La telenovela como género narrativo melodramático se asemeja al realismo mágico, por eso aceptamos tantas ficciones en ella, por ejemplo que los villanos mueran y después aparezcan de un momento a otro, que los ciegos recuperen la vista para seguir con su plan de destrucción, que alguien pobre se vuelva rico de un momento a otro.
La nueva versión de Café con aroma de mujer, llega como un soplo de aire fresco en un momento de convulsión, de miedo y de tanta muerte. Su estructura sigue la misma premisa de muchas telenovelas -ella es pobre, él es rico y su romance es una peripecia- en un ambiente donde el amor se despliega en los parajes cafeteros, con escenas que presumen la riqueza natural de las fincas y el mundo de los recolectores; y por otro lado, el mundo de la ciudad, que muestra los tejes y manejes de los negocios de exportación.
Esta versión cuida mucho la belleza en sus locaciones, la iluminación es casi cinematográfica, es un placer visual sentarse para observarla. Las escenas en el Valle del Cocora, son tan del realismo de Gabo, que se entiende por qué sea el escenario que escogió Disney para su próxima película. Es tierna esa clase de Sebastián a Gaviota enseñándole la importancia del árbol insigne de Colombia, y de fondo se observa un valle de tersas y verdes alfombras de terciopelo, que resguardan a esa majestuosa planta que se eleva con la firmeza y fortaleza del acero, que vence el ímpetu de la tormenta, que crece con la finura de una esbelta silueta, y se esfuma entre un horizonte onírico. Ver esas palmas de cera, era equiparable a la figura de la protagonista; en esa escena de ternura estaba todo el argumento de la novela plasmado en un escenario natural tan bello, como el mismo amor.
Me gusta que se aleje de la versión original, -las vi ambas-, pero también tengo el criterio que no podemos quedarnos mirando el pasado, cuando existe un esfuerzo por lograr contar una historia moderna y con problemáticas actuales, con un reparto de actores que en su mayoría logran credibilidad en sus actuaciones; es injusto estar comparándolas, porque no hay nada más triste que repetir estándares, en un mundo que lucha constantemente por sacar su originalidad. Fue acertado que escogieran a Laura Londoño como protagonista, por aquello de que es diametralmente opuesta en su físico a Margarita Rosa, desde ahí puedo ver la genialidad de la dirección de casting, me atrae que ella tenga una forma de belleza más cercana a la cotidianidad, a lo que es próximo y espontáneo.
Café, tiene en su estructura dramática varias formas de amor, y eso la hace más interesante y plural, los griegos usaban hasta tres palabras para referirse al amor: eros, philia y agape.
El término eros se refiere al amor sensible, el que se busca mediante el encuentro con lo amado, el que experimenta tanto Sebastián como Gaviota.
La philia es el amor correspondido: te amo porque me amas, es el amor de la amistad entre los recolectores.
Pero el ágape es el amor que se entrega, -amar a cambio de nada-. Antes de que tú me ames, te amo ¡esto es una auténtica revolución! Se trata de un concepto que nos muestra el amor de Dios al hombre. Una escena sublime es Gaviota curándole las heridas a la recolectora de Venezuela, que de tanto transitar por este país viene desecha en sus pies, una metáfora de todos aquellos que han tenido que salir a caminar sin un rumbo fijo, y café nos lo ofreció en una escena, donde dos mujeres vulnerables, unidas por esa fraternidad dada por la misma condición laboral, nos evidenció a ese Dios atendiendo a los que tenemos los pies sangrantes tratando de buscar un mejor lugar para vivir.
Tenía años sin engancharme a una historia de telenovela, Café lo logró, me roba sonrisas, me relaja de los días sofocantes y me hace sentir que a pesar de que la vida nos muestre su crudeza sigue siendo bella y agradable como un buen sorbo de café.