Actualmente en este mundo diverso se agrede y persigue a los que pensamos de manera de diferente. Los que tenemos una visión del mundo cristiana somos tratados de oscurantistas y de enemigos del “progreso” de una sociedad que se pierde en relatos falsos y contrarios a los postulados biológicos y morales con los que Dios creó al ser humano.
Ahora resulta que asesinar criaturas es un derecho de la madre, que la sexualidad es un asunto de elección y que los que abogamos por los diseños de Dios somos oscurantistas que no deberíamos tener derecho a promover las verdades eternas de Dios consignadas en la Biblia.
El auge de los derechos de las minorías ha querido eclipsar los derechos de muchos otros que pensamos diferente. Las ideas que desde la ONU algunos han querido propagar por toda la tierra tildando de anticuados a aquellos que nos oponemos están muy lejos de ser verdades científicas susceptibles a pasar por un riguroso examen.
Desde las líneas del editorial de El Espectador del domingo 7 de abril de 2019, se atacó la III Cumbre Transatlántica que se realizó en el Congreso de la República con el objeto de ofrecer una respuesta imprescindible a la crisis de la civilización, tildándola de oscurantista. Seguramente, si hubiera sido una cumbre para fomentar la diversidad se hubiera celebrado y atacado a los que nos hubiésemos manifestado en contra.
No es posible que las minorías estén ejerciendo una tiranía en los estados contemporáneos. No se puede permitir que unas minorías con verdades a medias determinen el curso de Estados en los que existen mayorías creyentes y que guardan principios y valores bíblicos.
En nombre de la diversidad no se pueden imponer leyes, decretos, distribución del presupuesto nacional, entre otros, que vulneren los derechos de las mayorías creyentes que constituimos este país.
Se cuestiona que se utilicen recursos públicos para la realización de una cumbre como esta, pero no se cuestiona que se usen recursos públicos para atender los derechos de unas minorías por encima de las creencias y derechos de una mayoría.
Dejemos las cosas claras, los creyentes no estamos en contra de la población LGTBIQ, estamos en contra de que se quieran imponer sus valores y educación a nuestra sociedad, en su mayoría creyente, y a nuestros hijos en los colegios. Tampoco estamos en contra de los que defienden el aborto, pero si nos oponemos al asesinato de criaturas indefensas. La mujer tiene todo el derecho de controlar su cuerpo, pero no el derecho de asesinar una criatura. Finalmente, defendemos la muerte digna como la muerte que termina de manera natural y sin la intervención del hombre, pues cuando hay intervención humana es un homicidio y no muerte digna.