Hablando con uno de los estrategas de las campañas políticas, que por estos días tienen los motores casi a todo dar (o por lo menos así es como debería ser), aseguró, palabras más, palabras menos, que los votos ya estaban contados y que la preferencia de los votantes obedece a una estructura que está montada desde hace cuatro años o más.
Para terminar de rematar mi esperanza de cambio, aseguró que quienes ahora son congresistas en Cámara de Representantes llevan cuatro años asegurando su puesto en el Senado, y los que son senadores llevan por lo menos cuatro años asegurando sus puestos e impulsando a sus pupilos y pupilas para que sean representantes a la Cámara.
En últimas, todos los votos están amarrados, según él, al clientelismo, porque los puestos en Senado y Cámara se aseguran con concejales, alcaldes, diputados y cuanto puesto regional se pueda. Cada uno, con sus cuotas políticas, tiene asegurada una cantidad de votos que se van descontando de los que los nuevos candidatos o movimientos podrían obtener.
En esa lógica, el Pacto Histórico está derrotado rotundamente en las regiones, puesto que no hay estructura que pueda garantizar voto a voto las mayorías. Lo poco que hay en los departamentos, con excepción de Bogotá, “pertenece” (me perdonan la palabra, pero es la lógica electoral que se ha aplicado durante años en Colombia) a los llamados “verdes por el cambio”.
Lo cierto es que la derrota será rotunda porque no hay esa estructura con la que cuentan los estrategas, o por lo menos ese que conocí. Los congresistas del Pacto no se han dedicado a crear clientela. Se han dedicado a hacer política, a hacer leyes favorables, o por lo menos a proponerlas porque la aplanadora de la mermelada las ha aplastado casi todas, es decir, no hay estructura.
El gran dilema que esto me plantea es si realmente el clientelismo ya tiene todos los votos comprados o no los tiene todos, y si los elementos que siempre se evalúan en una estrategia, que básicamente están definidos por el número de votos de tal o cual persona o el resultado de tal o cual elección, tendrán que ser reevaluados a partir del próximo 13 de marzo.
En últimas, la única esperanza de un paso certero para el cambio parece ser la ciudadanía activa electoralmente, porque ni siquiera se puede llevar la avalancha de campaña hacia abstencionistas o votos en blanco, puesto que pensar en ellos, para los estrategas, es un “pajazo mental”.
Hoy nosotros y nosotras, al margen de las campañas, en las que estamos expuestos al ofrecimiento del tamal o de los “cincuentamil”, debemos hacer conciencia de nuestro voto, no hay de otra. De lo contrario seguiremos siendo los cientos de personas que esperan un camión de basura para buscar el sustento diario.