La coyuntura actual en el país se torna cada vez más tensa. En las calles miles de personas salen exigiendo sus derechos, representando y poniendo en pie de lucha a aquellos que en ella perdieron la vida. La fuerza armada parece no tener un gramo de solidaridad y arremete contra aquellos civiles, lamentable y totalmente triste.
Alrededor de las 8:30 p.m., por mi casa, se empiezan a escuchar de lejos los impactos de bala, bombas lacrimógenas y todo tipo de grito cargado de resistencia y aguante. Llega el Esmad abriendo paso hacia una manifestación que hasta mi conocimiento era pacífica, donde se estaría homenajeando a los asesinados en los últimos días. Todo esto con estallidos, muestras de un supuesto poder para poner orden a la situación.
Ya siendo las 9:00 p.m. se asoma el primer canto del helicóptero, que con su estruendo pone más denso el ambiente. Se vive un momento realmente miedoso. Los gritos y estallidos se hacen más fuertes y continuos. ¿Se estarán acercando? ¿Dónde están esas personas? ¿A cuántos habrán matado? Múltiples preguntas ocupan lugar en mi cabeza y no puede guardar la calma. Los vecinos salen a observar y gritan “¡tombos asesinos!, ¡Esmad hpta¡”. En eso, entro a mi cuarto y veo pasar un carro de policía. Mi primera reacción es gritarles desde lo más adentro de mi ser: “¡asesinos¡, ¡tombos hpta!”. Obtengo una amenaza por su parte que desde el micrófono de su auto me hacen llegar.
Minutos más tarde, en las casas aledañas, se escucha el apoyo del pueblo. Cacerolas y trompetas callan un ambiente que de pesado tenía todo. Entre la preocupación y los estallidos de bala que resonaban a una cuadra de mi casa, empiezan a salir videos sobre la situación, noticias por redes sociales, vivos que saltaban al aire y la voz desesperada de los vecinos relatando entre el llanto y terror cómo matan a ciudadanos en las calles.
El helicóptero me pone nervioso y no solo eso, también pensar en que están arremetiendo contra las personas, atentando contra su vida, tirando y disparando con el único objetivo de matar. Se pone la situación de Colombia ante mi ventana; una ventana llena de bombas, violencia, muerte, rabia, impotencia y múltiples emociones que empatizan con la parte humana que está ahí afuera, cayendo una tras otra, sin ningún precedente. Percibo todo a través del sonido y los videos que circulaban las redes sociales, un panorama de terror total.
Eran las 10:30 p.m., los manifestantes siguen en pie de lucha, entonando el himno de Santiago de Cali a todo volumen, resonando en cada casa, en cada habitación, en cada barrio cercano que con el sonido de la cacerola responde a su resistencia. Aparece una voz misteriosa que dice con todas sus fuerzas “¡resistencia, resistencia!, ¡el pueblo unido jamás será vencido!”, entonando toda su vida que en esa situación y el panorama en el que se encontraba tal vez será lo único que le quede.
Un CAI es incendiado junto a una casa de personas que no tenían nada que ver en eso, muy triste y mucha impotencia siento al ver eso.
Son las 11:00 p.m., el helicóptero ha despejado el cielo repleto de humo, inconformidad, sonidos de cacerolas y trompetas. Los impactos de bala y de armas siguen en pie, no quiero pensar más en las muertes que se reportarán, los desaparecidos que habrá y los miles de afectaciones que se presentarán mañana.
La voz se presenta alentando al pueblo. Se escuchan gritos y más gritos, hasta que… veo camiones del Esmad pasando por la calle 1°. Pasan armados y se dirigen hacia la voz misteriosa. Y justo cuando la situación parecía tener una conclusión desastrosa, apagan la luz en el barrio. Observo por un lado de mi ventana cómo se bajan uno a uno, pasándose las armas entre ellos, armándose con sus escudos y partiendo hacia lo que hasta ahora parecía una guerra; una guerra civil en plena calle a dos cuadras de mi ventana.
Son las 11:30 p.m. y la voz vuelve a entonar cantos de lucha: "¡aguante Belisario!", ¡aguante, Siloé!", ¡el pueblo no se rinde, carajo!", "¡tombos asesinos, váyanse, váyanse!". Palabras cargadas de valentía y poder en medio de la desastrosa lucha que se presenta ante nosotros.
Hablo con diferentes compañeros, preguntando su estado y cómo viven la situación desde sus casas. Una me responde “qué noche tan aterradora”. Creería que son las palabras para describir lo que está pasando, cosa que aún no termina. Sigo escuchando la voz más y más cerca que grita "¡ayúdenla, ayúdenla!", "¡se solicitan enfermeros, doctores, lo que sea!", ¡hay heridos, por favor!".
