Es triste. Se fue en el momento más importante de su carrera, cuando, después de los sesenta, seguía cobrando 30 millones de dólares por película. Es decir, sólo dos actores pueden superar su caché, Leonardo di Caprio y Brad Pitt. De la mano de Scorsese se hizo una de las más grandes interpretaciones de un actor mayor de sesenta años cuando fue Frank Costello en la sangrienta, angustiante y trepidante The Departed. Estaba haciendo lo que quería, es decir, podía ganarse el fervor de los menores de 30 años en una comedia desquiciante como Locos de ira o ir al cine independiente radical como el que hizo en los setenta, en películas honestas, durísimas como Las confesiones del señor Schmidt. Llegamos a creer que sería uno de los casos que cada tanto se dan en Hollywood de hombres de la tercera edad rompiéndola a rabiar. Pero a sus 65 años el Alzheimer lo sorprendió y ahora es un fantasma en su casa en Cielo Drive.
Su enfermedad ha sido celosamente guardada por su familia y al parecer, a sus 84 años, lo único que lo consuela es ir a ver a sus amados Lakers acompañado siempre de alguno de sus hijos. Nicholson encarna como ningún otro actor la rebeldía con la que los jóvenes directores le hicieron golpe de estado a los productores y renovaron Hollywood con obras absolutas como El Padrino y El exorcista, entre los casos más taquilleros y joyas independientes como Mi vida es mi vida o Easy Rider en donde Nicholson empezó a formar una leyenda que se concretaría con Alguien voló sobre el nido del cuco o El Resplandor.
Fue el Guasón en el Batman de Tim Burton no tuvo comparación, así los fans de Joaquin Phoenix o Heath Ledger pero el gran Guasón que vimos fue Jack. Siempre Jack. Galán a sus sesenta y péguele en Mejor imposible, una estrella que aún hoy estaría siendo aprovechado por Quentin Tarantino, acaso fumando un porro tras otro con él, metiéndose sus rayas libremente. Nicholson era tan drogo en los setenta que, directores como Hal Hashby le daban los guiones con anotaciones para que supiera que droga meter en cada una de sus intervenciones.
Ya todo esto lo perdimos, como lágrimas en la lluvia. La enfermedad del olvido se cebó, como con García Márquez, contra otro genio.