Las minas antipersona mutilan, pero no matan. Siempre se ha dicho. Sin embargo alguien que pierde una de sus extremidades en cuestión de segundos está condenado a llevar consigo un conflicto que ya cumple 50 años.
La primera víctima de una mina antipersona se ubica en el departamento de Santander durante 1982, un civil que resultó herido. Dos años después se registra un nuevo caso con el mismo desenlace. Pero a partir de los 90 se inicia la lista de las personas asesinadas: un civil y 11 integrantes de la fuerza pública. Vidas que ocupan un mismo lugar en la memoria de todos los colombianos: el olvido.
No importa si se lleva un camuflado o si cuenta con un sombrero y ruana, si luce un vestido o si carga a su espalda una maleta con hojas y lápices de color. Nada de eso importa porque las minas no discriminan ni tienen preferencias. Son como el cáncer, uno que cumbre el territorio colombiano a la espera de su siguiente víctima.
Desde los 90 no ha habido un año en que no se registre una víctima por una mina antipersona. Solo en lo corrido del 2015 se han presentado 40 casos, entre civiles y la fuerza pública: 37 heridos y 3 muertos. No es tan malo, dirían lo más positivistas, en comparación con la cifras del 2006 donde se contabilizaron un total de 1.232 personas víctimas de este asesino silencioso.
Sin ir más lejos hay dos incidentes que los medios cubrieron con la inmediatez propia en ellos. El primero ocurrió en el municipio de Convención, Norte de Santander: el cabo Edward Ávila perdió sus piernas mientras realizaba maniobras para retirar explosivo que había colocado el ELN en un terreno donde el Ejército construye un parque infantil. Las declaraciones llegaron con la horas, un Presidente que se pronunció con pena y un ex Ministro que calificó de ‘ratas humanas’ a los autores del hecho. Repudio y dolor.
El otro suceso ocurrió en el municipio de Buenos Aires, Cauca: una niña de apenas 7 años pisó una mina cuando regresaba de la escuela donde cursaba segundo grado. Sí, cursaba, porque no tuvo la suerte de seguir con vida como los otros 3 'compañeritos' que resultaron heridos. Sus familiares fueron víctimas de un hecho que le arrebató a una hija, y Colombia se lamentó por un día, por unas horas.
Son lamentables las 11.091 víctimas que han cobrado las minas antipersona en lo corrido de 25 años. Sin embargo, a la gran mayoría de colombianos les parecieran personajes de una historia de ficción. Y no se les puede culpar porque ésta cuenta con una trama. Pero a diferencia de otras historias, la de Colombia siempre tendrá el mismo final: las víctimas quedarán en las sombras porque los reflectores del show mediático estarán en dirección opuesta.
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