Cuando escucho momentos de silencio me da más miedo. Parece una guerra. Me recuerda cuando planean la emboscada y esperan a ver qué hace el otro, aguantando escondidos hasta que en un descuido salten a disparar de nuevo. Todo parece entrar en una confusión extraña, sin vuelta atrás.
Siento ahora el verdadero miedo, un terror del que nunca he sido testigo y del que en muchas ocasiones se vive en zonas donde el conflicto armado rige con mayor fuerza. Las masacres se han vivido en distintas partes del país, al igual que el desplazamiento forzado. En el Chocó, por ejemplo, donde ponen toque de queda los grupos armados, atentando contra todo derecho de los habitantes. No hay un Estado, no hay un gobierno y no hay ningún tipo de seguridad.
Faltan 10 para las 12:00 a.m. y esta situación no consigue llegar a su final. Me duele la cabeza y sigo pensando en aquellos que estarán tirados y asesinados por un Estado que jura proteger sus derechos. En eso se escucha una voz, esa voz de lucha que no se ha rendido, sigue dando aliento a los que siguen en la calle. La escucho con toda atención con los gritos y trompetas de fondo diciendo lo siguiente: "¡un mensaje de paz, un mensaje de lucha para todos que hemos luchado por nuestro país y un mejor futuro!".
De la nada, se interrumpe por un grito desconsolado de tal vez una madre, una hermana, alguna tía o prima en busca de su hija o familiar: "¡dónde estás, Andrea!, ¡Andrea!, ¡Andrea, dónde estás!". Totalmente triste… retoma la voz y al parecer hace un tipo de relato de los enfrentamientos que se llevan a cabo, como un narrador de futbol o algo parecido, pero de una forma más rápida de lo normal: "Pompompompompompompom vaya, sale el pueblo a luchar, arremete el Esmad, pompompompompompompom vaya, por la calle van pasando dos policías disparando (sonido de disparos), la paz llegará, el pueblo resiste, pompompmpompompompompompompom, vaya… ¡ahora más que nunca pongámonos la armadura, desde Siloé, Cali, seguimos resistiendo, hoy debemos levantarnos hacia la paz, seguir luchando!".
Alrededor de las 12:00 am se escucha un silencio desesperante, con un fondo de la voz que sigue hablando y poniendo discursos de aguante y de lucha. 12:09 a.m., veo motos de la policía con personas del Esmad en ellas pasando ante mi ventana. Segundos después se rompe el silencio con un estallido, luego otro, y el otro, y así… Después de esa secuencia se antepone el silencio de nuevo y sigue cantando la voz de resistencia.
Son las 12:19 a.m., la voz da un cese a su lucha y se pone la calle en un silencio de terror, solo se oyen las chicharras cantar. Por momentos suena una secuencia como la anteriormente narrada y se vuelve al silencio. A veces se rompe ese silencio con una trompeta o algún grito o disparo, pero al parecer la tensión ha bajado un poco en el ambiente.
En estos momentos, el alcalde ha convocado una asamblea por los múltiples hechos de violencia y todo el panorama en la ciudad. Situaciones como estas se ha presentado desde el día 28 de abril, donde inicia el paro nacional. Se ha conseguido que la reforma tributaria, después de 4 días de protestas, muertes y hechos lamentables de violencia, sea retirada. El ministro de Hacienda y su viceministro han pasado su carta de renuncia ante su propuesta de reforma fallida.
Alrededor del país la violencia y hechos como estos han tenido lugar en muchas calles, en muchos barrios y hasta en casas, colegios quemados, estaciones de transporte público, vehículos, calles, alumbrado público, etc. La ciudad y el país están envueltos en un ciclo de violencia, llamas e indignación ante todo lo que ha pasado. No puede ser que hayan matado tantas personas, herido a tantas familias y sueñoss de miles y millones de colombianos que hoy seguimos dando lucha, resistiendo contra este tipo de acto.
Desde Bogotá, Medellín, Pereira, Bucaramanga, Manizales, Palmira y todas las ciudades y lugares del país, hasta en otros países como España, Estados Unidos, Australia y otros más, se alza la voz de una nación, se alza en lucha la resignación y se alza el rechazo total a la violación de derechos. Además, se alza una sola voz y un solo país contra todo este panorama que nos han impuesto desde hace muchos años.
Ya son las 12:40 a.m. y al parecer todo ha acabado. El silencio predomina en la calle que ha sido testigo de las atrocidades y la violencia en todo su esplendor. Totalmente tensa esta situación. Hoy no podré dormir tranquilo, ni mucho menos dejar de pensar en los asesinatos cometidos y todo lo que estos conllevarán. Me siento triste y confundido, no sé qué pasará en esta semana y lo que queda del paro. Solo un céntimo de esperanza me da las buenas noches y así concluyo este relato trágico. La noche fue aterradora, no sé qué seguirá… hasta mañana.