El 3 de junio del año 2003, el ex jugador de futbol profesional Gabriel Martínez, fue sacado por la fuerza de su oficina en Barranquilla, por tres hombres armados. Su paradero continua siendo un misterio.
Había llegado a la ciudad en 1987 para integrar la plantilla titular del Atlético Junior, proveniente del equipo Santa Fe. Oriundo de Barrancabermeja (Santander), fue bautizado cariñosamente como "Gabrielón" por el narrador deportivo Edgar Perea, en razón de su corpulencia y elevada estatura (1,88 cm).
Nació el 3 de julio de 1958, el mayor de cuatro hermanos, Eliecer, Nora, Jairo e Ines. Sus padres Gabriel Martinez e Ines Miranda, eran oriundos de Barrancabermeja y Cienaga respectivamente. Estudió la primaria en el Colegio de Ecopetrol, el bachillerato en el Internado de Zapatoca y cinco semestres de medicina en la Fundación Juan N. Corpas en Bogotá, pero abandonó los estudios por dedicarse por entero al futbol.
Javier Castel, su excompañero en el equipo Tiburón, lo recuerda como "Un loco, con un carácter temerario brutal, intimidante, que no tenía miedo de nada ni de nadie, ni de tirársele a un tren". Recuerda Castel la anécdota de que en un partido en el cual rivalizaron (Gabriel en el Santa Fe y Javier en el Junior, tenían 27 y 20 años de edad respectivamente), fue agredido por este sin ningún motivo. La jugada se estaba desarrollando al otro lado del campo, y de la nada Martínez le propinó un brutal rodillazo en los riñones a Castel, el cuál se defendió instintivamente con un codazo, rompiéndole un parpado.
Recuerda también que tenía la costumbre, antes de salir a jugar, de darle un fuerte golpe con la cabeza a la pared metálica que separaba los camerinos del terreno de juego. Para verse más salvaje, se aplicaba tinta negra en la cara, como los indios apaches antes de ir a la guerra, con el polvo que usan los beisbolistas. En una oportunidad se le acabó el polvillo y se untó betún de zapato, que al estar hecho con petróleo, le quemó la cara al salir al sol. En esa oportunidad tuvo que salir corriendo a lavarse la cara en pleno himno nacional.
Lo recuerda como un hombre excesivamente fuerte y agresivo en la cancha, con grandes dotes para saltar y cabecear, tanto ofensiva como defensivamente, con un gran salto e increíble resistencia física, que siempre se extralimitaba en el entrenamiento. "Era un atleta completo y fornido, con una recia personalidad, líder en el terreno de juego, estimulador del entusiasmo en el equipo, un partido era para él 90 minutos de lucha guerrera. Temperamental, impulsivo, violento, luchador, aguerrido en la cancha, de muy pocas pulgas, pero también era malintencionado a veces, perverso y provocador en el terreno de juego" - asegura.
Al interior del equipo era solidario, no denigraba de sus compañeros ni le echaba las culpas a nadie cuando las cosas no salían bien. Era también un líder gremial, perteneció al primer sindicato de futbolistas, defendiendo a brazo partido los premios y estímulos para los jugadores.
Su ex compañero Lucho Grau lo recuerda como un gran amigo, trabajador, profesional integro. También como un loco total para manejar, que aceleraba a 100 o 120 k/h en carretera y hasta 80 k/h en las ciudades, haciendo piruetas increíbles, con total control del volante. "Nunca he visto a nadie manejar el auto como él" asegura.
Otro ex compañero del Junior, David Pinillos, recuerda la ocasión en que lo expulsaron en un partido ante Millonarios y se metió el balón en la espalda, debajo de la camiseta, el arbitro no encontraba el esférico y no se podía reiniciar el partido, el cuál se interrumpió por 10 minutos. Hubo que sacar a Gabriel con la fuerza pública de la cancha. Junior ganó ese partido con 10 jugadores.
Otra anécdota, que data del año 1987, ocurrió en un partido contra el Pereira, Gabriel jugaba con una cadena de oro gruesa, entró al área contraria y el arquero del otro equipo, un paraguayo inmenso de apellidos Jiménez Aguilera, le tiró un manotón, le arrancó la cadena y no se la quería dar. Se armó una batalla campal en la que participaron hasta los técnicos y los jugadores sentados en los bancos.
