Antes de los años cincuenta los Sikuanis se movían con entera libertad por los Llanos orientales. Fiel a su pasado prehispánico se sentían libres para cazar en un territorio tan extenso como el mundo mismo. Sin embargo llegaron los caucheros. Ya habían estado a comienzos de siglo en Brasil y en el Caquetá, dejando episodios tan escabrosos como el de la Casa Arana, aplicándole terribles torturas a los indígenas. Acosados los Sikuanis tuvieron que apiñarse en un solo sitio. Puerto Gaitán fue uno de esos lugares en donde paulatinamente se fueron transformando en un pueblo sedentario. Cuando se fueron los caucheros aparecieron nuevos problemas para los indígenas. El más grave de todos fue el narcotráfico, los cultivos ilícitos y las masacres como la que se dio en Mapiripán entre el 15 y el 20 de julio de 1997 donde paramilitares a cargo de Carlos Castaño asesinaron a 49 personas. Y sin embargo los Sikuanis resistieron.
Viven en malocas construidas con palmas de moriche, las 458 familias que aún persisten en este pueblo viven en las partes altas de los bosques de galerías y sus mujeres siguen llevando faldas de colores y coronas hechas con huesos de jaguar. Sus chamanes son la máxima autoridad ya que pueden comunicarse, después de beber sus pócimas sagradas, con sus dioses. Durante una década vivieron sin que ninguna amenaza los cercara. Todo estaba bien hasta que llegaron los menonitas al Meta.
Esa comunidad religiosa empezó a llegar desde Chihuaha, México, a Puerto Gaitán en el 2014. Desde entonces han comprado 32.253 hectáreas provocando el desplazamiento de los Sikuani quienes ahora deben resignarse no sólo a perder su territorio sino a vivir en chozas de plástico, tabla y lona.
El principal lugar donde se ubican los Menonitas en Puerto Gaitán lo bautizaron como Liviney. Allí se encuentra la iglesia, la escuela donde estudian los niños y el cementerio donde entierran sus muertos. El problema es que ese lugar está construido sobre Ripialito, uno de los sitios sagrados de los Sikuani.
Si existe una comunidad misteriosa estos son los menonitas. El 23 de abril de 1529 fue promulgada en todos los territorios del Sacro Imperio Romano una ley que aprobaba el exterminio de los anabaptistas quienes, impulsados por Ulrico Zuingilo, se rebelaron ante una Iglesia de Estado, capaz de cobrar en metálico por el perdón de los pecados. A pesar de la carta blanca que tenía el imperio para aplastarlos, los anabaptistas de Munster, hoy una ciudad alemana, se levantaron según sus creencias y fueron masacrados sin piedad. La cifra, afirman, supera los doscientos muertos. Horrorizado el sacerdote católico de Frisia, hoy Países Bajos, Menno Simons, se aferró a la creencia de que sólo en la biblia estaba la verdad. Guio a los anabaptistas sobrevivientes primero a Europa Oriental y luego en su empeño de cruzar el Atlántico y asentarse, en 1683, en Pensilvania, territorio de los que serían llamados un siglo después los Estados Unidos de América.
Desde entonces no sólo se han caracterizado por vivir en paz sino por llevar los mismos atuendos que lucían los anabaptistas a finales del siglo XVII. Se estima que hoy hay unos 2.100.000 de estos descendientes desperdigados por el mundo. Están distribuidos de la siguiente forma: 735 000 en África, 672 000 en América del Norte, 420 000 Asia y Pacífico, 270 000 Hispanoamérica y el Caribe, 63 000 en Europa. En Colombia, hasta el 2018, no se conocía presencia de ellos.
La usurpación al territorio Sinuaki no es el único problema. Su llegada ha representado cientos de miles de hectáreas deforestadas. Desde el 2018 unos 300 menonitas desembolsaron 64 mil millones de pesos para quedarse con tres megafincas. Estas son Liviney, Australia la Florida. El gobierno Petro les ha empezado a seguir la pista debido a las denuncias que han venido haciendo, desde hace cinco años, los indígenas sin que los escuche nadie. Por eso tiene un plan para empezar a cancelar sus visas de residencia que habrían sido obtenidos de manera irregular. La adecuación de estos suelos ácidos para semprar cultivos de arroz, soya y maíz ha devenido en un desastre ambiental. Además la siembra indiscriminada de palma africana está deteriorando e inutilizando el suelo.
La compra de estas tierras las están haciendo por medio de hipotecas lo que hace que no sea posible rastrear el origen de estos pagos. Según Rutas del conflicto los menonitas, aunque compran y trabajan la tierra de manera individual, sus colonias se desarrollan como empresas agroindustriales. Por eso están trabajando de la mano de La Fazenda, del grupo Bios. Hay evidencia de que esta comunidad religiosa le están vendiendo cosecha al grupo Bios y a la empresa Florhuila. Aunque en sus casas, por sus creencias, no tienen televisor, ni radio y sus mujeres usan vestidos propios del siglo XIX, cuentan con camionetas 4x4 de última generación y maquinaria de alta tecnología. En el año 2018 trajeron a los Llanos maquinaria pesada de Estados Unidos, Canadá y Japón por cerca de 2.5 millones de dólares.
Debido al reclamo de los Sikuanis a entidades como la corporación Cormacarena ya se piensan tomar cartas en el asunto desde este gobierno. Se espera que dentro de muy poco tiempo empiecen a salir del país los miembros de esta comunidad religiosa.
