Todo el escándalo que han armado sobre unas cartillas que dizque el Ministerio de Educación repartió para enseñar a que niños y niñas decidan sobre su sexualidad, parece la reiteración de los debates homofóbicos que hemos vivido en los últimos años. Cada vez que se plantea un pequeño avance para traspasar los límites de una sociedad que por tradición cristiana proscribió el tema, aparecen las voces airadas para llamar a defender la familia y la regla “natural” de la heterosexualidad.
Y cada vez que esto suceda tendremos que salir a defender los derechos de las minorías, en este caso las minorías de la diversidad sexual. No podemos bajar la guardia porque lo que se nos instalaría sería un tribunal de la inquisición, con el cura Savonarolla Ordoñez a la cabeza.
Si por estas personas fuera, ya habrían quemado en la hoguera a la malvada Gina Parody por atreverse a implementar una sentencia de la Corte Constitucional que ordena la revisión de los manuales de convivencia para corregir todo lo que pueda llevar a la discriminación y al matoneo por motivos de opción sexual.
Lo triste es que este linchamiento que buscan hacerle a la ministra está basado en premisas falsas, que buscan aterrorizar a unas familias desinformadas y llenas de prejuicios sobre el tema. Han utilizado para su alegato un manual falso puesto a circular en las redes sociales, han presentado mentiras y cosas que no se han hecho desde la institucionalidad y han salido furibundos a convocar marchas otra vez de “resistencia civil”. Además, en sus argumentos mezclan principios seudocientíficos con mitos y estadísticas abiertamente mentirosas.
Para participar con más calma en este debate, es bueno que partamos de mirar el problema que busca resolver la Corte Constitucional y el Ministerio de Educación. Para esto es solo examinar ¿quién o quiénes son víctimas de discriminación, exclusión y matoneo en las instituciones educativas colombianas, sean públicas o privadas, seglares o religiosas.
La respuesta es fácil y se soporta en las estadísticas de medicina legal o en los datos de violencia basada en género. En las instituciones educativas quien sufre matoneo y discriminación no son las personas heterosexuales porque ellas están dentro de la “norma”. Muy por el contrario, quienes tienen identidades y expresiones diversas de la sexualidad por lo general sufren graves y grandes agresiones, bien sea por parte de la institución o por cualquiera de sus integrantes, docentes o estudiantes.
Ningún niño (o niña) que se sepa, ha llegado a su casa a decir que fue agredido o agredida porque es heterosexual o porque se viste y peina como lo hacen los demás niños (o niñas). Lo contrario, sin embargo, es usual y el caso emblemático de Sergio Urrego nos lo recuerda de manera dolorosa.
La Corte Constitucional ordenó que se practique en los colegios
la tolerancia y la inclusión y que los manuales de convivencia
garanticen el derecho a la libre expresión de la personalidad
Es por eso que la Corte Constitucional, ordenó que se practique en los colegios la tolerancia y la inclusión y que los manuales de convivencia garanticen el derecho a la libre expresión de la personalidad. Pero, como es fácil constatar en muchísimas instituciones educativas, la tolerancia y la inclusión no están presentes en sus manuales de convivencia, el Ministerio decidió que había llegado el momento de plantear una metodología para implementar estos principios democráticos.
A nadie se le está enseñando a ser homosexual. Lo que sí se está enseñando es a ser tolerantes e incluyentes. Y se está enseñando a ser tolerantes porque lo que hay, y mucho, es intolerancia, como bien lo demuestran las personas que pretenden acabar con este programa de capacitación a las instituciones educativas.
Claro que la tolerancia es algo que se aprende, como se aprende a ser agresivo, como se aprende el fanatismo. No somos buenos o malos naturalmente, es algo que se transmite de padres a hijos, de docentes a estudiantes, de religiosos a seguidores. Lo contrario sería creer que quienes matan hoy en el nombre de Alá, por ejemplo, nacieron fanáticos. No, a ellos les enseñaron a odiar, como hoy en Colombia se está enseñando a discriminar y agredir cualquier expresión LGBTI.
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