La trama falsa del salario mínimo

La trama falsa del salario mínimo

El Poder Ejecutivo acaba de anunciar, con bombos y platillos, que propondrá un 10 % como alza del salario mínimo. ¿Cuál es la quinta pata de esta cifra?

Por: César Curvelo
diciembre 13, 2021
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La trama falsa del salario mínimo
Foto: Pixabay

Uno de los secretos de Estado más difíciles de descubrir y mejor resguardados por el gobierno nacional es dónde diantres merca el Dane (Departamento Administrativo Nacional de Estadística), hoy dirigido por el economista Juan Oviedo, un tipo con cara de Eugenio Derbez que hace poco tuvo una dura pelea con el registrador nacional por una diferencia en cuanto a la cifra total de la población del país: uno dice que somos 50 millones de almas, y el otro, que 55. Esto pasa en cálculos que pueden prestarse a triquiñuelas acomodaticias de acuerdo a lo que quieran mostrar quienes las van a presentar a la luz pública, puesto que los resultados finales se basan en encuestas o tomas aleatorias de información, que pueden ser amañadas.

Visto lo anterior, cabe preguntarse: ¿de dónde saca el Dane los datos para determinar que la inflación es tan inferior a lo que la gente percibe en el mundo real? A leguas se nota que los aumentos en precios de artículos de la canasta familiar, tanto en supermercados, plazas de mercado y tiendas de barrio, son superiores a los que suministra el Dane.

Cualquier economista, estadígrafo o contador público con más de dos dedos de frente podría adicionarle una corrección positiva de un 3 % a la inflación anual oficial. Como mínimo. Con esto te quiero decir que la cifra inflacionaria del Dane puede estar maquillada en un 3 %, porcentaje que se constituye en un verdadero colchón para aparentar que la elevación del famoso y paupérrimo salario mínimo se aprueba por encima del IPC, índice de precios al consumidor, que para todos los efectos prácticos es la misma inflación. El fin es meter mono a obreros alienados y a empleados despalomados, quienes son notificados del tal “aumento” a través de la parafernalia noticiosa de los medios que sabemos.

Para el caso del incremento año 2022, el Poder Ejecutivo acaba de anunciar, con bombos y platillos, que propondrá un 10 % como alza del salario mínimo en la mesa de negociación respectiva. Veamos cómo los numeritos cuadran de inmediato: los poderosos sectores de la industria y la construcción, ya reactivados, se mostrarían de acuerdo a la siguiente sumatoria. Se parte de la inflación anual proyectada por el Banco de la República, que es de 5,3 %, basada en... los benditos datos del Dane, cifra a la que se le suma la productividad, digamos que de 1,7 %, lo cual nos daría 7 %, que más el Pullman, Zabra, Paraíso o Comodísimo del 3 % del que hablamos, nos sumaría... ¡oh, qué sorpresa, nos da un total de 10%!

Los del compungido sector turismo y otros empresarios, aún golpeados por el efecto covidemia, quedarán resentidos y pondrán el grito en el cielo. De poco valdrá explicarles que el índice Gini de nuestra desequilibrada Colombia es uno de los más altos y deprimentes del mundo. Este índice mide la desigualdad entre ingresos altos y bajos de trabajadores y rentistas en un país.

Así las cosas, el SMMLV, o sea el salario mínimo mensual legal vigente, pasaría de 908.526 a un millón de pesos.

Según el Dane, 10,2 millones de trabajadores laboran con salario mínimo en nuestro país. En su mayoría de los estratos 1 y 2, que en total son más de 21 millones de personas, 42,5 % del total nacional, considerados por la oligarquía como los atenidos del país.

Las cifras nos indican que las cosas no marcharon como debió ser. Esto no ha sucedido de la noche a la mañana. Todos los gobiernos del pasado se han hecho los locos con la responsabilidad de bajar el altísimo índice Gini en nuestro país.

El acrecentamiento nominal del salario mínimo es un mecanismo para tratar de solucionar el desequilibrio, pero hay otros mucho más importantes: derrotar la corrupción, que traga-abudinea plata que podría redireccionar 50 billones de pesos a inversión social cada año; dar vía libre a una reforma agraria con inversiones agroindustriales públicas; implementar una educación de calidad, oficial, gratuita, desde la primaria a la universidad, para los estratos sociales 1, 2 y 3; darle un manejo óptimo a los empréstitos, de tal manera que eleven los ingresos de las clases populares; llenar vacantes administrativas apelando a profesionales desempleados o subempleados de barrios periféricos; aprobar una reforma tributaria estructural, que logre quitar un tantito más a quienes ganan más; realizar una reforma laboral progresista, en la que se acabe la tercerización, etcétera.

Vamos a acusar a los protagonistas de la debacle con nombres propios, desde el godo Laureano nunca laureado, al decir de Pablo Neruda. Al Monstruo le siguieron el dictador Gurropín, los del amangualado Frente Nacional, el López del mandato caro, el Turbay del estatuto que legalizó la inseguridad, el bélico de Belisario, el Barco que gobernó a la deriva. Ya en la época más contemporánea, llegó el Gaviria de loca gestión neoliberal. Y luego Samper, Pastrana, Uribe, Santos y el que está y que gracias a Dios pronto se irá. Muy poco hicieron por la gente necesitada.

Es así que puedes inferir que, sin lugar a dudas, la bulla del 10 % es una estratagema o jugadita más del gobierno para tratar de aplacar a desencantados marchistas opositores.

Habrá que ver qué se hace para que los abstencionistas salgan a pronunciarse los domingos de elecciones que se avecinan, y que otra porción de la población, los que sí se han asistido a los puestos de votación, aprovechen el carácter secreto del voto y dejen de sufragar contra ellos mismos y por los mismos con las mismas, sea por clientelismo, $80K o crasa ignorancia. Si no, la situación seguirá siendo fea, crítica y color de hormiga para toda familia cuyos ingresos dependan de un trabajador de salario mínimo.

Y, para todas y todos en general, por la ingobernalidad.

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