En la sala cuatro, del segundo piso de la Funeraria Gaviria de Bogotá el féretro de Pedro Simón Rincón Salazar, está sellado. Era el único hijo del esmeraldero Pedro Nel Rincón y de la concejal de Pauna (Boyacá), Mercedes Salazar. El muchacho murió después de 75 días de luchar por su vida, tras el atentado que le hicieron a su padre y en el que el heredero había quedado con graves heridas en su cabeza, rostro y cuerpo. Durante aquellos días de padecimiento, a Pedro Simón primero debieron amputarle un pie, después una infección le atacó su sistema inmune, hasta que el pasado viernes sufrió un derrame cerebral que más tarde se lo llevó del lado de los vivos.
Mercedes Salazar está sentada al costado izquierdo de donde yace el joven difunto. Desconsolada como cualquier madre no quiere que nadie le hable, que nadie la abrace, que nadie se acerque. Está muerta en vida. Pide justicia. Cuentan quienes los conocían de toda la vida, que Pedro Simón por ser hijo único, era para Mercedes algo más que quien fue parido con aquellos dolores que se desgarran con amor: Era su confidente, su consejero, su hermano, su papá, su amigo. “Pedrito fue más mamá que papá. Podían estar en la fiesta que fuera, podían haber las mujeres más lindas del mundo, pero si Mercedes le decía a Pedro Simón que estaba cansada y que se quería ir, el muchacho dejaba lo que fuera y se iba con ella para la casa y no volvía a salir para que ella no se quedara preocupada”, cuenta un socio de la familia.
Tenía 23 años, estudiaba Ingeniería Civil en una importante universidad de Bogotá, le gustaba un tanto el mundo de las minas pero poco menos la avaricia de las esmeraldas. Diferente a su padre, el joven prefería los hobbies modernos como admirar carros bonitos o lucir ropa ajustada, más que aquellos que han hecho famoso a ‘Pedro Orejas’, es decir: la pasión por las peleas de gallos por millones de pesos y la cría de caballos de paso fino. “Era muy calmado. A mi me ha tocado bajar a las minas con los hijos de otros socios, pero el día que me tocó bajar con Pedro Simón fue especial. No se agitó cuando vio verdecer la veta, ni se puso escamoso como los demás muchachos. Con el casco y las botas puestas, miraba que todo estuviera bien, sin desconfiar de nadie, sin alarmarse por la riqueza. Era tranquilo”, cuenta otro socio de la mina La Pita, una de las dos más ricas del país.
La muerte de Pedro Simón es, quizá, el resultado de una guerra confusa, opaca, verdusca. El mito de esta nueva guerra florece en medio de dos minas: La Pita y Cunas, ubicadas en el municipio de Maripí (Boyacá). La Pita fue descubierta en 1998 por Diosdé González, una concesión que hoy es explotada por las familias Rincón, Triana, Espejo y González. Mientras que del otro lado se encuentra la mina Cunas, controlada por las familias Carranza, Molina, Murcia, Cañón y Sánchez. Sin embargo, el problema apareció cuando el tesoro verde más grande fue descubierto en medio de estos dos grandes socavones. A ese sector le llamaron Consorcio y en el año 2000 los dos clanes firmaron un acuerdo para que todos pudieran explotar y extraer de ese territorio las piedras preciosas que encontraran, pero en el año 2011 la justicia le dio el poder interino a Carranza y este la mandó cerrar para evitar conflictos.
Diagonal a la iglesia Cristo Rey, hay un par de hombres contando parte de la historia que se quiere se escuche de Pedro Nel Rincón, el gran ausente al funeral y el directo afectado. Nacido en Maripí (Boyacá) hace 47 años, fue el más presto de 12 hermanos para hacer empresa a través de las esmeraldas. Se inició como minero en los cortes de José Ruperto Córdoba Mariño, alias El Colmillo, dentro de las minas de Coscuez. Su primer capital lo invirtió en su propia maquinaria y pasó a ser un buen plantero, con visos de gran negociante y con aquel embrujo del que lo persiguen las piedras preciosas. Entre los años 1989 y 1991, cuando la segunda guerra verde estaba en pleno candeleo, Pedro Rincón Castillo, conocido desde aquellas épocas como Pedro Orejas, acumuló un buen capital para empezar a tener voz y voto en las decisiones de las minas de Peñas Blancas.
