Entre lágrimas, oraciones, y un plañir sosegado y profundo, muy propio de la gente que lleva una cruz pesada desde que llegó a este mundo y ya posee un aura de resignación, fue despedido Yoimar Muñoz, uno de los seis jóvenes asesinados el pasado viernes en zona rural del municipio de El Tambo, en unos hechos que conmocionaron al Cauca y al país.
El cuerpo fue velado en el interior de un humilde rancho en el asentamiento Pubús, al occidente de la ciudad de Popayán. Este es uno de los tantos sectores vulnerables que se extienden por las inmediaciones de la variante sur y que acaba siendo la residencia de miles de caucanos que llegan a la ciudad blanca huyendo del conflicto armado y la miseria de los campos para terminar viviendo otro tipo de miseria y otras formas de violencia.
Yoimar vivió con su madre durante sus 25 años en la misma vivienda donde sus familiares y allegados hoy le dan su último adiós. Dada la cercanía a la quebrada Pubús esta y las demás casas son húmedas y frías. Están construidas casi en su totalidad con madera, precisamente el trabajo con este material es una de las actividades que más ocupa a los habitantes de este sector. El pasado viernes Yoimar salió de la suya a las 11 de la mañana rumbo a El Tambo con el propósito de cortar una madera. Nunca regresó.
Al igual que Yoimar, los otros jóvenes víctimas de la masacre de La Uribe vivían en Popayán en barrios vulnerables. Recordemos que los hechos se presentaron en la tarde del viernes en la vereda Ortega perteneciente al corregimiento La Uribe, distante a más de hora y media de la cabecera municipal de El Tambo, zonas donde se extingue la presencia del Estado colombiano y el poder pasa a manos de grupos insurgentes.
Sobre la masacre se manejan distintas hipótesis teniendo en cuenta la presencia de disidencias de las Farc, núcleos del Eln y un nuevo grupo armado conocido como Segunda Marquetalia. Todos se disputan el negocio del narcotráfico.
“En juego está algo muy grande para ellos. Ahora no se puede entrar en los territorios así por así. Matando gente quieren meter miedo a la comunidad y sus enemigos”, expresó uno de los familiares.
El pasado lunes el Ministerio de Defensa y las Fuerzas Militares entregaron detalles sobre las masacres ocurridas entre el 20 y 24 agosto en diferentes zonas del país. Sobre la ocurrida en El Tambo, el director de la Policía aseguró que varios “tienen registros en el sistema penal acusatorio y algunos ya habían sido judicializados por otras actuaciones criminales”.
Con esas declaraciones el alto mando pareciera legitimar lo sucedido. Tenían antecedentes por lo tanto es "normal" lo sucedido.
Debemos considerar normal entonces que unos muchachos de familias expulsadas por la guerra, empujadas a entornos urbanos marcados por la pobreza, y sin un horizonte de trabajo o estudio para salir adelante, terminen involucrados en actividades ilícitas y acaben amarrados y fusilados por grupos al margen de la ley en un paraje rural.
Hasta ese punto hemos llegado, la masacre de unos jóvenes a los que la sociedad no les ha ofrecido un proyecto vital termina siendo justificada.
