La trampa publicitaria de la guerra y la paz

La trampa publicitaria de la guerra y la paz

Por: Javier Mauricio Santoyo Martínez
junio 05, 2014
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La trampa publicitaria de la guerra y la paz

En este país, ya sin Sagrado Corazón; o apoya una causa, o es enemigo de la misma. O era liberal o era conservador, es católico o es de los hermanos separados de Dios, o es macho o es gay, o es mujer de casa o es prostituta, es santista o es uribista, es guerrillero o es paramilitar, y ahora la moda que nos impusieron desde las estrategias de propaganda de las campañas: está con la paz o está con la guerra.

Esa trampa que se divulga en los medios masivos tradicionales y digitales, persigue y acosa a más de un ciudadano, a quien sencillamente se le cuestiona por no estar con ninguna de las supuestas dos soluciones que tiene el país, de aquí al 15 de Junio, al parecer el día del “juicio final”, adelantado para Colombia. No hay alternativa.

Se afirma en los titulares de los medios tradicionales: “El tema de la paz, el eje de la segunda vuelta”. Como pasa en las encuestas, a mí nunca me han preguntado: si me parece, si estoy de acuerdo y si quiero que ese sea el “tema central” del que hablan.

La influencia de la publicidad de los dos candidatos, ya hizo efectos y estragos en los cerebros de las masas. Da temor entrar a las redes sociales o salir a una reunión pública, ante la posibilidad de encontrarse con algún “iluminado”, o mejor, con algún “manipulado” por la publicidad política que nos confronte y nos diga: “O está conmigo, o está contra mí”.

La verdad esto ya tomó visos de epidemia, y si nos condolíamos tanto por los venezolanos, por estar divididos en dos bandos irreconciliables, es tiempo de que nos vayamos mirando, porque el desenlace nuestro, puede ser igual o peor. Nuestras diferencias intolerables no son étnicas, ni de lenguaje, ni religiosas, como sucede en naciones como Ucrania o las de la antigua Federación Yugoslava; pero en el fondo hay algo de regionalismo xenófobo: entre los que reconocen al “patrón” que nos pone Presidente, ya hace 16 años desde Antioquia (se refleja en las vallas), y los que prefieren al hijo de los nobles colombianos, apoyado por los costeños.

Las piezas de publicidad no pueden ser más claras buscando ese tipo de enfrentamiento, esa trampa en la que estamos cayendo. Por un lado la Z invade cualquier espacio de nuestro navegar por internet. No hay página, ni portal, ni video que abramos, en donde no aparezca la marca del zorro, que es una declaración de guerra por sí sola. La sicología de la pieza publicitaria fue diseñada para eso, para llevarnos mentalmente a la figura del héroe, que en este caso, no luchará en contra de los opresores españoles de la época colonial, sino, contra los aliados del “tirano traidor” de Juan Manuel Santos, cambiando la espada por el fusil.

La agresiva publicidad lleva a que cada Zorro se sienta un espadachín, que hará parte de los ejércitos liberadores (virtuales, claro está) que recorrerán de ahora en adelante los caminos, eliminando a los impíos y evangelizando a los arrepentidos de corazón. Con esa motivación moral, a quién no le gusta la guerra.

Por el otro bando, la reencauchada paloma de Belisario Betancur, con visos aerodinámicos, y colores políticos, se muestra como la única niña buena del paseo, a la que no podemos dejar escapar, o seremos las víctimas de la maldición del Zorro.

La propaganda nos dicta: o se deja llevar por la Ola de la Paz, o se condena a vivir en guerra indefinida. Y con la paloma o sin ella, ya estamos condenados, porque por un lado están las bandas delincuenciales o “nueva generación” de paramilitares que cambiaron las masacres, por el “gota a gota” de la muerte; y por el otro, el problema grave e irresoluto de fondo, y raíz de todos los males: la corrupción.

Ni es cierto que la paloma se nos irá de por vida (Estados Unidos e Israel hacen acuerdos constantes con terroristas para intercambiar presos, por ejemplo, sin el menor asomo de pena), ni es cierto que el zorro es el único capaz de librar una guerra (en 8 años su jefe acabó, con muchas cosas, menos con la guerrilla), ni es cierto que tengamos que escoger a un mal menor. La publicidad y la propaganda que están atomizando los cerebros de los colombianos, los llevó a pensar eso, para esconder la corrupción y las actividades delincuenciales camufladas de años atrás en los dos sectores. No es necesario entrar en los pormenores de tantos estrangulamientos a las leyes que se han cometido, porque ya hay suficiente ilustración; otra cosa es que no lo queramos ver. Y lo más claro: no se olviden que el zorro y la paloma, son hijos de la misma madre.

Así las cosas, la trampa mediática funcionó, los 5 millones de dólares que se gastaron las dos campañas en traer a esos genios de la estrategia comunicativa, fueron bien pagados. Tienen a los obedientes colombianos pensando, peleando y escogiendo, entre esas fórmulas baratas e irreales, que eran las preocupaciones del mundo occidental en 1.960: entre el castrismo y el capitalismo, entre la paz y la guerra, entre los ateos y los católicos, entre lo menos peor y lo peor.

Nada más peligroso que un movimiento de masas en donde prosperan pensamientos colectivos únicos e indiscutibles. Cuando las proclamas se vuelven dogmas, adquieren la cualidad religiosa: son incuestionables y solo pueden ser entendidos en la perspectiva de la fe. Aquí hay dos antagónicos, entre la derecha moderada (con visos de izquierda) y la ultra derecha nacionalista (disfrazada de tolerante). Los síntomas más claros del adormecimiento generalizado que están provocando estas dos corrientes mediante la propaganda, es que hasta los intelectuales de este país, en los que teníamos puestas nuestras esperanzas de sensatez y futuro, ya se alienaron, y andan como perros y gatos, dejando de lado la racionalidad que los caracteriza.
Los propagandistas y estrategas conocen nuestras debilidades y carencias, y actúan sobre ellas para sacar provecho. Es más fácil y efectivo poner al público a debatir sobre dos ideas contrapuestas: es blanco o negro, que adentrarse en las zonas grises, en donde estaría la reflexión consciente y educada. Funciona más reducir la realidad, a la repetición de palabras como terrorista, castro-chavista, guerrerista, o fascista, que generar una reflexión y análisis del origen de las mismas, en el contexto político e histórico de Colombia y América. A las campañas les conviene mantener a la audiencia en esa polarización; cultivando el tuit y no el pensamiento, en últimas, fomentando la ignorancia.

Edward Bernays, considerado el padre de la ciencia de las Relaciones Públicas y la Propaganda sentenció: “La manipulación consciente e inteligente de los hábitos y opiniones organizados de las masas es un elemento de importancia en la sociedad democrática. Quienes manipulan este mecanismo oculto de la sociedad constituyen el gobierno invisible que detenta el verdadero poder que rige el destino de nuestro país”.

Entonces, el mal ya está hecho, no necesitamos esperar hasta el 15 de Junio. Ganaron los jefes de estrategia y propaganda.

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