Pero su carácter fuerte, ese que se necesita para hacer respetar las tierras que son de todos y de nadie, comenzó a hacer de su nombre el de un esmeraldero temido. En el 89 fue arrestado por porte ilegal de armas. Veinte años más tarde, en el año 2008, un hecho marcaría para siempre sus antecedentes judiciales: fue acusado de asesinar en pleno centro de Pauna a Miguel Pinilla, el guardaespaldas de Maximiliano Cañón otro de los esmeralderos de tradición, por este caso sería llevado a la Picota, pero en el año 2011 fue absuelto. Así mismo se le acusó de haber llevado a los paramilitares de las AUC, a tierras boyacenses para obtener el dominio de las tierras, un hecho que no ha sido comprobado.
Sin embargo, el nombre de Pedro Orejas tomó más relevancia nacional, cuando algunos medios de comunicación lo encumbraron como el gran enemigo y único hombre capaz de enfrentarse al gran zar de las esmeraldas, Víctor Carranza. Al revisar las publicaciones relacionadas con su nombre se ha llegado a manejar la hipótesis de que en los dos más grandes atentados que sufrió Carranza –el primero en julio de 2009 en la vía Puerto López y Puerto Gaitán, donde hubo rockets de por medio y el segundo en marzo de 2010 en la vía a Puerto López y Villavicencio con casi el mismo modus operandi- estuvo la mano de Pedro Orejas en asocio con el paramilitar Pedro Oliverio Rincón, alias Cuchillo. De hecho hasta se especuló que uno de los planes de exterminio les había costado más de un millón de dólares.
A las 2 y 10 de la tarde un camino de honor a lado y lado de la calle que conduce de la Funeraria Gaviria a la iglesia Cristo Rey, le abre paso al féretro de Pedro Simón. No está lejos decir que este funeral en sus proporciones se asemeja al del gran zar de las esmeraldas Víctor Carranza, ocurrido en abril de 2013. Parece un Déjà vu. Las mismas pieles, ojos, manos, peinados, maneras de vestir y de hablar pero con distintos nombres y apellidos se han hecho presentes. Camionetas blindadas y esquemas de seguridad se avizoran en las esquinas. No se ve un arma, pero el aire es denso. La policía no envió a 40 pero si a 20 hombres del Grupo Operativo Especial de Seguridad (GOES), para evitar otro atentado, secuestro o trinca. Asimismo, están presentes una docena de patrulleros de la policía metropolitana de Bogotá. Exactamente los mismos siete clérigos que estuvieron en el réquiem de Carranza, oficiaran las honras fúnebres de Pedro Simón: monseñor Héctor Pabón Gutiérrez, el obispo Luis Felipe Sánchez y cinco sacerdotes más. Como si la escena fuera calcada, el joven fue velado en la misma sala en la que estuvo Carranza.
Antes de iniciar la misa, Diosdé González, vocero de los esmeralderos de la mina La Pita, da a los medios de comunicación un mensaje enviado por el propio Pedro Nel Rincón. Palabras más palabras menos, dice que no va a haber guerra, que la gente de Maripí, Pauna y de la sociedad empresaria de Zulia, no quiere más muertos, no desea más guerra. Que ya se puso la vida del gran tesoro de Pedro, pero que queda la tranquilidad de las demás personas. Diosdé solo advierte un malestar entre este lado de la historia, dice que la justicia no ha movido un dedo para dar con los autores del atentado. “Ya son cinco los muertos por esta granada; un bebé llamado Jacobo, la señora Herlinda, dos agentes y ahora Pedro Simón. Pero la justicia de este país no ha hecho nada para castigar a los autores de estos asesinatos. Hace un año el Estado nos quitó la seguridad, nuestros esquemas son nuestros propios primos, hermanos, sobrinos. Nuestras familias. Pero queremos tranquilidad, nadie quiere más muertos”, dice con voz dolida el líder esmeraldero.
