La transformación del país tendrá que esperar

La transformación del país tendrá que esperar

"Este año se repetirá una contienda entre las fuerzas políticas tradicionales, con más diferencias de forma que de fondo"

Por: Fabián Valdés Torres
marzo 20, 2018
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La transformación del país tendrá que esperar

El proceso para convertirnos en otro país está tardando más de lo esperado. La incertidumbre sigue creciendo y todavía no sabemos si seremos como Venezuela o Dinamarca, como Qatar o como El Congo. Optimistas y pesimistas nos transformamos lentamente en desconcertados. Sea usted de derecha, izquierda, centro, centro del centro o simplemente una persona racional, si realiza un ejercicio electoral a conciencia, tras los eventos de las últimas semanas le deben haber quedado muchas dudas.

El colombiano, si lo asimilamos en su promedio, tiene comportamientos bastante irracionales, odia la política tradicional y reelige a Roy Barreras, quiere justicia pero vota por Aguilar y Besaile, se queja de la corrupción mientras doblega su voluntad por cincuenta mil pesos. Los hijos que poco se ocupan de sus padres acompañan ancianos hasta los puestos de sufragio más alejados. Tiene un comportamiento tan esquizofrénico que un político que no estaba en contienda obtuvo más de ocho mil votos en los pasados comicios.

Una de las razones por la cual este país es uno de los más felices del mundo es su falta de memoria, la otra es la capacidad de ver el vaso medio lleno, aunque solo tenga algunas gotas; somos capaces de sentirnos capitalistas pagando arriendo y temer la expropiación de baldíos mentales. Haciendo gala de esa cualidad se puede destacar algo positivo de las últimas elecciones. Empecemos por bajar las expectativas, aunque muchos ciudadanos lo deseábamos, no íbamos a levantarnos como una nueva Colombia de la noche a la mañana. Los electores corruptos, aquellos delincuentes del día día, no se convertirían en personas educadas, informadas y honestas por arte de magia. Para ir de A a C, se debe pasar por B.

Un resumen de hechos positivos es el siguiente: el abstencionismo disminuyó levemente. Poco a poco, se pasa de la indignación en la calle y el activismo en redes sociales a las acciones efectivas. Muchos nuevos grupos de ciudadanos, incluso aquellos que no alcanzaron el objetivo, le arrebataron votos al clientelismo. El partido de la U relacionado con escándalos de corrupción fue castigado con una pérdida significativa de curules. El partido Alianza Verde que ha liderado la consulta anticorrupción, y cuenta con un icono de la cultura ciudadana como es Antanas Mockus logró duplicar su participación. Jorge Robledo calificado como mejor senador fue electo para un nuevo periodo. El partido Mira recuperó su participación y el Centro Democrático, con el senador Álvaro Uribe quien innegablemente tiene un voto de opinión, mantuvo su número de representantes.

Vislumbrando la opinión de los escépticos, vale la pena aclarar que elegir a alguien por sus propuesta no garantiza un éxito, toda vez que la mentira y la incapacidad pueden hacer presencia. Sin embargo, si se suma a un proceso concienzudo en el análisis de las hoja de vida, se disminuyen las probabilidades de fracaso, que en el otro extremo están garantizadas. Colombia no será Suecia en cuatro años, tal vez sea un lugar mejor pero tomará al menos dos o tres generaciones más educadas que la actual, no solo en conocimiento científico sino en comportamiento ético, con un concepto del honor que les impida saltarse una fila, tomar ventaja de un descuido o “simplemente” vender su voto.

Para terminar con el optimismo, me aventuro ahora a pronosticar lo que ha de ocurrir en las elecciones presidenciales y que representará cuando menos un estancamiento en el proceso de evolución que se esboza en la sociedad.

Existen básicamente cuatro candidatos opcionados a ocupar la casa de Nariño. En primera vuelta se puede dar por descontado que a Iván Duque le bastarán los votos donados por el expresidente Uribe para alcanzar la segunda vuelta, es cuestión de revisar los antecedentes y ver que nunca ha fallado, no falló cuando eligió a Juan Manuel Santos, no falló cuando apoyó a Óscar Iván Zuluaga.

Quedan así tres candidatos compitiendo por el segundo cupo a la final: Gustavo Petro, Sergio Fajardo y Germán Vargas Lleras. Los demás simplemente lo son desde un punto de vista teórico y para ilustrar se puede referenciar el caso del candidato Humberto de la Calle; cuenta probablemente con menos de un millón de votos, y menos para aportar en caso de adherir a otra campaña, por lo cual todo lo que se teja a su alrededor no pasará de ser evento mediático e intereses personales.

Gustavo Petro no va a ser presidente de Colombia, al menos no este año. Eso lo saben todos menos sus seguidores, y lo saben muy bien los partidos Centro Democrático y Cambio Radical. Esa es la razón por la cual siempre lo marcan como su oponente, es un adversario que puede ser derrotado fácilmente. Nada podrá hacer cuando a las maquinarias se le sumen los votos de las personas humildes, que incluso sin garantías laborales y en condición de exclusión social, llevan muy arraigados imaginarios sociales en los cuales los denominados movimientos de izquierda son negativos y llevan inexorablemente a más pobreza, si acaso eso es posible.

Sergio Fajardo carece de contundencia para fijar sus posturas y capacidad de oratoria al momento de expresarlas. Tenía mejores posibilidades antes del repunte que ha tenido Petro por mano propia y de sus opositores. Aún le queda posibilidad de crecer y disputaría la presidencia si llegara a la segunda vuelta, algo que no va a ocurrir. El candidato de la Colombia Humana no va secundarlo y él tampoco lo hará en el otro sentido. Por el contrario están cayendo en riñas personales que solo han de debilitarlos y separar a sus seguidores.

Finalmente, el gran ganador por rebote será Germán Vargas Lleras. Tiene una imagen desfavorable importante, una relación indiscutible con el partido Cambio Radical —y por asociación con sus escándalos—, además carga con el peso de haber sido parte del desprestigiado gobierno Santos. Sin embargo, cuenta con millones de votos fijos, a los que sumó otros provenientes de sectores cristianos. En total posee menos que Fajardo y Petro juntos, para su fortuna la alianza entre ellos no está en el horizonte.

En conclusión, este año se repetirá una contienda entre las fuerzas políticas tradicionales, con más diferencias de forma que de fondo, por lo tanto la transformación en otro país tendrá que esperar al menos otros cuatro años. Colombia seguirá siendo Colombia.

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