Leí el escrito del periodista John Díaz Cañada sobre la degradación en el ejercicio del periodismo en el Chocó: “Hace algún tiempo decidí no seguir haciendo periodismo en el Chocó, lastimosamente ejercerlo de manera independiente es casi que imposible, las maquinarias y su poder económico vulneran la objetividad y la verdad verdadera”. Allí también señaló: “Renuncié a una asesoría que tenía en una alcaldía, porque me cansé de escribir mentiras, de tratar de lavar la mala imagen de personas, de defender lo indefendible y de engañar a la gente que me leía y creía en mí”.
A la par, añadió: “Hoy desde lejos, leo con tristeza que esta práctica del periodismo entregado a los 'capos' es cada peor, rayan en la estupidez algunos colegas con sus escritos, manifestando que el ladrón es honesto, que el traidor es fiel y que el asesino es inocente, amigos, es hora de buscar la comida por otro lado, de reinventarse cuantas veces sea posible, de recuperar la credibilidad, basta ya de querer engañar a la gente”. Finalmente, concluyó que “en el periodismo chocoano, meto la mano a la candela por 2 o 3, el resto vende su independencia y la verdad al mejor postor, duele reconocerlo y manifestarlo, pero es una de las mil verdades qué hay que decir”.
También leí las diferentes reacciones sobre este escrito en las redes sociales, entre tantas me pareció muy interesante las del periodista Marino Mena, quien dijo: “Como muchos no conocen cómo funciona un gran sector del periodismo chocoano y se quedan con una sola versión y quienes estamos próximo a retirarnos de esta actividad u oficio hay que hacer una precisiones: En mis 25 años de ejercicio periodístico, no he extorsionando, chantajeado, ni manipulado a nadie para que me den dinero, puestos, viajes o pago de arriendo, fiestas e ingerir estupefacientes, por lo contrario he realizado un periodismo al servicio social y comunitario, que las comunidades son garantes y dan testimonio de ello”.
Igualmente, Mena expresó que “es muy bueno, conocer con nombres propios, quiénes son los periodistas y comunicadores sociales, que han conducido al mayor desprestigio del gremio periodístico en el Chocó, que los exalcaldes, alcaldes, exgobernadores, funcionarios y servidores, hablen de los chantajes, extorsiones, compra y venta de información, que han sido objeto, entre otras”. Adicionalmente, agregó: “También, hay que hablar de las nóminas paralelas, de las alianzas entre periodistas chocoanos y nacionales, para lograr sus grandes proyectos, del consumo de estupefacientes y drogar a funcionarios y servidores, para chantajearlos, y posteriormente extraer altas sumas de dinero, entre otras prácticas que por respeto a este grupo no las expreso” y cerro diciendo “hablemos claro y dejen de ser hipócritas”.
De hecho, la nota de Díaz y la réplica de Mena abrieron un debate interesante, que traspasa la frontera comarcana chocoana, dado que la degradación en el ejercicio del periodismo por los nexos de ciertos periodistas con los poderes económicos y políticos no es un fenómeno nuevo y exclusivo del periodismo chocoano, sino un problema generalizado a nivel nacional y global. Los fenómenos de periodistas al servicio de los intereses de emporios económicos (como Vicky Dávila, Andrea Nieto, Felipe Zuleta, Luis Carlos Vélez, Néstor Morales, entre otros) no es nuevo. Son recurrentes en la historia del periodismo colombiano. Igualmente, sucede con las posturas políticas de cadenas televisivas como RCN, Caracol y radiales como RCN, Caracol, Blu Radio, la FM o diarios como El Nuevo Siglo, La Patria, El Colombiano, El Tiempo, entre otros debido a que la prensa en Colombia nació como medios de divulgaciones de los partidos políticos.
Sin embrago, casos como los de Vicky Dávila, Luis Carlos Vélez y Néstor Morales también son similares en el periodismo internacional desde Perú hasta los Estados Unidos y desde Francia hasta Australia. La epidemia de los sesgos ideológicos y un periodismo al servicio de los intereses de los grandes conglomerados económicos es un asunto global. Un buen ejemplo de ese tipo de posturas son las manipulaciones informativas sobre la guerra de Ucrania, en occidente solo se lee y ese escucha en los medios tradicionales las versiones de la guerra del complejo militar estadounidense.
En consecuencia, en el plano global encontramos periodistas, académicos, corredores de bolsas, abogados, magistrados, jueces, fiscales, pastores y sacerdotes al servicio de los grandes emporios económicos y de las mafias que controlan el poder político en los países. Ahora lo que pasa es que con las nuevas tecnologías existe una enorme democratización en los accesos a la información y eso tiene grandes impactos en la opinión pública.
En el caso del Chocó, históricamente periodistas, académicos, contralores, notarios, abogados, ingenieros, médicos, magistrados, jueces, fiscales, procuradores, profesionales de diversas áreas del conocimiento han estado al servicio de los poderes económicos y políticos que han saqueado al fisco regional. De manera que lo que vivimos actualmente no es nuevo. Es una cuestión recurrente en la historia regional.
Por eso encontramos políticos fracasados, políticos condenados, políticos cuestionados por corrupción, narcotráfico y paramilitarismo ejerciendo el periodismo sin ninguna ética. Son consumados malabaristas de ese periodismo putrefacto, utilizado como trampolín politiquero para reencaucharse y mantener ciertas vigencias en la sociedad.
Hay proliferaciones de emisoras digitales, portales y grupos de WhatsApp convertidos en tribunas periodísticas sin códigos éticos y sin visiones del buen periodismo. En resumen, lo que vivimos en departamentos como el Chocó con la danza de corrupción en la administración pública, en la administración de justicia, en el ministerio público, en las personerías, en la academia, en el periodismo, en el sindicalismo y en profesiones como derecho, ingenierías, medicina… son reflejos de los crecientes índices de descomposición social, decadencia y degradación de la sociedad chocoana.
En conclusión, debemos ser autocríticos y no examinar la descomposición profesional desde un solo eslabón, porque la epidemia y la degradación afecta a todas las profesiones y a todos los segmentos de la sociedad. Las relaciones entre periodismo, el poder y la corrupción cunden por todos lados en el mundo, en Colombia y en el Chocó.