Pero en lo fáctico son varios muertos y heridos los que ha dejado esta difusa guerra. Por el lado del clan Carranza el primer toque que dejó grietas se dio entre el propio zar y Yesid Nieto, un pseudoesmeraldero que llegó con dinero a la región y según el propio Carranza con grupos paramilitares. Finalmente en 2007 Nieto cayó asesinado en Centro América. Carranza habría de salpicar en este episodio a Pedro Rincón, acusándolo de haberle seguido el hilo a los planes de Nieto. Después vendría la muerte del escolta de Maximiliano Cañón, dejando un enemigo más para Rincón. Más tarde, en 2012, todo se puso color verde oliva por la muerte de una de las personas más cercanas a Carranza, Mercedes Chaparro, homicidio que también se lo endilgaron a Pedro Orejas. En Bogotá se presentarían varias muertes de hombres cercanos a Rincón y que tendrían que ver con retaliaciones por lo de Chaparro. Le seguiría el cinematográfico atentado en plena zona rosa de Bogotá a uno de los socios más importantes de Carranza, el empresario Jesús Hernando Sánchez Sierra, quien se salvó después de nueve disparos. No pasarían seis meses y caería muerto el abogado de Pedro Rincón, el boyacense Víctor Armando Ramírez. Se creía que todo estaba controlado desde que salió el propio Víctor Carranza a declarar la paz entre todos los clanes, aunque el pacto parece que terminó tras su muerte por enfermedad en abril del año pasado.
Lo paradójico de todo esto después del largo listado de actas de defunción y tras el fatídico atentado que acaba de dejar muerto al hijo de Pedro Nel Rincón, es que ninguno de los que se suponía estaban en guerra con él, fueron sus señalados. “Yo creo que la familia Carranza no tiene nada que ver en esta situación. Ahí hay otras familias que son quienes están detrás de nosotros e intentan quitarnos del camino (…) la familia Murcia, con la familia Cañón, son los que están a la pata mía (…) Y la familia Molina son los que creo que rompieron ese pacto de paz porque Edwin Molina dijo que no quería saber nada de nosotros. ¿Y entonces qué es lo que quiere? Dice supuestamente que son esmeralderos, pero no sé, porque ellos se la pasan con narcotraficantes también haciendo cosas", dijo sin temblarle la voz en entrevista con Julio Sánchez Cristo, semanas antes que herido y cargado por policías fuera llevado a la cárcel acusado de fabricación, porte y tráfico de armas de uso privativo de las fuerzas militares.
En las primeras filas de la iglesia Cristo Rey, se encuentran las familias del clan correspondiente a La Pita: los Rincón, Triana, Espejo y González, lloran a un hijo que es como si fuera propio. Muy pocas veces salía con su papá a ese tipo de eventos, Pedro Nel tenía a Pedro Simón un tanto alejado de su mundo de negocios, gallos y tensión de poderes. Pero justo el día de la celebración de los 170 años de Pauna, el esmeraldero quiso tener a su familia al lado. Dueño de toda la comercialización de cerveza en varios municipios de Boyacá, Rincón estaba tan contento que mandó traer un camionado para regalarlo entre las más de seis mil personas que estaban presentes. También quería sacar sus caballos de paso para que la gente los apreciara. La familia en pleno estaba sentada cuando escucharon la detonación, los 20 escoltas de Rincón de inmediato acudieron por su patrón, pero él tenía los ojos puestos en su hijo, que había absorbido todo aquel daño colateral de quien quería matar a su papá. No importaba o no si mataban al sicario tulueño que lanzó la granada, lo importante era socorrer a Pedro Simón. Dos meses y medio después, Pedro Nel Rincón, habría de recibir la noticia por teléfono de voz de su socio y amigo Alirio Palacios, en la que le contaba que aquella revista que tituló ‘Pedro Orejas El Intocable’, se había equivocado porque su hijo acababa de morir.
Por @PachoEscobar
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