Desde 2018 la izquierda en Colombia ha estado tratando de renovarse. El camino recorrido ha sido difícil y, además, lleno de problemas de todo tipo. Hacer política desde la izquierda en Colombia, todo un reto que por ahora no tiene solución.
Las campañas de congreso y presidencia de 2018 en Colombia mostraron el intento de los sectores alternativos para crecer en los escenarios de elección popular. La Alianza Verde dio el paso inicial, logrando aumentar sus votos y fuerza territorial. Los seguidores de Petro aglutinados en la Colombia Humana demostraron que podían hacer buenas campañas y esa elección lo comprobó.
El experimento de ese momento logró resultados aceptables. Tres congresistas de la lista de Petro y un nutrido grupo de congresistas verdes salieron al ruedo del capitolio nacional La bancada alternativa tomó forma, viendo con recelo a los congresistas del partido Farc, hoy Comunes. Desde el primer momento fue evidente la enorme distancia entre los firmantes del acuerdo de paz y el resto de congresistas.
Los congresistas de Comunes no superaron las expectativas, sus voces poco se oyeron, no debatieron y tampoco presentaron proyectos de ley importantes. Su paso por el capitolio fue en silencio. Además, el resto de la bancada los limitó al mero cumplimiento del acuerdo de paz, pero no fueron incluidos en los escenarios de debate, ni en los espacios de poder de la izquierda. No lograron establecer relaciones políticas sólidas y tampoco una narrativa de cara a los medios y la sociedad. Llegaron al congreso en una inmensa soledad, terquedad y sordera que hasta hoy los mantiene marginados.
Entre tanto, las tensiones en la Alianza Verde son observadas desde la barrera por la bancada alternativa. Las diferentes facciones luchan contra la imposición de Sergio Fajardo como candidato. Las distancias entre Angélica Lozano, así como de Juanita Goebertus, con el resto de la bancada de izquierda, son evidentes. Lo que en 2018 fue una posible unión y construcción de lazos de trabajo hacia un programa nacional de la centroizquierda e izquierda, quedó destruido en la campaña de 2019, la llegada de Claudia López a la alcaldía de Bogotá dio por terminada esa posibilidad.
El enfrentamiento de los verdes con la Colombia Humana ha dado paso a un sinfín de problemas. Las tensiones van desde los congresistas y concejales hasta los ediles, nadie se salva de los ataques y las confrontaciones. Una peligrosa idea del purismo y la verdadera lucha social se apoderó de los espacios de debate, de los lugares de encuentro y concertación. “Yo sí sé lo que quiere decir Petro” o “Sergio Fajardo sí puede ganar porque no polariza” son algunos de los lugares comunes que dominan los encuentros políticos.
Durante la campaña de 2018, Gustavo Petro afirmó que el movimiento Colombia Humana no era únicamente él, sino que, por el contrario, era un proceso colectivo que tenía un programa político y la vocería de varias agendas sociales. Fue claro en afirmar que no apoyaba la idea de un movimiento caudillista y que la tarea para el 2022 era consolidar un movimiento de movimientos.
En la campaña por la alcaldía de Bogotá empezaron los tormentos. La unción a Holman Morris como candidato a la alcaldía generó una ruptura profunda. El movimiento feminista que hasta ese momento había estado con Colombia Humana estalló. La crisis tomó vuelo y desató una confrontación interna que hasta hoy no ha logrado ser superada. Los grupos feministas llamaron a la unidad, pero la respuesta de los dirigentes fue el silencio. Las acusaciones que recaían contra Morris no fueron resueltas en ningún escenario del movimiento político. La división quedó establecida. Están con Morris o no están y viceversa. Los grupos feministas también dieron inicio a confrontaciones entre sí, ideológicas, estéticas y administrativas. Hasta hoy sigue siendo complicado comprender los debates entre las feministas de este movimiento.
