando por encima de la voluntad del pueblo colombiano, que acumulaba y acumulaba un resentimiento que finalmente estalló en las urnas.
En esas urnas fue elegido el hoy presidente Gustavo Petro. El voto fue mayoritariamente por su movimiento, el Pacto Histórico, que relegó al Centro Democrático (y de paso al uribismo) a ser un partido minoritario. De hecho, a su jefe natural se le vio diezmado, a tal punto que le tocó reconocer su derrota, darle la orden a sus coequiperos de reconocer los aciertos del presidente Petro y dejar de decirle “castrochavista”. Como diría Barney el dinosaurio: “¿Qué pasó, amiguito?”.
El uribismo ha quedado como el niño de aquella triste canción navideña que entre lágrimas canta “Mamá, ¿dónde están los juguetes? Mamá, el niño no los trajo. Mamá, el niño no me quiere”. Y ahora diría: “Mamá, ¿dónde están los voticos? Mamá, el Ñeñe no los trajo. Mamá, el pueblo no me quiere”.
Sí, lo perdieron todo, solo le quedan las fake news del senador Miguel Uribe, que promueve mensajes de odio y titulares sensacionalistas. Al leerlos es fácil desvirtuar todo lo que dice el nieto de Julio César Turbay Ayala (de ahí viene su ascendencia de delfín), adoptado ahora por Álvaro Uribe. Esos titulares traídos de los cabellos, como cuando dijo que Falabella cerraba sus almacenes en Colombia por la incertidumbre causada por el gobierno Petro. Parece un chiste, pero es real y se llama Miguel Uribe.
Sí, lo perdieron todo, hasta a José Félix Lafaurie. En una jugada estratégica, el presidente Petro lo invitó a liderar por parte de Fedegan la negociación de tierras que serán entregadas a los campesinos como mecanismo de reactivación del agro. Así mismo, el ganadero se convirtió en uno de los negociadores en el proceso de paz total con el ELN, dejando al uribismo con una pata chueca en su principal caballo de batalla: la guerra y el enfrentamiento (los procesos de reconciliación por vías pacíficas nunca fueron de su agrado). Quedaron ¡plop! como Condorito.
Sí, lo perdieron todo, hasta a María Fernanda Cabal. Ahora la senadora anda como rueda suelta contradiciendo a su jefe Uribe. Mientras él se reúne con el presidente Petro y lo elogia, ella se despacha con su discurso anticomunista. Mientras el expresidente está calladito concentrado en defenderse de las graves acusaciones que lo tienen ad portas de un nuevo juicio por manipulación de testigos, ella le inyecta veneno a su arlequín Miguel Polo Polo para que haga las mieles del ridículo en el Congreso y pelee para que no lo bajen de la curul que se ganó de forma discutible.
La Cabal cada día se aleja más del uribismo y condena a ese movimiento a la orfandad de poder. Ella sabe que será muy pero muy difícil que los colombianos los vuelvan a elegir, y prefiere abandonar el barco ahora que aún tiene algo de popularidad; así a su jefe le toque esconderse, como él dice, “para no hacerle daño a la imagen de sus candidatos”.
El Centro Democrático lo perdió todo. Esta será una Navidad diferente para los uribistas: no habrá natilla de repartija de contratos, los buñuelos estarán duros como el corazón de sus antiguos aliados y la mermelada del clientelismo les sabrá amarga... muy amarga, como recordando las décadas de malos gobiernos que le hicieron tragar a los colombianos que hoy viven el gobierno del cambio.