Existe una popular fábula, que es aplicada a la mayoría de gobernantes que después de haber transcurrido un tiempo prudencial de su mandato, analizada su gestión y contrarrestada sus decisiones, la mayoría de los electorales indagan como el viejo al joven en la Tortuga arriba del poste: ¿Cómo llego ahí?, ¿no puedes creer que este ahí?, ¿cómo puede estar ahí?, ¿no pudo subir sola ahí?, ¿no debería estar ahí?, ¿mientras este ahí no podrá hacer nada útil? Y la única, honesta y conveniente conclusión que lleguemos es “lo único sensato sería ayudar a bajarla de ahí”.
Este relato literario nos deja una profunda enseñanza y consejo moral, puesto que a través de la historia política del país hemos elegido a nuestros gobernantes sin analizar propuestas, capacidades, estructura y servicio, lo que nos ha conllevado a entregar los destinos de nuestras comunidades en muchos casos a personas sin el conocimiento político, administrativo, social y económico de nuestro conglomerado.
Es por ello, que transcurrido su mandato se incrementa la desconfianza, el inconformismo, rechazo y desesperanza en las administraciones, puesto que algunos gobernantes, a pesar de adelantar algunas obras en su territorialidad, estas son no representan un cambio profundo y de fondo en las condiciones de vida y bienestar de sus habitantes, puesto que es inaudito e inexplicable por ejemplo que nos gastemos miles de millones del erario en obras de embellecimiento o esparcimiento, mientras nuestra educación, salud o servicios públicos púbicos se encuentran relegados y en pésimas condiciones.
En la actualidad el fervor del cambio, después de lograr un giro histórico en la política nacional, donde por primera vez un político de “izquierda” accede a la casa de Nariño, quiere ser aprovechado por muchos para cumplir su sueño y lograr gobernar su comarca, bienvenido el cambio, todos tenemos derecho a elegir y ser elegidos, pero así mismo tenemos un compromiso histórico con nuestra gente, sociedad y terruño, es por eso que debemos realizarlo de manera inteligente, informado, donde dejemos de lado la retórica, promesas y malas prácticas, y por el contrario, empecemos a administrar responsable y honestamente los recursos públicos, invirtiéndolos en las necesidades de manera ordenada, planificada y concertada, donde prime el bien general y no particular, que nos permita construir un mejor futuro, con oportunidad, garantizando progreso y desarrollo para todos.
Este 2023 es un año electoral, un año donde tenemos el deber y la responsabilidad de cambiar el rumbo, los electores en saber elegir, dejar de escoger entre el menos malo para elegir al mejor, los políticos para transformar la vida de sus electores, devolverle la esperanza y la confianza en las instituciones y sus gobernantes, solo así podremos concretar el verdadero significado de la política que es el arte de servir y no poner en practica la lacónica frase del escritor y periodista francés Louis Dumur “La política es el arte de servirse de los hombres haciéndoles creer que se les sirve a ellos”.
Si realizamos bien el ejercicio podremos caminar por las calles y de seguro no nos sorprenderemos encontrando una tortuga sobre el poste, sino que encontraremos bienestar, felicidad y armonía en la sociedad, de lo contrario seguiremos rasgándonos las vestiduras buscando una explicación, pero sobre todo deseando bajar esa tortuga de ese poste, para que pueda irradiar la luz que ella opaca.