Tanto Gabriel como el arquero fueron expulsados, y el partido siguió con 9 jugadores en cada equipo.
Luis Grau recuerda que en otra oportunidad, en que perdieron ante Santa Fe, un aficionado le tiró una piedra a Gabriel y este se bajó del bus del Junior, persiguió al agresor por varias cuadras, lo alcanzó a bajar de un bus y le dió una paliza.
Era también un gran amante del carnaval, participó durante muchos años en la danza del Garabato, y cuando el equipo estaba concentrado en plena festividad, hacía que les alquilasen un balcón para presenciar el espectáculo. Sus compañeros lo recuerdan cómo el único jugador que se vestía de cubiamba y bailaba y brincaba alegremente de un lado al otro en el palco.
En el año 1987 fue llamado a la selección Colombia por el Chiqui García, a participar en la Copa América, al lado del Pibe Valderrama, así mismo hizo parte del equipo argentino Estudiantes de la Plata.
Se casó el 23 de diciembre de 1988 con Rocio del Carmen Oliver Rodriguez, a quien todos sus amigos coinciden en describir como el amor de su vida. Era una atractiva mujer que trabajaba en Serfinansa. Al matrimonio, que se celebró en el salon Dorado del Country Club, asistió la reina de belleza Lizeth Mahecha, quién se declarada fan de Gabriel, al punto de que en una oportunidad en la que el estaba sancionado por cuatro fechas, ella intervino por él ante la Dimayor y consiguió que le rebajaran la multa a la mitad.
En el año 1992 se despidió del Junior, equipo con el que jugó un total de 207 partidos como defensa central y marco 13 goles, pasando al Unión Magdalena. El 3 de marzo de 1993 nació su hija Gabriela Alejandra, quién en la actualidad vive en Miami. En este momento decidió retirarse del fútbol y dedicarse a sus negocios personales. Montó la empresa Colchitex y se hizo socio de una fabrica de calzado. Le fue bien en los negocios y prosperó rápidamente, pero la tragedia no demoraría en llegar: El 3 de junio del año 2003 fue sacado por la fuerza de su oficina en Colchitex, ubicada en Barranquilla en la calle 42 con 51, por tres hombres armados que se identificaron como miembros de las Autodefensas Unidas de Colombia.
Los secuestradores al tomar contacto con la esposa, exigieron un rescate de seis mil millones de pesos. Ella envió una cuota de dinero y ropa para Gabriel. Cada tres meses hizo todo lo posible por reunir y enviar dinero para pagar en cuotas por la liberación de su esposo, pero todo fue en vano. La última comunicación telefónica con Gabriel se dió un año después del secuestro. Habían disminuido la extorsión a doscientos cincuenta millones.
Presionada por la extorsión, Rocío Oliver se vió obligada a entregar todas sus propiedades y el control total de Colchitex a una mujer apodada "Diana" socia del confeso paramilitar Jorge 40.
Según testimonios recogidos por la fiscalía "Diana" tomó el control del negocio, y lo utilizó para lavar dólares del narcotráfico.
Efectivamente, en el año 2005, la DEA detuvo a 36 personas en la llamada "Operación Mallorca" contra el lavado de activos, en esa investigación se señaló a Colchitex de Barranquilla, y a Mavex Corp., Amanecer Corp. y Nolett Inversiones, en Miami, como empresas que habían blanqueado entre 200 y 300 millones de dólares al año, provenientes del narcotráfico y el contrabando.
Rocío Oliver murió en el año 2006 en la Guajira, en un accidente de transito, al colisionar el auto en el cuál viajaba.
En el año 2008, familiares de Gabriel Martínez se acercaron a la oficina de Justicia y Paz de la Fiscalía General de la Nación, intentando saber algo, pensando que tal vez, en el programa de confesiones impulsada por el gobierno, pueda encontrarse aunque sea la ubicación de sus restos mortales. Pero ningún paramilitar se ha responsabilizado por el crimen. A la fecha nadie sabe nada. El caso está archivado.