El vidrio de la jaula separaba su cárcel de tu mundo. Él nació en medio de encierro, explotación y maltrato. Su madre fue condenada, desde que pudo reproducirse, a ser preñada cada vez que su ciclo natural lo permitiera y será ese su destino hasta la muerte. Su cara de desolación y aspecto tierno en medio del aserrín y el sol que proyecta los rayos directamente hacia él escondía un mundo macabro que, sin querer, ellos estaban a punto de alimentar.
Él nació en una camada compuesta por diez cachorros, de los cuales solo cuatro con suerte sobrepasaron los dos meses, ya que dadas las condiciones en que nacieron y su pésimo estado de salud, los demás murieron sin siquiera haber pasado dos semanas con su madre, puesto que fueron separados para repartirlos entre una de las tiendas que existen en la ciudad.
Sus tres hermanos no estaban muy lejos de él, uno se encontraba en el negocio de al lado y los otros dos a un par de cuadras en el mismo sector, ese al que las personas iban a realizar compras como si se tratase de un supermercado. Todos tenían en común las condiciones de hacinamiento e insalubridad que debían soportar en las jaulas atestadas; muchos no lograrán pasar la noche y serán desechados al día siguiente.
Ese fue el destino de uno de sus hermanos, tras dos días de sufrimiento intenso debido a la desnutrición severa que la falta de leche materna le había provocado y una diarrea que no daba tregua, los dueños del local decidieron empacarlo en una bolsa negra cuando aún estaba vivo para arrojarlo a la basura en la noche, donde agonizaría dolorosamente hasta asfixiarse en medio de los desechos.
Él fue comprado por una familia tradicional. Los padres querían sorprender a sus hijos con un regalo enternecedor que llene de felicidad los rostros de los pequeños y nada más preciso para ello que ese adorable cachorro dorado de orejas caídas. De la tienda salió con un moño rojo prendido del cuello y un supuesto carné de vacunación donde se había registrado todo su proceso de salud.
La pareja no esperó a que llegara la noche de Navidad para presentar el obsequio a sus hijos. Una vez llegaron a casa introdujeron al perro en una adornada caja, en cuyo interior se encontraba una cama acolchada. Los niños saltaron de alegría al verlo, lloraron y agradecieron a sus padres esa enorme sorpresa. El cachorro caminaba torpemente mientras inspeccionaba su nueva casa, en la que viviría toda su vida.
Debido a su raza, ya pasados unos meses, Nerón, como fue bautizado el labrador dorado, comenzaba a crecer aceleradamente, asimismo su curiosidad, la misma que hacía que rasgara paredes, mordiera objetos y dejara orina por toda la casa. Los chicos, a quienes les habían regalado también en Navidad una consola de videojuegos, ya parecían no tener mucho tiempo para jugar con él.
Los padres que trabajaban todo el día, al llegar a casa veían como los olores se incrementaban y debían hacer aseo frecuentemente, ya que Nerón no tenía quien lo sacara al parque por lo que orinaba dentro de la casa. Las primeras discusiones entre los padres conllevaban a echarse culpas sobre la mala decisión de haber comprado un perro sabiendo que no tenían cómo mantenerlo. El abandono se estaba gestando.
Tiempo después, en un domingo de diciembre, Nerón reposaba tranquilo en el corredor de la casa al lado de su peluche favorito cuando sintió el llamado de su amo. Bajó las escaleras a una velocidad inusual y subió agitado al carro batiendo la cola. Ese escenario le recordaba sus mejores momentos de cachorro cuando salía frecuentemente con su familia. El auto arrancó, nadie hablaba durante el trayecto, todo era zozobra, pero él continuaba alegre al saber que iría a pasear.
Después de un largo recorrido, el auto se detuvo y de él descendió el padre con una correa, dos tazones plásticos y un cartel. Abrió la puerta de atrás y Nerón descendió apresurado rodeando a su amo con pequeños saltos de alegría. Este le puso la correa mientras caminaban al costado de la vía, mientras una leve llovizna comenzaba a caer augurando un aguacero más adelante.
Nerón fue amarrado en un árbol al costado de la carretera, en uno de sus lados un recipiente con comida y agua, en el otro un cartel con la frase: “Mi familia no me puede tener, por favor llévame a tu casa”. El carro arrancó dejando atrás una mirada inocente y desconcertada al no saber qué estaba pasando, Nerón observaba cómo las luces rojas se iban desvaneciendo en medio de la lluvia y la lejanía.
Cinco días después Nerón fue encontrado muerto en ese lugar.
De cada diez animales que se regalan en Navidad, siete serán abandonados, condenándolos a una muerte segura.
¡No compres mascotas en navidad, no compres mascotas nunca!