Hace poco leí una de esas frases que se hacen tan populares en redes sociales:
“Ateos hasta que el avión empieza a fallar, socialistas hasta que consiguen dinero, antiuribistas hasta que las Farc les hace una llamada”.
Independiente de lo que piense o cómo me toque personalmente, considero que es muy fácil hablar de extremos para que las cosas suenen fáciles y peguen, como demanda la masa consumidora de estas redes. Pero a la gente (en este caso a los religiosos, capitalistas y uribistas, una tripleta ganadora en Colombia) se le olvida el otro extremo. No voy a hablar aquí de mis preferencias políticas o de sistemas económicos; creo que puedo exponer mi punto hablando de la primera parte de la frasecita.
Para empezar, estoy seguro de que incluso los ultrareligiosos que se montan a un avión le creen más al técnico que estudió y dice que es seguro volar, que al curita que les dice que no se preocupen por la fuga de aceite y el hueco en el ala, que Dios Padre no dejará que nada les pase. Por otro lado, no es extraño escuchar a un religioso decir “los ateos se convierten cuando están en su lecho de muerte”. Esto es bastante controversial, no solo porque no conozco un estudio serio que lo demuestre, sino además, ¿convertirse a qué? Tantos dioses que hay, pero uno está limitado por supuesto al que “conoce”: los ateos árabes se entregarán al de Mohammed, los “ateos judíos” al de Abraham, los “ateos cristianos” al de Jesucristo (los tres vienen siendo el mismo, por cierto), los ateos incas a la Pachamama, los “ateos hindúes” a alguno de tantos que tienen (seguramente a Visnú que es el más poderoso), y tal vez algunos ateos griegos a Zeus (o romanos a Júpiter). ¿Quién asegura que escogieron, a última hora y acosados por la parca (una deidad más), al dios “correcto”? El miedo es algo natural y útil en términos evolutivos, y estoy seguro de que para muchos (incluyéndome), en ese momento, será avasallador y coadyuvará al delirio. Si uno lo siente, la reacción natural es tratar de asirse de cualquier ramita que se lo quite.
No, esa afirmación es arrogante y deshonesta. Y hablo desde mi experiencia en el país del Sagrado Corazón; otros tendrán que buscar un argumento diferente, según sea su mitología. Quienes la usan olvidan mirarse a sí mismos, a las fundaciones de sus propias creencias. Porque son ellos los primeros que olvidan a Jesucristo (quien por cierto tenía sus momentos socialistas) cuando estiran el dedo para señalar a los que sucumben ante el miedo. Son muy pocos los católicos (y sus derivados) que han leído toda la Biblia, a pesar de que se llenan la boca diciendo que su vida está regida por sus enseñanzas. Pero no hay que leerla para reconocer la famosa frase que pronunció Jesús en la cruz antes de morirse, según Mateo: “Y alrededor de la hora novena, Jesús exclamó a gran voz, diciendo: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”Y me permito aquí cederle un espacio de mi columna a Osho, quien analizó bastante bien este acontecimiento:
“El hombre se siente tan desamparado, tan temeroso de la muerte, tan presionado por los problemas de la vida. Y porque ha sido criado por un padre, por una madre… y esos eran los días hermosos: ninguna responsabilidad, ninguna preocupación. Alguien lo estaba cuidando. Esa infancia psicológica se proyecta en todas las religiones: Dios se convierte en el padre. Y hay algunas religiones en las que Dios se convierte en la madre. Es una simple proyección psicológica de un niño. No tiene fundamentos en la realidad. Y cuando sea que tengas miedo, cuando te encuentres en problemas, empiezas a buscar ayuda. Y la ayuda nunca llega. Incluso Jesús en la cruz estaba esperando que llegara ayuda, y al final se decepcionó y gritó: “Padre, ¿me has abandonado?” Una gran duda debió haber surgido en su interior, una gran pregunta. Nada sucedía. Y él todos estos años pensó que Dios vendría a salvarlo, su hijo unigénito. Nadie vino. Jesucristo debió haber muerto totalmente desilusionado”.
Si el hijo de Dios (¿o Dios mismo?) duda, ¿qué será de mí? ¿Un simple, indigno, insignificante y empavorecido mortal? Ahora, muchos dirán que Osho era un loco megalómano y drogadicto, y es posible que sea verdad. Pero eso no le quita valor a lo que dijo, así como la marihuana, los ácidos o la absenta no le quitan valor a tantas obras de arte que están colgadas en los más grandes museos del mundo.
Apliquen el mismo análisis al resto de la frase, o a la parte que los toque personalmente. No estoy diciendo que unos tengan razón y otros no, solo que hay que mirar los dos lados de la moneda, ponerse en los zapatos del otro. Ahí sí se cuenta con herramientas para discutir. Un ejercicio muy útil es voltear las cosas:
“Cristianos hasta que ISIS o Al-Shabaab les hace una llamada, uribistas hasta que su hijo decide unirse a las Farc o al ejército que las combate (Uribe y sus hijos incluidos), capitalistas hasta que el mercado les quitatodo o les respira en la nuca”.