El mundo atraviesa por lo que puede denominarse la tercera revolución industrial: el desarrollo de la tecnología de tres dimensiones, 3D. Y es una revolución porque va a cambiar de manera radical el cómo y dónde se fabrican los objetos, por ende revolucionando la forma de producir y consumir en la economía global. De alguna manera se puede afirmar que va a haber una metamorfosis en la forma en que la economía global produce y consume. Según un experto español, Julio Vial, “No tengo ninguna duda de que esta tecnología va a cambiar todo. Para empezar, la producción en masa se verá resentida y habrá menos deslocalización porque donde haya una idea y una de estas máquinas, habrá un producto creado a la carta”.
En esencia se trata de impresoras en tres dimensiones, 3D, máquinas capaces de moldear capa a capa cualquier objeto que la mente sea capaz de imaginar. Las impresoras 3D lo que hacen es crear un objeto con sus 3 dimensiones y esto lo consigue construyendo sucesivamente capas hasta conseguir el objeto deseado. Las limitaciones no están en el diseño, sino en los materiales. La duración y costo del proceso dependen es del tamaño y el material de la pieza. Para los expertos, la tecnología 3D incrementará la productividad y bajará los precios de producción. Esto se traducirá en una menor demanda de trabajadores en el sector manufacturero, especialmente de los menos calificados ya que todo será cada vez más robotizado. Dado que la fabricación será bajo demanda, ello va a afectar decisivamente los sistemas de producción y el empleo asociado a esta producción. Como señala un experto: “La combinación de un programa de diseño y una impresora 3D puede desdibujar por completo el papel actual de las grandes fábricas, cadenas de suministro, intermediarios y empresas distribuidoras”.
Grandes multinacionales como Boeing, Lockheed Martin, Airbus y General Electric ya utilizan impresoras 3D para producir prototipos y piezas definitivas de sus aviones y motores. El economista y sociólogo Jeremy Rifkin afirma que la tecnología 3D va a ser una de las cuatro patas que definirán el futuro del capitalismo, siendo las otras tres las energías renovables y las tecnologías de información y comunicación.
La consultora PricewaterhouseCoopers indica en un estudio de 2014 que un 11 % de las empresas manufactureras de EE. UU. ya utilizan impresoras 3D en sus cadenas de producción y un 29 % de las compañías consultadas están investigando cómo implementar esta tecnología. El cambio que se puede llegar a gestar va a ser radical ya que, según los expertos, “afectará todas las piezas del engranaje de producción, distribución, venta y consumo. Todos los negocios de la cadena manufacturera tendrán que repensar sus estrategias para no perder ese tren tridimensional”.
Dentro de las grandes preguntas de la tecnología 3D es si ¿la posición de China como fábrica del planeta se verá resentida? China, gracias a su mano de obra barata y enormemente disciplinada se ha convertido en las últimas tres décadas en el principal motor de la deslocalización y la producción en serie. Sin embargo, aunque se llegare a imponer la tecnología 3D, China seguirá manteniendo un extenso mercado doméstico por explotar.
No todo el mundo es optimista acerca de la tecnología 3D, ni que se pueda hablar de aplicaciones masivas en el sector industrial global. Para algunos, todavía se trata de procesos muy costosos, incluyendo resinas tóxicas, para reemplazar la producción en masa. Un analista, Nick Allen, considera que se trata de ‘una herramienta más’ como muchas otras, pero que no se puede hablar de una nueva revolución industrial. Su comentario final es intrigante: “¿Sacamos cada mañana los periódicos en nuestras impresoras de tinta?”.