Me quiero anticipar a la realidad de toda obra pública que se pone en marcha en esta ciudad: no va a estar lista en la fecha prometida.
Hace menos de 15 días Emcali puso en marcha el plan de mejoramiento del colector sanitario de aguas residuales y aguas lluvias en puntos clave de la ciudad, el cual, de acuerdo a como ha sido presentado, se ejecutará de forma concatenada y no simultánea en los tramos impactados con el proyecto.
Se planea que esté listo y completamente ejecutado para el mes de agosto de este año gracias a la intervención de 17 personas que trabajan en las obras y la dirección del contratista encargado Fernando Duque.
Por cuenta de las obras estamos sacrificando tiempo y parte de la ya cuestionable comodidad vial de las calles de la ciudad, especialmente afectada en horas en las que en verdad nos preguntamos cómo es que en Cali se ha incrementado de forma tan descontrolada el tráfico.
Desde luego que las reparaciones, obras de mejoramiento de espacios públicos o de mitigación de impacto, construcción de espacios útiles o de mantenimiento de la malla vial, acceso a energía, acueducto o alcantarillado, involucran ciertas concesiones de parte de la ciudadanía, la cual, al margen de las molestias que suponen, ve con buenos ojos que se ejecuten proyectos en la ciudad y se invierta el dinero público de forma visible y en obras que aporten al bienestar de todos.
Pero lo menos que debemos recibir, además de la probidad en la adjudicación del contrato es que el mismo se ejecute dentro de los plazos prometidos. Más que por cuestiones meramente legales y presupuestales, porque en algún momento hay que empezar a romper el espantoso ciclo de las obras irrazonablemente inconclusas, los retrasos no previstos en el planteamiento de proyectos, las demoras originadas en la falta de rigor operativo del ejecutor y, peor aún, el agotamiento injustificado del presupuesto.
No han sido pocos los comentarios que se leen en redes sociales y medios de opinión en los que personas cuestionan la soledad y lentitud que se observa en las obras y por cuenta de la cual Duque ya tuvo que dar algunas explicaciones.
Esta no solo es una práctica recurrente que la ciudadanía ha tenido que tolerar pacientemente desde su posición de simple espectador, sino que perpetúa el abuso de la administración con los recursos colectivos y fomenta el desinterés de los comprometidos por responder de manera responsable a quienes se ven mayormente afectados. Se necesita más veeduría ciudadana sana y representativa.