La historia de la política de izquierda en el país parece sacada de la clásica tragedia griega: la vida de sus desafortunados personajes no solo pasa por situaciones profundamente adversas, sino que además, se encuentran a merced de una suerte de fuerzas (políticas) supranaturales que disponen de sus destinos y acciones como les venga en gana. Tal escena no deja de reproducirse en cada coyuntura política que transcurre en el país, y adicionalmente la izquierda en sus propuestas parece no contar con el ingenio ni la destreza suficiente para sacar adelante un proyecto de país alternativo.
De tal manera, la tragedia sigue siendo ley en el escenario del posacuerdo que hoy vive el país: existe por la vía del congreso una refrendación del acuerdo en miras a su implementación que peligra por las candidaturas presidenciales enemigas de la paz: Centro Democrático y Cambio Radical; mientras una izquierda disminuida, políticamente poco relevante y sin unidad dentro de sus filas, se “prepara” para la contienda del 2018.
En este contexto, las FARC-EP en su tránsito a la vía legal de hacer política, han venido tomando mayor relevancia en la escena política del país, y han dado de que hablar en la defensa de su objetivo estratégico de defender una implementación exitosa de los acuerdos de paz; cuya importancia se traduce en lo fundamental en una apertura del sistema político, un proyecto de Justicia Especial para la Paz, una modernización en el agro, y una integración de la organización guerrillera como actor dentro del sistema partidista.Esta importante tarea, ya difícil de por sí, llena de problemas y tropiezos, tuvo un descalabro mayor el 2 de Octubre cuando –el primer acuerdo- fue rechazado por una mínima diferencia en las urnas bajo la figura del “No”. Una derrota que no significo una sepultura de los acuerdos, ni mucho menos el fin de los dialogos, pero si una bofetada al proceso y a los sectores de convergencia bajo el “Si” que no pudieron movilizar con argumentos a las mayorías, como si lo hicieron las mentiras del “No”.
En este escenario, Rodrigo Londoño alias “Timochenko” lanzó en su discurso de la firma de los nuevos acuerdos de Paz la propuesta de un posible “gobierno de transición”, y a pesar de que ésta aun está muy poco desarrollada (y que es poco probable que la Unidad Nacional la acepte), puede leerse entrelineas que busca defender el acuerdo aliandose en una gran convergencia todos los sectores que apoyaron el “SI” tratando de cerrarle el paso los enemigos de la Paz.
Esto conlleva una serie de interrogantes y problemas que tal vez puedan volvernos a enfrascar en la tan ya característica tragedia de la izquierda: adversidades y poca capacidad de acción. La primera pregunta que sería pertinente hacer es si ¿Realmente un gobierno de transición es la única o la mejor manera de salvaguardar la implementación de los acuerdos? Este interrogante tal vez es difícil dar una respuesta en el momento actual. Claramente un gobierno comprometido con los acuerdos llevaría una mejor implementación, pero es sobre todo en el congreso dónde pueden darse los mayores debates y puede asegurarse una correcta implementación, acompañado además, de una movilización y presión permanente de la sociedad civil.
Adicional a esto, en el contexto de la derrota electoral del plebiscito ¿Es acertado plantear un gobierno de coalición con este antecedente? ¿triunfaría en las urnas? Y esto no solo por los riesgos que plantea la coalición en sí misma, sino por una creciente deslegitimación del gobierno en general con las alzas en los impuestos a las clases mas bajas y una economia contraida por la caída internacioal de los precios del petroleo. Y por si esto no fuera suficiente, se suma la negativa que han mostrado varios de los partidos que apoyaron el “Si”, en formar un gobierno de coalición como el pre-candidato Jorge Robledo por el Polo Democrático Alternativo o Claudia Lopez por el Partido Verde, difícil horizonte se cierne para las posibles coaliciones.
Y más allá del aspecto electoral cabe preguntarse, ¿Podría la izquierda hacer oposición a las nefastas politicas neoliberales aplicadas al pueblo colombiano? ¿Qué margen de autonomía política podria tener dentro de un gobierno de transición? Lo más probable es que podría ser un actor con las manos atadas frente a las injusticias que desde los organos de gobierno se cometen (más allá de los acuerdos), o que realice una tibia crítica a estas. Si bien los tiempos hacen necesario pensar de manera pragmática, la manera en que el nuevo partido de las FARC-EP inicie su vida dentro del sistema político puede marcar de manera significativa el rol a ocupar dentro de la desprestigiada escena política nacional, tal vez bajo el amparo de la corrupta y neoliberal Unidad Nacional no sea el camino.
Y aunque estos momentos, no parecen las condiciones dadas para darle un vuelco a la política del país, las grandes y empobrecidas mayorías aún esperan la materialización de una fuerza política que le ofrezca una alternativa de país más allá de lo valioso que puedan llegar a ser los acuerdos de paz. Esto frente a un desacreditado y desprestigiado gobierno de la Unidad Nacional, un discurso de odio y guerrerismo que destila el uribismo y la diatriba anticorrupción de un partido Verde que al final deja quieto el modelo de saqueo y despojo neoliberal. En este sentido, puede que un gobierno de transición condene (aún mas) a la izquierda a la tragedia de no manejar sus propios vientos mediante su ingenio, sino a ser solamente un mortal a voluntad de las élites políticas.