Cuentan en mi pueblo que un hombre rico y prestigioso, meses después de casarse, en medio de los rumores a escondidas de sus vecinos, al fin se enteró de que su anhelado primogénito no era de él, sino del antiguo novio de su esposa que se le adelantó en la despedida de soltera, mientras que sus amigos lo atiborraban de clasudas putas en la suya.
Tanto quería a su esposa y estimaba su reputación como “hombre de bien y próspero empresario” que prefirió aguantarse y después de una prolongada charla a calzón quitao, en la intimidad de la alcoba, acordaron convivir respetando mínimas reglas y él aceptar al niño como suyo y educarlo como un verdadero padre.
Así sucedió, pero cuando el hombre era víctima de accesos de ira o se emborrachaba y el alcohol trastornaba su personalidad convirtiéndolo en un repulsivo Mr. Hyde, súbitamente desaparecía el cariño que le había cogido a la criatura y se le alborotaba el recuerdo del machismo burlado, siendo el pobre infante la víctima de agresiones físicas y psicológicas que le descargaba en forma de coscorrones, pellizcos, patadas e insultos, proferidos cuando la madre estaba ausente.
Así le sucedió al acuerdo de paz casado entre el gobierno de Santos y guerrilleros de las Farc con el padrinazgo de Noruega, la Comunidad Europea, la ONU, el gobierno de los Estados Unidos, con el celestinaje de Cuba que les prestó la alcoba, pero repudiado por el nuevo marido acicateado y presionado por su padrastro: —el dueño de la fortuna, los hilos del poder y voz cantante de su club de amigos congregados alrededor de “tradición, familia y propiedad” y el “Club de caza con AK-47 y mini Uzis y pesca con trasmallo para agarrar de todo”—, quien amenazó con desheredarlo si no rechazaba a ese hijo indeseado que se salvó del intento de aborto del plebiscito, y logró ser bautizado por la iglesia, registrado en la notaría y con millonarios regalos que le hicieron sus padrinos para que se convirtiera en un educado y próspero ciudadano.
Duque, el ala radical del Centro Democrático y los militares en contra después del plebiscito no se contentaron con los cambios hechos en Cartagena al acuerdo original firmado en La Habana y durante los primeros años de su gobierno se dedicaron a “hacer trizas el acuerdo” no copando los territorios dejados por las Farc para que entraran toda clase de grupos violentos de “izquierda, derecha y delincuencia común”, y así continuar el ambiente de guerra tan propicio para lanzar la piedra y esconder la mano, y negando y boicoteando a la JEP; mientras frenaban y dejaban sin presupuestCubao a los procesos de restitución de tierras y la Reforma Agraria Integral, y le entregaban a las voraces langostas de los narco-hacendados-parapolíticos las selvas que antes ocupaban las Farc para que extendieran sus latifundios ganaderos y de palma, dedicándose el gobierno a aparentar que estaban cuidando bien al muchacho no deseado, comprándole buena ropa y prodigándole otras carantoñas con la millonaria herencia que le destinaron los ricos amigos de Europa y Norteamérica, para que estos no fueran a cortar el chorro que les permitió financiar varias agencias gubernamentales donde emplearon a sus condiscípulos de la Sergio Arboleda y de la coalición y el partido de gobierno.
Les quedaba muy mal echar por la borda todo el acuerdo y desperdiciar los millones de dólares y euros que les mandaban los padrinos de afuera y los propios del presupuesto nacional, y por eso limitaron el alcance a los acuerdos a lo mínimo y cosmético, concentrándose en los desmovilizados y en apoyar algunos proyectos productivos y de reinserción social adelantados por ellos y sus familias en puntos específicos del territorio nacional y zonas de influencia en los municipios declarados PDET, pero en medio de la violencia e inconformidad social crecientes y el asesinato de 292 desmovilizados, archivaron puntos que apuntaban a desmontar factores de conflicto socio-económico y político en todo el país, como la Reforma Agraria Integral, la restitución de tierras despojadas por los paramilitares y “vendidas a terceros compradores de buena fe”, la sustitución de cultivos de coca, las reformas política y electoral, entre otros.
Después del inminente divorcio de la pareja, vamos a ver si el nuevo padre que sea elegido en las elecciones presidenciales de 2022 se decide a criar a ese hijastro con todas las de la ley, o a seguirle prodigando tres garrotazos por vergonzantes y mínima caricias y una ensalada de zanahoria.