Daniel Quintero dio el vuelco a su camino profesional en el 2007 cuando dejó Intrasoft, la empresa que había creado dos atrás para lanzarse a la política. Buscó un escaño en el concejo de Medellín por el partido conservador, los métodos de campaña eran completamente sui generis. Escogió a los azules casi que por tradición familiar, porque su papá Orlando Quintero era un seguidor en el barrio donde vivian, el Tricentenario de Castilla. Tenía 27 años.
Buscó un camino original para conseguir votos: pintó un marrano azul, como símbolo de una alcancía y salió a buscar aportes. Un entusiasmo que no le dio sino para conseguir 2.000 votos. Después de un paréntesis académico con el bicho de la política vivo, empujó a su hermano, quien en ese entonces era un empleado de Foto Japón, a probar suerte, de nuevo en el Consejo de Medellin. Tenia claro que ese era el primer escaño para avanzar en la política antioqueña. Lograron el aval de la Alianza Verde, después de tocar sin éxito las puertas del partido de la U y de Cambio Radical. Esta vez el marrano fue pintado de verde, y con la misma estrategia consiguieron 5.777 votos y Miguel logró el cupo en el consejo de Medellin.
A través suyo conoció la dinámica de la política tradicional y Daniel Quintero la tuvo clara: debía armar un movimiento independiente, propios. Nació el Partido del Tomate que fundaron con tres amigos Juan Carlos Upegui y Elí Shnaider, en el 2012. Salían a las plazas públicas, incluida la Plaza de Bolivar de Bogotá, con grandes afiches de personajes polémicos como el entonces procurador Alejandro Ordoñez, el senador Roy Barreras, Alvaro Uribe Vélez y hasta el presidente Juan Manuel Santos, y los cogían a tomatazos. Las figuras terminaban estrelladas por los tomatazos. Las tomatinas le dieron relevancia nacional.
Querían desmarcarse de cualquier partido político y mostrarse como una corriente renovadora, libertaria. Aspiraban participar en las elecciones en el 2014, pero el movimiento no consiguió la formalidad legal y se quedaron con las ganas. El Partido del Tomate se diluyó pronto pero Quintetro logró parte de su propósito: darse a conocer nacionalmente.
Simón Gaviria, quien siembre buscaba figuras nuevas., contemporáneas suyas para la renovación de la política, buscó a Quintero. Le propuso conformar la lista de cámara del Partido Liberal. Quintero aceptó y no tuvo ningún problema en pintar el marrano de rojo y salir con éste a la carrera séptima a buscar monedas para financiar la campaña.
Se quemó con o 16 mil votos, pero siguió proyectándose nacionalmente. El Presidente Santos, quien había sido víctima de las tomatinas le ofrecio la gerencia de Innpulsa. Quintero se trasladó a vivir a Bogotá. Dos años después en 2016, el recién nomrbado Mintic, David luna de la cuerda política de Simón Gaviria, lo nombró viceministro. En las elecciones del 2018, se la jugó al lado de Humberto De la Calle. Vio despejado el camino, y se lanzó a la Alcaldia de Medellin, con el mismo espíritu de sus tomatinas del pasado: enfrentar a la dirigencia política tradicional, en Medellin personalizada en su rival Alfredo Ramos, el hijo del dirigente conservador Luis Alfredo Ramos pero quien recogia toda la fuerza del Uribismo en Antioquia. Lo derrotó con un importante volumen de votos
Esta semana le aplicó la tomatina a la junta directiva de EPM, la que entendió se estaba atravesando en el camino de demandar a los según el alcalde Quintero, responsables de la debacle de Hidroituango. No dudó en coger a tomatazos, a la encumbrada dirigencia antioqueña con presencia, desde siempre en la directiva de empresa mas valiosa de servicios públicos más valiosa no de Colombia, de América Latina. Una señal inequívoca de hasta donde pueden llegar las tomatinas del alcalde de Medellin Daniel Palacios.