En la etapa 10 del Tour de Francia del 2015 las caramañolas hervían como si adentro hubiera agua-panela caliente. Atrás quedaron Contador, Nibali, Urán y Tj Vangarderen. El Tour sólo se decidía entre dos. El calor agobiaba a Froome y Nairo, los hombres más fuertes del ciclismo mundial en la actualidad junto a Tom Doumolin. No la habían tenido nada fácil, ambos se repusieron a las penurias que acarrea haber nacido en el tercer mundo y sobre todo a enfermedades muy graves y extrañas. El boyacense había sobrevivido a los ocho años a una enfermedad que la llamaban el “frío de los muertos” y el keniano a unas larvas que habían entrado a su cuerpo cuando era niño y que devoraban sus glóbulos rojos lo que le causaba fatiga y fiebre. Desde pequeños aprendieron a sufrir.
A cinco kilómetros de la meta un ramalazo incontestable para Quintana había dejado solo al líder del Sky en su camino al alto de La Pierre-Saint-Martin, puerto fuera de categoría en donde terminaba la décima etapa del Tour de Francia 2015. A medida que los metros se consumían y el calor se hacía más sofocante, la condición física del africano mejoraba. Entre los especialistas del ciclismo y la afición volvía a flotar la misma pregunta de hace dos años, cuando Froome dejaba regado en el camino al ciclista colombiano, ¿estaría jugando limpio el campeón del Tour 2013?
Los rumores empezaron a despertarse a raíz de la espectacular última semana que tuvo el ciclista en la vuelta a España del 2012. De un momento a otro había dejado de ser un gregario del británico Bradley Wiggings para convertirse en un corredor top, al nivel de Alejandro Valverde, Purito Rodríguez o Alberto Contador. Lo primero que dijeron fue que tenía incorporado un motor en su bicicleta. La Unión Ciclista Internacional mandó una comisión a averiguar el caso pero las ciclas fueron cambiadas casi que de inmediato lo que aumentó aún más el manto de duda.
Luego, en el Tour del 2013, las sospechas aumentarían aún más. En la mítica ascensión al Mont Ventoux, en donde el paisaje lunar y el calor asfixiante son el común denominador, Chris Froome dio una exhibición. El único que pudo aguantar su paso fue Nairo Quintana a quien soltó faltando apenas medio kilómetro. En ese puerto de montaña los niveles de fuerza que exhibió el keniata fueron espeluznantes. Según Antoine Vayer, ex director de Festina, equipo de finales de los noventa tristemente célebre por sus leyendas de dopaje, el a la postre campeón del Tour registró en esa etapa una potencia de 466 vatios en sus piernas. Un ciclista que registre entre 410 y 430 ya es sospechoso, alguien que roce los 450 ya es milagroso, pero quien supere este número ya debe ser declarado un mutante.
Con la sombra de Armstrong en el ambiente, la organización del Tour de Francia y hasta el mismo gobierno intervino en el caso Froome. El senador francés Jean-Jacques Lozach encabezó un informe sobre el dopaje en la vuelta del 2013. Las primeras pruebas marcaron negativo pero el político no descarta que a finales de este año o a principios de este se logre establecer qué tipo de sustancia usa el keniano para lograr sus impresionantes resultados deportivos.
Cuando el rumor de que una visita sorpresa al hotel en donde estaba hospedado Froome para hacerle test se expandió en el pelotón, su nivel decreció y empezó a perder tiempo con Quintana quien terminaría venciéndolo en la última etapa del Tour del 2013.
Después de un 2014 para el olvido, en donde la etapa del pavé le quitó cualquier tipo de opciones para repetir su triunfo en el Tour, el corredor del sky se obsesionó con la preparación del Tour de Francia del año pasado. Durmió la mayoría de noches en un carro-casa especialmente diseñado por su equipo en donde, bajo un grupo de científicos, le era controlada la respiración y sus glóbulos rojos. Dormía en una cámara de oxígeno sobre la que se tejieron muchas leyendas y, decían, cada mañana amanecía renovado, con la energía al tope. Para librarse de sospechas la organización del Tour le prohibió usar el Motorhome en la competición.
A principios del 2015 estaba con su esposa en un hotel en Italia cuando las autoridades de la UCI se le aparecieron súbitamente. Querían entrar al cuarto del ciclista y hacerle un examen de sangre sorpresa. Sin embargo los representantes del hotel no dejaron pasar a las autoridades antidopaje alegando que era política del lugar impedir que sus huéspedes fueran molestados antes del desayuno. Otra vez el manto de duda volvía a tenderse.
En la penúltima etapa del 2015, cuando Nairo casi lo revienta en la subida decisiva en el Alpe de Huez, los ojos de la Unión Ciclistica internacional estaban sobre el keniata. Si la montaña hubiera tenido un kilómetro más Nairo hubiera llegado a París vestido de amarillo. Ahora se ha comprobado que Froome se dopaba con Salbutamol, una droga que tomaba para el asma y le ayudaba a expandir los pulmones y respirar mejor. Claro que rendiría más. Ahora se les abre una posibilidad a los pedalistas colombianos Nairo Quintana y Rigoberto Urán