Se comenzó a hablar de paz cuando la dimensión de la violencia llegó a convertirse en amenaza de desestabilización del país.
Antes la guerrilla era marginal y la solución era derrotarla.
Bajo Turbay, la toma de la Embajada Dominicana fue un reto que se respondió con el Estatuto de Seguridad, en la práctica una declaratoria de guerra por parte del Estado.
El auge de los carteles de la droga y el enfrentamiento entre ellos dio el nivel de violencia que requirió la búsqueda de acuerdos para desactivarla. Belisario Betancur después de la muerte de Rodrigo Lara autorizó los contactos de López con los voceros en Panamá para intentar a través del Procurador y Bernardo Ramírez una negociación. Este intento se frustró porque Juan Manuel Santos ‘reveló’ esto como si por ser reservado o secreto fuera indebido.
Belisario con el M-19 hizo los acuerdos de paz que esa guerrilla consideró incumplidos y según ellos justificó el Holocausto del Palacio de Justicia.
Bajo Barco se dieron las muertes de Pizarro, Pardo Leal, Bernardo Jaramillo lo que permitió el falso cuento de una séptima papeleta que nunca existió; pero con ese cuento, mediante un decreto de Estado de Sitio, se inventó una nueva Constitución.
Ese fue el comienzo del gobierno Gaviria, coincidente con la caída del muro de Berlín, la implosión de la Unión Soviética y el Consenso de Washington. Este trajo la implantación de las medidas del neoliberalismo. Se acompañó de la derrota ideológica de la guerrilla de izquierda, de la entrega de varios grupos de insurrectos y de la Constituyente llamada entonces “de la Paz”. Ese gobierno, el mismo día de las elecciones y desconociendo las conversaciones que estaba adelantando, bombardeó al Secretariado en Casa Verde, con lo cual desapareció la posibilidad de un ‘aterrizaje suave’ o negociación de Paz; quedó entonces la Farc obligada a seguir la guerra ya sin objetivo o expectativa de cambio de modelo de Estado y reducida a mantener su supervivencia.
Bajo el gobierno Gaviria también se rompió el principio sentado desde la época de Alberto Lleras en su discurso del Teatro Patria, donde delimitó las órbitas entre poder militar y sociedad civil para que no se confundieran; con la creación de las Cooperativas de Seguridad que después se llamarían ‘Convivir’ nació el paramilitarismo como vinculación de grupos armados de civiles para respaldar las fuerzas militares. También bajo ese gobierno se pactó y se hizo aprobar la no extradición para lograr la entrega y el encierro de Pablo Escobar en la mansión diseñada y construida por él para él. El absurdo y el abuso de esta situación llevó al intento de trasladarlo. Entonces también bajo Gaviria su fuga significó la declaratoria de guerra contra el Estado, con las bombas terroristas y los pagos por asesinatos a los policías.
Del gobierno de Ernesto Samper quedó más la imagen de la persecución y captura de los miembros del Cartel de Cali para desvirtuar la supuesta deuda que tendría con ellos. En parte por eso, los intentos de diálogos de paz tanto con el ELN como con las Farc no prosperaron y quedaron tan frustrados como los anteriores.
La ‘paz’ de Pastrana se buscó mediante escenarios e imágenes vendidas a través del poder de comunicaciones. Desde el reloj de Tirofijo que le dio el triunfo, hasta la ‘silla vacia’, fue un manejo mediático sin programa ni dirección, invitando a altos protagonistas nacionales e internacionales (hasta el presidente de la Bolsa de Nueva York). Lo simultáneo y lo real fue el ingreso del término ‘narcoterrorismo’ a la política de los Estados Unidos para montar el Plan Colombia, con el cual los recursos contra la droga podían ser usados contra la guerrilla, el presidente se dedicó a pasear la escudilla por el mundo pidiendo ayudas para adelantarlo, y, como lo reivindica, aumentó la capacidad bélica del Estado, aunque simultáneamente la de la insurgencia.
Álvaro Uribe subió cuando el país estaba hastiado de intentos frustrados de paz, y el poder aumentado de las fuerzas militares podía ser usado para adelantar la guerra. Desde sus épocas de gobernador había utilizado y multiplicado los vínculos paramilitares con las Convivir (tipo ‘los Doce apóstoles’ ). La cercanía después de que lo ayudaron a su elección la formalizó con el segundo Pacto de Ralito y la creación de la Ley de Justicia y Paz para su desmonte. (El primer Pacto de Ralito había sido entre los paramilitares y algunos políticos para tomarse –“refundar”- el Estado). Se montó sobre las líneas de ‘Verdad, Justicia y Reparacion, y garantías de no repetición’. El incumplimiento de las mismas, o según muchos, el miedo a que cumplieran la primera revelando las responsabilidades de quienes estaban detrás de ellos hizo que fueran extraditados. La represión de parte del Estado los remplazó y las ejecuciones extrajudiciales, ‘falsos positivos’ y operaciones mixtas sustituyeron a las motosierras y los hornos crematorios.
Bajo el supuesto de la continuidad de esa política se dio el acceso de Juan Manuel Santos a la Presidencia. Bajo algo de Ego, de habilidad como jugador de póker, y de una buena lógica analítica, entendió que no era posible el desaparecer la guerrilla pero que a su turno está ya no contaba en sus expectativas la toma del poder. Que las dos partes estaban en la necesidad de acabar la confrontación a cualquier costo, y que el único problema era cómo evitar que aparecieran vencedores y vencidos. El ‘Acuerdo’ era anterior al contenido (del borrador al texto final no hay cambios; el triunfo de NO fue como si no hubiera existido; al punto que no se sabe cómo, cuándo, o si se remplazó el texto de La Habana por el del Colón, que habían sido depositados tanto ante el Comité el Comité Internacional de la Cruz Roja como ante el Consejo de Seguridad de la ONU).
Para el gobierno Duque el acuerdo pasó como si no existiera (ni siquiera para ‘volverlo trizas’), y la pausa y la atención de la Pandemia le ayudó a desaparecer el tema de la paz del debate y casi del interés nacional.
Hasta aquí la paz se había referido a las confrontaciones con las organizaciones de violencia armada.
Con el nuevo enfoque de Petro se dio más relevancia al ‘perdón y reconciliación’
Petro se encontró con todos estos fracasos y en un arranque mesiánico, maximalista y utópico se lanzó al concepto de “Paz Total”, el cual aunque no se ha explicado, se ha entendido -o parece entenderlo Petro- como el acabar con todos los conflictos y fuentes de violencia al mismo tiempo. Con el nuevo enfoque se dio más relevancia al ‘perdón y reconciliación’.
En cierta medida el Acuerdo de 2016 se pierde dentro de todos los otros intentos de negociaciones (con, Ivan Márquez, con Mordisco, con el Clan del Golfo, con los xxx, etc ). Y el gran tema de la Paz Social -en principio columna vertebral de la verdadera Paz- pierde dinamismo ante esos conflictos. En manos de los instrumentos transitorios negociados (Justicia y Paz, Justicia Especial para la Paz, y los que se intentan negociar) se maneja el principio de que ‘sin Justicia no puede haber Paz’.