En su última columna el profesor García Villegas nos hace una advertencia, que expresa una de las principales preocupaciones de los intelectuales de “centro” en la actual contienda presidencial: históricamente, los colombianos hemos caído en la trampa del radicalismo y las elecciones del pasado 27 de mayo lo demuestran. El énfasis de su alarma está puesto en que la izquierda, en la búsqueda de lo ideal y su radicalismo, le tiende una trampa al cambio social haciéndole el juego a la derecha, “a veces lo ideal es enemigo de lo bueno”, concluye. Esta advertencia, en medio de la ola de anuncios de voto en blanco provenientes en su mayoría de defensores del centro progresista, es decir, la opción “buena” para el país, es desoladora y cuando menos contradictoria. Por eso decidimos escribirle esta carta.
Profesor, aunque comprendemos su precaución, nos desconcierta su seguridad de estar exento de la trampa, como si con la metáfora de un centro progresista asfixiado por la derecha y la izquierda, pudiera blindarse contra ella. A veces ocurre que uno mismo es quien se tiende la trampa. Podría ser que lo que usted considera una buena explicación del escenario político a lo largo de la historia, a fuerza de hacerla funcionar como la auténtica, pueda ser justo lo contrario: una manera radical de acomodar, dividir y calificar que no permite un encuentro creativo, diferente, muchas veces discordante, con el interesante momento que estamos viviendo.
Déjenos decirle que su razonamiento también puede hacerle el juego a la derecha, porque ayuda a reforzar un sentimiento tremendamente fatalista que asume que ya todo está dicho (¿recuerda usted el significado de una profecía autocumplida?): que la derecha fue capaz de polarizar el país y colocarnos en una trampa sin salida en la que debemos elegir entre ella o una izquierda que pareciera condenada a fracasar por varias razones: tener proyectos radicales, no negociar, desconfiar de las políticas progresistas del Estado; en definitiva, reforzar un clima y una opinión generalizada bastante conveniente para quienes se han unido alrededor de un proyecto autoritario que reúne a las mismas élites políticas y clientelistas sin intención alguna de transformar las injusticias sociales y cuya estrategia ha sido nombrar como radical, intransigente o instigador del odio de clases a quienes pongan de presente que hay problemas serios frente a los cuales no podemos postergar más una solución.
Estamos viviendo un momento interesante, donde vienen ocurriendo cambios veloces que afectan las condiciones en las que vivimos y desafían nuestras certezas y evidencias más firmes. Hoy el mundo se caracteriza por la interconexión global y la relación recíproca e interdependiente de fenómenos ambientales, políticos, sociales y culturales, en palabras de Foucault, comenzamos a experimentar el mundo como “una red que relaciona puntos y que entrecruza su madeja”, de la que ya no somos los reyes y el centro de la creación, sino unos invitados más que convivimos y construimos con otros, seres que somos en y con el mundo. Las posiciones y miradas de izquierda que, aunque diversas, parten de una preocupación por las condiciones políticas y económicas que sustentan la desigualdad social que disminuye, cuando no aniquila, las capacidades y potencias creativas de muchas personas, también ha sido afectada por estos cambios. Múltiples organizaciones sociales y políticas, así como personas comprometidas con el cambio social, aunque continuamos considerando que hay problemas sociales que no pueden postergarse, sabemos que los cambios y giros no se dan de la noche a la mañana, deben construirse. En tal perspectiva, se han venido gestando alianzas, combinaciones, que permiten trabajar juntos en la solución de estos problemas y desestabilizar las relaciones de fuerza que los perpetúan.
Usted, creyendo haber entendido todo bajo la certeza “Colombia siempre ha sido así”, poco escucha la alegría de las nuevas voces que nacen de la esperanza por una oportunidad real, cercana y tangible de otro proyecto de país: uno en el que muchos, por no decir todos, de los valores, aspiraciones y proyectos que definían la ruta del candidato del Partido Verde tienen garantizado su lugar. Los y las jóvenes nos hemos pronunciado con toda claridad: según las últimas encuestas, si de nosotros dependiera, el próximo presidente de la república se llamaría Gustavo Petro Urrego. Deseamos ser escuchados por los intelectuales y votantes progresistas que, paradójicamente, se resisten al cambio.
