En la sociedad actual nos estamos acostumbrando al saber dominante, donde la crítica a los expertos (apoyada con frecuencia en otro saber experto) es compatible con la admiración que sentimos hacia ellos. Saber experto donde datos, números y conocimiento juegan un papel dominante a la hora de decidir qué es lo correcto, y en el que tendemos a añorar un pasado de certidumbre que realmente nunca existió.
Ciencia que ha sido siempre polémica y que no ha dejado de estar acosada por la arrogancia de los que supuestamente saben y por la credulidad de los ignorantes. Además de las típicas disputas entre los expertos y un estrafalario rechazo al conocimiento en general, que hoy adopta formas muy diversas de escepticismo y credulidad, tales como la desinformación, el negacionismo o las teorías conspiratorias, en una contraposición que se establece entre quienes no le ven ningún problema a las nuevas tecnologías y los que les ven demasiados. En la denominada sociedad del conocimiento, en el que el saber es el principal recurso para la innovación tecnológica y el crecimiento económico.
Sociedad del conocimiento en la cual la crítica social ya no se dirige a las relaciones de producción, sino a las relaciones de saber, guiada por la creencia de que muchos problemas sociales y políticos solo se pueden resolver cuando se entienden como problemas de conocimiento. Cuyo camino hacia la modernidad incluye, según ciertos gurús económicos y tecnológicos, el fin del dinero en efectivo como un inevitable paso en la senda del progreso.
Camino que a su vez incontables economistas y políticos se oponen con vehemencia, mostrando reservas a la hora de posicionarse en contra de una hipotética digitalización absoluta. «La desaparición del dinero en efectivo supondría la bancarización total de los ciudadanos y esto, en una sociedad tan desigual como la nuestra, supondría un impacto muy fuerte que dificultará el acceso al pago o cobro a los sectores más precarios y empobrecidos, así como a aquellos con más barreras tecnológicas, como la gente mayor» (Gabinete Económico del CCOO).
Debate que en países como Estados Unidos ya existen ciudades cuya legislación prohíbe el pago exclusivamente digital en tiendas y restaurantes, como es el caso de San Francisco o Nueva York, argumentando que 'no parece haber una correlación directa entre el mayor uso de dinero en efectivo, su digitalización y la disminución de la evasión impositiva, siendo de hecho que gran parte del fraude se realiza de forma informática'.
Y en India, país en donde la experimentación que supuso la eliminación de los billetes de 500 y 1.000 rupias —7 y 14 euros respectivamente— en 2017 conllevó una falta masiva de liquidez y cientos de muertos por la incapacidad de llevar a cabo transacciones tan sencillas como esenciales. Por otra parte, en Suecia, se han formado movimientos de rebelión y protesta contra la digitalización total pese a que, según datos del Banco Central Sueco, hasta un 80 % de la población se ha convertido a una forma de vida sin dinero en efectivo (cashless, en inglés).
A pesar de todo, el número total de operaciones de pago efectuadas con instrumentos distintos al dinero en efectivo se incrementó en la zona euro en un 7,9 %, situándose España como uno de los países con mayor uso del dinero en efectivo de la Unión Europea (87 %). Francia, entre otros, se coloca en torno al 68 %, mientras que Holanda lo hace sobre el 45 %. Uso del exclusivo del pago digital que no solo produciría una marginalización de determinados sectores sociales, sino también un ataque frontal a la privacidad individual y colectiva.
Advirtiendo algunos expertos de organismos como el FMI o la Cepal que: «bajo el pretexto del control fiscal, las grandes multinacionales del dinero electrónico controlaran además los datos personales de los usuarios, a través de la información que generan los pagos digitales. A diferencia del efectivo que es un medio público, democrático y estatal. Dinero en efectivo que es el último bastión de la libertad individual y un pilar de la soberanía de los países, que no puede desaparecer o ser objeto de implacable persecución».
Brillante envoltura de la digitalización del dinero, que no es una medida que vaya a llevarnos a una sociedad más justa o con más calidad de vida, y en la cual se debe identificar sus probables repercusiones y analizar con rigor costos e implicaciones. En la que los Bancos Centrales necesitarán dar aún muchos pasos para que este tipo de monedas igualen la inclusión financiera y el nivel de privacidad que actualmente permite el dinero en efectivo, 'pese a la facilidad y a la inmediatez de las transferencias desde el móvil'. ...'Gran belleza del dinero en metálico que es una forma directa y sencilla de transacción entre todo tipo de gente distinta, sin importar lo rico o pobre que sea' (The Guardian).