La adulación hacia Petro es proporcional a la adulación a Uribe, el fanatismo es por mucho, la identidad de Colombia Humana. A pesar de los esfuerzos de varios grupos de jóvenes de construir un movimiento moderno, seductor y de carácter nacional, la realidad es que los dirigentes y los círculos de asesores de Petro, el senador Gustavo Bolívar y las cabezas del Mais impiden el desarrollo de cualquier propuesta por fuera del statu quo que han creado.
El machismo y la violencia contra la congresista María José Pizarro y las concejalas Heidy Sánchez, Susana Muhamad y Ana Bernal son el pan de cada día. Sin mencionar el olvido al que son sometidos Ati Qugua y David Racero en el escenario político. El fanatismo y sobre todo el arribismo de Bolívar y Morris le han dado paso una lamentable y bien coordinada estrategia de agresión. Es evidente la profunda división.
Las cosas no van bien. El Pacto Histórico nació como una estrategia para crear unidad y no lo logró, hasta el momento es la base de la campaña presidencial de Petro y en donde muchos están intentando pescar en la división del movimiento. Nadie sabe qué es o cómo funciona el mencionado pacto. Una vez más la izquierda falló en la comunicación de sus propuestas.
La renuncia de Ángela María Robledo fue otro detonante en las ya muy profundas divisiones. Las feministas en ese contexto han tratado de recuperar ese espacio en el movimiento, pero las tensiones entre ellas no han permitido el avance de una propuesta sólida y atractiva de cara a las elecciones. Es complicado comprender la lucha de poder entre ellas.
Entre tanto, el Polo Democrático empieza a abrir las puertas a nuevas caras, en especial a dirigentes jóvenes que se cansaron de la falta de liderazgo y de orden en Colombia Humana. Resulta más eficiente la organización del Polo. Carlos Carrillo, Juana Afanador y Ana Erazo son algunas de las nuevas caras en las toldas amarillas. La experiencia y el carácter de los senadores Iván Cepeda y Alexander López son contundentes.
Los esfuerzos por mantener la unidad también son diarios y de mucho sacrificio. La representante María José Pizarro, los senadores Wilson Arias y Feliciano Valencia, no dan tregua en la construcción de puentes, solución de tensiones y recorridos por varias regiones del país, tratando de sacar adelante el Pacto Histórico. La lucha de poder al interior de la izquierda, expone una cosa muy buena. Hay nuevas ideas que empiezan a demoler la antigua forma “mamerta” de hacer política. Las viejas formas de la izquierda empiezan a desmoronarse ante el disgusto y la antipatía de los autodenominados “alternativos”, bañados en penosas ideas machistas, arribistas y peligrosas acusaciones de acoso sexual, violencia intrafamiliar y abuso de narcóticos.
Bienvenido el cambio en los liderazgos de los partidos de la izquierda colombiana, es hora de darle una despedida a todos aquellos ya cumplieron su labor y que lastimosamente hoy, se han convertido en un obstáculo para el crecimiento y el avance de la izquierda en el escenario social y político. La Colombia de hoy necesita de una izquierda renovada, seductora y conectada con las temáticas actuales. Debe entender que la narrativa de sus propuestas y sus análisis tiene que convertirse en una comunicación fácil de comprender, acoplada a las tendencias comunicativas y definitivamente, que logre unir a los ciudadanos a un proyecto de país que de verdad los haga y sentir que si son bienvenidos y en el que tienen la opción de generar sus procesos políticos con transparencia y verdadera democracia.
Señalamos en este texto, escrito desde el profundo amor y convencimiento por la izquierda, por la paz y la unidad, nuestro deseo de construir para el presente y el futuro, una izquierda fuerte, con presencia nacional, que genere respeto y credibilidad para poder por fin, ser gobierno.
Finalmente, queremos invitar a todos los actores que hoy están en medio de estas peleas y tensiones a que sean críticos y acepten sus errores, a que bajen la guardia y se den la mano evitando de esa manera el derrumbe de lo logrado hasta hoy, no olviden que están representando nuestra voz y tienen la responsabilidad de hacer lo mejor posible. Están muy cerca de defraudar a toda una generación que los ha apoyado. No vuelvan a fallar.