La defensa del justo medio que usted enarbola y que en general quiso representar la campaña del candidato Sergio Fajardo, está cayendo en el riesgo de invitar al electorado a ubicarse en un nuevo extremo. Al parecer, para algunos de los promotores de la candidatura de centro, luego de la primera vuelta, ningún diálogo es posible con quienes promovemos la candidatura de Gustavo Petro. He ahí la trampa de la trampa: un centro radical o un extremismo de centro cada vez más seguro de ser la auténtica alternativa para lograr el cambio social, pero que termina alejándose de su objetivo al dificultar la posibilidad de tender puentes entre quienes, desde posturas diferentes, queremos un porvenir diferente al del autoritarismo, la corrupción, la guerra, y la injusticia.
La angustia de perpetuar el presente y el deseo esperanzado de abrir nuevos rumbos al país no pueden ceder ante la incertidumbre y la frustración que genera no haber pasado a segunda vuelta con el candidato que mejor representaba a muchos colombianos. No nos digamos mentiras profesor García, ver electo presidente a Fajardo era el panorama ideal para usted, pero ya que no se dio, lo invitamos a ceder de lo ideal a lo bueno, porque como concluye en su columna: “Lo bueno, poco a poco, puede ser amigo de lo ideal”.
Estamos a pocos días de un espacio importante para la definición colectiva del futuro de nuestro país. Pero aunque se trata del espacio electoral que periódicamente separamos en la agenda nacional, esta oportunidad no es igual que las anteriores. Dos proyectos realmente diferentes están puestos en la palestra y uno de ellos palpita desde la esperanza, la ilusión, los sueños, la diferencia, el respeto por la naturaleza y el compromiso con la equidad y la paz. Por primera vez la multiplicidad de colores en la identidad de este país tiene la posibilidad real de coexistir en igualdad de condiciones; blanquear nuestro voto es a su vez blanquear esta esperanza y ceder el paso a la continuidad de un poder monocromático.
Le escribimos esperando incidir para que su voto no contribuya a caer en su propia trampa. Otra opción podría ser posible, ¿por qué no aliarnos para bloquear la llegada a la presidencia del Centro Democrático?, fuerza política (y económica) que no está interesada en promover cambios —ni radicales ni significativos—, ni en fortalecer la independencia de las instituciones estatales, y además no va a respetar el acuerdo de paz firmado con las Farc y buscará bloquear su efectiva implementación. ¿Será que podemos aliarnos, aunque sea “circunstancialmente” para lograr esto? Sin duda, para usted y para muchos ciudadanos, más que la Colombia Humana, Gustavo Petro no es el presidente ideal para los azarosos tiempos que se vienen, sin embargo, votar por él en segunda vuelta, en las condiciones dadas, es bueno y pragmático.
Además, podría contribuir a no quitarle el oxígeno a un proyecto plural de país que se ha venido tejiendo y construyendo por las minorías, líderes sociales, defensores de derechos humanos, organizaciones de la sociedad civil y diversas personas que hoy encontramos en el programa de la Colombia Humana y en sus líderes Gustavo Petro y Ángela Robledo, más que un remedio mágico y unos salvadores, una plataforma y unos aliados con los que se puede trabajar en aras de defender la paz, construir la reconciliación en los territorios, fortalecer la democracia y generar condiciones de vida más dignas para todos.
Hacemos pública esta carta porque los sentimientos que nos motivaron a responder su columna son los mismos que nos despiertan quienes aún se muestran dudosos de dar un sí a esta oportunidad de abrir las puertas a un nuevo país. Entiéndase por tanto aludidos también Humberto de la Calle, Jorge Enrique Robledo, Sergio Fajardo Valderrama, Moisés Wasserman, Rodolfo Llinás, gnacio Mantilla, Cesar Rodríguez, María Jimena Duzán, Julián de Zubiría Samper, Andrés Hoyos, Daniel Coronell, Ramiro Bejarano y a todo aquel que queriendo el cambio dejó de sentir que aun se puede ser parte de él. Todavía se puede.
Estamos en segunda vuelta ¡y le vamos a dar la vuelta!