Los Wayúu son el pueblo indígena más grande en Venezuela y en Colombia. En Venezuela, representan el 11% de la población del Estado de Zulia. Entre tanto, en Colombia son el 20% de la población indígena colombiana y en la Guajira, su territorio ancestral, el 45% de la población de aquel departamento.
Un pueblo con una cultura milenaria de autonomía que no sucumbió en la dominación española por sus luchas contra el sometimiento de la Corona. El fin de la dominación española y el nacimiento de las vidas republicanas en Venezuela y Colombia, fue el comienzo de otra etapa histórica de lucha por su autonomía y la defensa de su cultura. Pese a la fragmentación por la división fronteriza, por su arraigado espíritu de pueblo guerrero, conservan su organización social, su lengua, su sistema de administración de justicia y sus redes de parentescos, pero están perdiendo la guerra frente al hambre y la pobreza.
Las rancherías donde viven los Wayúu en el desierto de la Alta Guajira es la zona más pobre y abandonada de un departamento, donde el 55% de su población vive por debajo de la línea de pobreza. Son zonas donde cunde la pobreza y la desesperanza por falta de agua, electricidad, acceso a los servicios de Salud y carencia de fuentes de trabajo. Los sistemas de poblamientos dispersos han dificultado tener una buena cobertura en suministro de agua potable, en una región en la que hace tres años no llueve.
En dichas circunstancias, la supervivencia de los Wayúu son dramáticas debido a que es una población que se acostumbró a subsistir de la cría de cabras, ovejas, de las extracciones de sal, de la pesca, las artesanías y el contrabando, pero que esa economía de subsistencia no está siendo eficaz para resolver los graves problemas de pobreza que sufren. De allí que el hambre y las muerte de niños por desnutrición aguda, se han convertido en una tragedia permanente para los Wayúu.
La Guajira es un departamento que la minería del carbón aporta el 56% de su PIB, pero las danzas de los millones de las regalías se esfuman por las cañerías de la corrupción en los entes territoriales, epidemia que ha impedido mayores niveles de inversiones que permitan elevar la calidad de vida de su población.
Mientras las mafias de la corrupción se apoderan de los dineros públicos, crecen los índices de pobreza, el hambre y las cifras de niños que mueren de desnutrición crónica en la región. La Sociedad Colombiana de Pediatría, reveló hace poco, que la desnutrición en los niños es un problema crónico en el país. Según sus estadísticas, más de la mitad de las muertes de niños por desnutrición ocurren en las poblaciones indígenas de Guainía, Vichada, Guajira, Vaupés, Chocó y Amazonas. Las estadísticas hablan que un niño indígena tiene 24 veces mayor riesgo de morir por desnutrición que el resto de la población infantil colombiana.
En los últimos tres años en solo el departamento de la Guajira han muerto 400 niños indígenas por desnutrición y el ICBF no está diciendo la verdad sobre esta tragedia humana que se vive con los niños indígenas en el país. Weildler Guerra, un indígena Wayúu en un reportaje en El Tiempo relata desde las entrañas de un hombre que nació en medio de esa historia trágica, la dimensión de aquel drama que vive la población Wayúu. Dice que “muchos Wayúu están en el límite de su subsistencia”.
Para Guerra, el ICBF debe revisar el enfoque asistencialista de sus programas, porque su labor debe orientarse en fortalecer sistemas alimentarios sostenibles y las actividades económicas de las poblaciones indígenas con el fin de erradicar el hambre. La tragedia de los Wayúu es una pequeña muestra de un drama nacional que crece frente a la negligencia de estatal.
@j15mosquera