La situación comenzó a salirse de control el pasado 21 de marzo cuando las alarmas trascendieron fronteras. El coronavirus estaba abordo del barco de 1800 pasajeros. Distintos pasajeros comenzaron a toser, a hervir en fiebre y retorcerse del dolor en sus habitaciones. Se prohibió salir de los pequeños camarotes. A los pocos días eran cientos los contagiados con claros síntomas de COVID–19.
El 7 de marzo pasado el crucero de bandera holandesa Zaandam partió con cerca de 1.800 pasajeros desde Buenos Aires, Argentina, con rumbo a San Antonio, en Chile. Lo que comenzó como un viaje de turismo y descanso rápidamente se convirtió en una verdadera tragedia a mar abierto. El crucero tenía un cronograma muy estricto, y su plan era llegar finalmente a Fort Lauderdale en Estados Unidos, pero la emergencia por la pandemia estalló a mitad de viaje.
Por fin el 14 de marzo el crucero llegó hasta Chile, donde se tenía pensado desembarcar y esperar a que la crisis fuera controlada: habían calculado que estarían treinta días en tierra. Sin embargo, las autoridades portuarias se negaron a recibirlos y los obligaron a quedarse a bordo. Desde aquel día, el Zaandam navega sin destino por América del Sur.
Le decisión fue dirigirse hacia la Patagonia argentina, buscando un lugar donde pudieran atracar. Pero la historia se repitió. Incesantemente buscaron un puerto que los recibiera, pero ningún país del continente quiso cargar con el contagio.
En total eran 53 pasajeros y 85 tripulantes los que presentaban síntomas, como lo reportó la empresa Holland America Line, dueña del crucero. No había de otra que encerrarlos en sus camarotes. El poco personal médico del crucero, compuesto por cuatro doctores y cuatro enfermeras, y la tripulación que todavía estaba trabajando hacía un esfuerzo sobrehumano atendiendo a cada uno de los pasajeros en sus habitaciones. Pero la situación se hizo insostenible cuando se report que cuatro personas habian fallecido.
“Cuatro personas están ahora muertas, y eso está en la conciencia de todas las personas que a lo largo del camino nos rechazaron” dijo una de las pasajeras a través de una nota de voz.
La única ayuda que ha recibido hasta ahora el crucero ha sido por parte de las autoridades panameñas, a donde llegó la embarcación el viernes pasado. Suministros y asistencia médica fueron llevados hasta el crucero a través del buque Rotterdam, que además logró llevar a tierra firme 400 pasajeros que no habían presentado síntomas. Sin embargo, el Zaandam seguía clamando una autorización poder llegar hasta Fort Lauderdale, en Florida.
Las autoridades del Canal de Panamá permitieron su paso. Con asistencia y todos los cuidados, el Zaandam intentará llegar hasta los Estados Unidos en los próximos días, pero sin ninguna garantía de ser recibidos, como lo aseguró Dean Trantalis, alcalde de Fort Lauderdale.
El confinamiento sigue pesando entre los pasajeros que aún están abordo. Hace apenas unos días llegaron las primeras pruebas para detectar el virus, cuando ya la tragedia es una realidad.
