En Colombia, la informalidad laboral no es solo un problema de falta de recursos o evasión deliberada. Hay una causa menos evidente, pero igual de letal para la formalización: la tramitomanía. Formalizar un trabajador en el país es una odisea burocrática que desalienta a empleadores y trabajadores por igual.
Para contratar legalmente a una persona, el empleador debe registrarse ante cinco entidades diferentes: la EPS (salud), la caja de compensación, el fondo de pensiones, la ARL (riesgos laborales) y el operador de la planilla electrónica. Cada uno de estos trámites implica formularios, tiempos de espera y una curva de aprendizaje que excluye a quienes no manejan un computador o no tienen el tiempo para lidiar con la complejidad del sistema.
El problema se agrava con la rigidez de las cotizaciones. La norma actual permite el pago mínimo por una semana de trabajo al mes, lo que significa que si alguien trabaja solo un día al mes, no hay manera legal de cotizar por ese único día. Y ni hablar de quienes trabajan por horas: el sistema simplemente no los contempla.
Este entramado burocrático no solo impide la formalización de millones de trabajadores, sino que también ahoga a pequeños empleadores que, lejos de querer evadir la ley, se ven forzados a la informalidad por la inviabilidad del proceso. No es un problema de voluntad ni de recursos; es una cuestión de accesibilidad y flexibilidad.
Una solución pragmática
Si el Gobierno realmente quiere reducir la informalidad, debe implementar un sistema en el que el empleador pueda seleccionar el número de días u horas a cotizar mensualmente, especificar a qué trabajador corresponde y pagar de forma simple y directa.
Una plataforma unificada, intuitiva y accesible permitiría que miles de empleadores, que hoy están excluidos por falta de conocimiento técnico, puedan cumplir con sus obligaciones sin necesidad de convertirse en expertos en trámites gubernamentales.
La informalidad en Colombia no es solo un síntoma de pobreza o falta de cultura de pago. Es, en gran medida, el resultado de un sistema diseñado para la rigidez y la exclusión. Y mientras no se modernice, seguirá condenando a millones de trabajadores a la precariedad y la desprotección.
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